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LOS SIGNOS Y SUS CLASES

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Los signos y su significación

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Desde el principio de la humanidad el hombre ha buscado el modo de interpretar e intercambiar información relativa a objetos o acontecimientos, producidos o por venir, naturales o artificiales, con sus semejantes. El entorno natural es pleno en señales que informan sobre hechos de interés diverso. El humo indica la existencia de un fuego cercano y unas pisadas impresas sobre la arena húmeda de la playa advierten del paso reciente de alguien por ese entorno.

Los ejemplos expuestos son indicadores naturales que se articulan sobre el binomio causa-efecto sobre el que no ha intervenido la voluntad humana. Otro es el caso de las luces que brillan en un semáforo, los colores de una bandera o el dibujo que advierte de una curva peligrosa al conductor que circula por una carretera. En estos casos, la interpretación del mensaje transmitido nace de un acto social, de un acuerdo alcanzado en el seno de una comunidad. La relación causa-efecto es sustituida por una convención arbitraria pactada. Igual sucede con los signos que identifican a los diferentes elementos en la formulación química o las marcas lingüísticas fonético-fonológicas o morfológicas.

Las lenguas se construyen a partir de signos convencionales, las palabras, construidas y combinadas de acuerdo con determinadas reglas asumidas por el conjunto de sus usuarios.

Los signos, palabras incluidas, se componen de dos partes: el concepto o imagen que significan, representan o evocan, el significado, y la figura, sucesión de letras o fonemas que ilustran, señalan o indican ese concepto, el significante.

El signo y sus clases

 

 

La lingüística otorga la consideración de signo a todo aquello de carácter visual o auditivo capaz representar o evocar algo distinto de sí mismo, que represente un concepto o cosa que tenga significado para un emisor y un receptor. Peirce lo define así:

«Un signo o representamen, es algo que significa algo a alguien en algún sentido o calidad. Prepara a alguien, es decir, crea en la mente de aquella persona un signo equivalente, o quizá un signo más desarrollado. Este signo que crea yo lo denomino interpretante o el primer signo. El signo significa algo, su objeto»[1].

La interpretación adecuada de los signos va a depender de la información mental, social y cultural que posean los hablantes. Sigue Peirce al respecto:

«La función representativa de un signo no estriba en su cualidad material ni en su pura aplicación demostrativa, porque aquélla es algo que el signo no es en sí mismo o en una relación real con su objeto, sino algo que es para su pensamiento […] Sea cual sea el modo como pensemos, tenemos presente en la conciencia algún sentimiento, imagen, concepción u otra representación que hace de signo. Porque pensar es poner signos en relación. Cualquier pensamiento precedente sugiere algo al pensamiento que lo sigue, es decir, que es el signo de algo para este último».

En el proceso comunicativo, el hablante, en el doble proceso de pensar y hablar, localiza en su almacén de significantes, los referentes adecuados al mensaje que emite, y selecciona, después, de entre su inventario lingüístico, los elementos más acordes con su objetivo. La riqueza o pobreza de ese inventario depende del acervo social y cultural de que se dispone. Por eso algunos semiólogos contemplan la Semiótica, la ciencia de los signos y su significación, como herramienta democratizadora de la cultura.

Así, las habilidades comunicativas, las actitudes, el conocimiento junto con el entorno sociocultural favorecen u obstaculizan la circulación de mensajes entre emisores y receptores.

Si el receptor no posee o no ha desarrollado la habilidad de escuchar, de leer, hablar o escribir, no estará capacitado para recibir y decodificar los mensajes reales y fidedignos que la fuente codificadora ha querido transmitir.

Clasificar los signos que pueden intervenir en un acto la comunicativo depende del criterio adoptado. Si se atiende al sentido que lo percibe se habla de visuales, auditivos, táctiles, olfativos o gustativos. La clasificación formalmente más extendida se centra en el tipo de relación que establecen significante y significado. Según ello se suelen diferenciar las siguientes categorías:

Indicios:

Generalmente fenómenos naturales, involuntarios e incontrolables. El humo es indicio inmediato de la presencia de un fuego, la fiebre sugiere la existencia de un desajuste sanitario y un relámpago la cercanía de una tormenta eléctrica. No comportan intención comunicativa al no depender de la voluntad de un emisor. En el lenguaje verbal se manifiesta en forma de gritos o exclamaciones involuntarias que expresan dolor, susto, sorpresa.

Señales:

Denota el fenómeno, tal cual lo hace el indicio, con la diferencia de que aquélla es, en la mayoría de los casos, convencional, de manera que produce un efecto que se quiere o espera del receptor o destinatario. Es un elemento al que se le ha asignado un significado arbitrario. Significa aquello que se ha decidido o acordado que signifique, aunque podría haber sido cualquier otra cosa. Es un gesto, imagen, color…, que informa o avisa: señal de tráfico, marina, deportiva… Las hay visuales, luces de semáforo, acústicas, las campanas de una iglesia, táctiles, apretón de manos…

Iconos:

Asumen una evidente intención comunicativa fácil de interpretar, aunque se perciban por primera vez. Por esta razón, suelen usarse en carteles indicativos y algunas señales de tráfico. Se caracterizan porque mantienen cierta relación de semejanza con sus significados, pero siempre convencional o preexistente. Están generalizados en algunas señales de tráfico y en el mundo computacional.

 

Existen palabras construidas a semejanza de los iconos. Son las onomatopeyas que que imitan los sonidos de los seres u objetos a quienes representan: miau, guau, bang, chist…

Símbolos:

Signos que revelan una relación convencional con un toque, referencia o alusión a un hipotético vínculo natural entre el significante y el significado: blanco/pureza, paloma/paz, corazón/amor, blanca/justicia… Característicamente incorporados desde una cultura o visón concreta y específica, exigen de un conocimiento profundo del propio código para ser correctamente interpretados. 

Logos:

Convive constantemente con el hombre moderno y tiene que mucho que ver con la memoria visual humana. Están constituidos por imágenes, textos, formas, o una combinación de ellas, que representan el nombre y el propósito de un negocio, empresa o institución. El logo es inmediatamente interpretado y reconocido de forma inmediata sin excepciones de lugar, condición o edad. La M de ciertos establecimientos de comida rápida, las líneas blancas paralelas o la garra que destacan en determinadas prendas son ejemplo de ello.

Lenguaje verbal y no verbal se complementan. Un niño interpreta gestos, sonidos, actitudes… antes de adquirir la madurez sensomotora necesaria para la articulación lingüística.



[1] Peirce, Ch. (1958). En Jensen, K. (1997), La semiótica social de la comunicación de masas. Bosh.

 

 


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Responsables últimos de este proyecto

Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado

Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica

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