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MUJER Y BESTIARIO MEDIEVAL - I

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Los bestiarios medievales

El hombre del Medievo considera que todos los seres de la naturaleza mantienen una estrecha relación con su creador y ordenador, lo que le anima a desarrollar un género literario que genera una importante tradición animalística. Estos textos describen, en prosa o verso, los aspectos vitales de animales reales y fantásticos que, no obstante, no tienen valor por sí mismos, sino como símbolos cargados de significado alegórico. En la Edad Media el bestiario tiene la consideración de tratado científico que, siguiendo la corriente de la época, repite y divulga textos anteriores extraídos de las fuentes clásicas, Aristóteles, Plinio y Ptolomeo, entre otras.

La proliferación de las figuras de animales en la literatura y las artes visuales responde a razones educativas. La sociedad de la época está familiarizada con el universo animal, que fue esencial para la supervivencia de sus ancestros y ahora es compañero habitual de los quehaceres agrícolas y ganaderos que le proporcionan el sustento. Las compilaciones de animales que recogen los bestiarios, añaden a la imagen la descripción de las cualidades físicas o mágicas que la historia y tradición atribuyen a cada uno de ellos. El uso de estas imágenes se caracteriza, en la mayoría de los casos, por su intención moralizante o religiosa.

La mujer en la Edad Media

 

Se ha repetido con frecuencia que la Edad Media hereda el sentimiento misógino de la antigüedad fomentado por las ideas antifeministas a las que no son ajenas la interpretación plana del Génesis o las ideas de filósofos tan trascendentes como Aristóteles. Desde lo sucedido con Adán y Eva en el paraíso, la mujer aparece subordinada al hombre, al que tienta utilizando sus dotes de seducción y el erotismo que irradia su cuerpo, y lo conduce irremediablemente hacia el mal. Es en este periodo de la historia cuando este sentimiento alcanza la máxima expresión.

La carencia de libertad de la mujer la sitúa siempre al bajo el abrigo protector de un varón. Primero será el padre erigido el guardián de la pureza de sus hijas y máximo protector de su descendencia, después, el matrimonio, la coloca bajo la tutela del marido. De hecho, la ceremonia matrimonial escenifica la recepción, por parte de los padres, de una cantidad que simboliza la compra del poder paterno sobre la novia.  La imposibilidad de elegir libremente esposo motiva la proliferación de amantes secretos y de raptos y secuestros, consentidos en muchos casos por la victima, como medio para eludir la disposición paterna. La mayoría de edad para el matrimonio se establece en los doce años.

La mujer plebeya trabajaba igual que el hombre. Las hay herreras, labriegas, juglaresas, soldaderas, malabaristas e, incluso, barberas, aunque se consideran sus manos más adecuadas para trabajos delicados como tejer o hilar.

La mujer noble desarrolla obligaciones que debe compaginar con su posición social. Ha de ser instruida en las Sagradas Escrituras, la etiqueta cortesana y conocer historias y poemas románticos, con los que entretener a un auditorio. También conoce de cuentas, administra los bienes del castillo y, en ausencia de su marido, queda a cargo de toda la hacienda. Cabalgan, algunas cazan, y muchas aprenden el arte de la medicina.

El retrato medieval

 

El retrato en la Edad Media, más que a individuos, muestra arquetipos que utiliza como pretexto para expresar abstracciones como la maldad, la bondad, la belleza o la sabiduría. Tiene, por tanto, una dimensión simbólica. Los rasgos físicos descritos están sometidos a convenciones que aluden a ciertos significados recogidos en claves que es preciso conocer para realizar una correcta interpretación del mensaje codificado. Los tratadistas medievales prolongan, amplían y matizan las aportaciones clásicas.

Matthieu de Vendóme, hacia 1175, compone el Ars versificatoria que sustenta sobre las propuestas de Horacio y Quintiliano quienes mantenían la necesidad de respetar la esencia de los caracteres de los personajes ya conocidos. Aquiles siempre será valiente e impulsivo y Ulises astuto e ingenioso.

Como resultado a las aportaciones del retórico francés, el retrato se convierte en una fórmula que se aleja de la caracterización individual. Los retratos medievales responden así a esquemas previos. No presentan personas singulares, sino que ofrecen paradigmas ideales. También demanda que el retrato femenino sea de mayor extensión que el dedicado al varón porque, según Ovidio, “forma viros neglecta decet” (A los hombres les va bien un aspecto descuidado).

Es necesario, continua el Ars versificatoria, memorizar los modelos a fin de no incurrir en variantes surgidas de iniciativas personales. Se fomenta el ejercicio escolar del retrato literario compuesto según moldes convencionales, que llegará hasta entrado el Renacimiento y se concreta en un modelo que consta de parte moral y física. Los rasgos correspondientes al primer nivel se pueden esbozar sin un orden preconcebido, mientras que los segundos han de obedecer a un patrón rígido: rostro, cuerpo, vestido.

In a Bestiario: La mujer en el Libro de Buen Amor

 

 


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Responsables últimos de este proyecto

Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado

Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica

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