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LOS ORÍGENES DE LA LITERATURA ESPAÑOLA

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A manera de prólogo

Literatura, de littera, letra, era el término latino empleado para referirse a «lo que está escrito», sin distinción de contenidos. Venía a denominarse así a  la instrucción o conjunto de saberes y habilidades de  escribir y  leer bien. Se relacionaba la disciplina con el arte de la  gramática, la  retórica y la  poética. El término, por extensión,  pasa a aplicarse a cualquier obra o texto escrito y, más específicamente, al arte u oficio de escribir. Todavía en el siglo XVIII se aplicaba el término literato indistintamente a poetas como Garcilaso y a científicos como Newton.

Modernamente se entiende por literatura  el intento, y la habilidad, para construir belleza que toma la palabra como instrumento. Es, por tanto, la forma de expresión lingüística convertida en arte, especialmente, en su modo escrito. También se denomina así al conjunto de composiciones literarias de un pueblo, época o género. 

Entre los más antiguos textos literarios conocidos se encuentra el Poema de Gilgamesh, una narración de origen sumerio grabada en tablas de arcilla, cuya versión más antigua data del año 2.000 a.C. Siempre existieron las narraciones, pero pasaban  de generación en generación por la vía del lenguaje oral y la memorización. El primer texto teórico importante que se ocupa de elaborar una definición de literatura es la Poética de Aristóteles,  allá por el siglo IV a.C.  

Aristóteles viene a decir que la literatura es una imitación, en griego mímesis, que utiliza las palabras y cuyo fin último es el deleite. Siglos después Horacio argumenta  que la literatura debe ser útil y a la vez agradable. Su objetivo: «instruir deleitando». Este precepto se ha mantenido con el paso del tiempo y ha llegado hasta nuestros días avivando una controversia   que ha orientado los movimientos literarios en dos direcciones con base filosófica: el arte por el arte o el arte por la idea.

La literatura interrelaciona a un emisor, el autor, con un receptor, el lector, por medio de un texto. Para entender su devenir histórico es imprescindible, por tanto, conocer el contexto sociopolítico y cultural en que se desenvuelve y produce en cada momento.

Durante toda la Edad Media, en España, el latín fue la única lengua para la transmisión del conocimiento. El origen de la literatura en español se remonta a los siglos x y xi, con las Glosas Emilianenses y las jarchas.

Las primeras manifestaciones en lengua romance tienen, por tanto, un carácter popular y oral, ya sean de género lírico o épico. La poesía culta y la prosa literaria no aparecerán hasta el final de este periodo. Las manifestaciones literarias en castellano más antiguas que se conocen pertenecen al género lírico, lo que sustenta la tesis que defiende que la canción lírica popular nace al mismo tiempo que las lenguas romances.

 

Esquema de manifestaciones líricas populares

Estrofa

Época

Lengua

Zona geográfica

Jarchas.

Primeros testimonios escritos  del siglo XI.

Mezcla de árabe vulgar y romance mozárabe.

El Sur, la zona de Al-Ándalus.

Cantigas de amigo.

Las más antiguas  del siglo XII. Son utilizadas hasta el XV.

Gallego-portugués.

El Noroeste, la zona de Galicia, Castilla y Portugal.

Villancicos.

Finales del siglo XV.

Castellano.

La zona castellana.

Danzas, baladas y albas.

Danzas, baladas y albas.

Provenzal y catalán.

El Nordeste, la zona de Cataluña.

 

El género épico es del que más restos se conservan. Se diferencian en él dos corrientes o movimientos: el mester de juglaría, de carácter oral y popular, que desarrolla una literatura heroica, y el mester de clerecía, propio de los clérigos que habitan los monasterios, con finalidad claramente didáctica. Los principales transmisores de la poesía oral en la Edad Media son los juglares que recorren  pueblos y castillos con espectáculos y representaciones semiteatrales en los que se baila, se recita y cantar todo tipo de poesía.

 

el contexto

 

La literatura medieval, asentada sobre un entorno feudal,  está íntimamente relacionada con las creencias religiosas y la evolución social que experimenta este sistema político. Esa dualidad de religiosidad y laicismo determina la aparición de dos formas de literatura diferentes.  Una ofrece un camino de esperanza en el universo de miseria y opresión por el que transita el hombre medieval, la  otra canta y ensalza las virtudes, hazañas y heroicidades de reyes y nobles. La primera será culta y versada en sus fuentes y formas, trabajo de clérigos, la segunda, popular y cercana, será cantada por juglares y trovadores en plazas y castillos.

Las circunstancias históricas de la Península Ibérica dotan a nuestras letras de unas características propias que las diferencian de las europeas.  Solo aquí entran en contacto dos culturas diferentes a lo largo de ochocientos años. Los mundos árabe y cristiano conviven, o luchan, entre los siglos viii y xv. A lo largo de ese tiempo se  alternan en su dominio, pero su influencia mutua es innegable. El punto de inflexión se encuentra en torno al siglo x. Hasta ese momento el predominio político y territorial musulmán impone a la población cristiana, la mayoría mozárabe, su impronta cultural. Con la consolidación de los reinos cristianos se invierte la tendencia.

El siglo xii contempla la existencia de tres grandes reinos en la España cristiana que poco tienen que ver con aquellos que iniciaron la reconquista. Castilla, Aragón y Portugal, dominan el panorama. Navarra ha quedado arrinconada por los dos primeros y alejada de cualquier aspiración territorial y el antiguo Condado de Cataluña, que ha conseguido la independencia del Reino Franco al que pertenecía, se funde con Aragón. Los musulmanes andan fracturados en numerosos Reinos de Taifas.

 

El autor y su público

 

El poeta o narrador  de la Alta Edad Media crea en condiciones difíciles. Se dirige a un público inculto, crédulo y, en determinados aspectos, primitivo. Y lo hace en una lengua que aun no ha fijado ni su sintaxis, ni su morfología.

El poeta o narrador de la Alta Edad Media no compone para lectores. Su público no posee tal destreza. Se comunica con su auditorio mediante la recitación o el canto en medio de plazas de aldeas o patios de armas de castillos de condiciones acústicas deplorables. El poeta o narrador de la Alta Edad Media no tiene conciencia de la propiedad intelectual. Lo que él hace, y lo que han hecho otros, pertenecen al dominio común y es susceptible, por tanto de copia, adaptación y repetición sin traba ni impedimento.

El poeta o narrador de la Alta Edad Media, por último, no pretende la gloria artística, solo sustento, aunque produzca arte. Y si, además, consigue transmitir  consuelo para las cuitas de quienes le escuchan y ánimo para continuar la lucha contra el moro, se siente doblemente satisfecho.

Las consecuencias de estas premisas se manifiestan dentro de la producción literaria de la época en composiciones de trasmisión oral, llenas de variaciones, frases hechas,  estructuras calcadas e inseguridades, construidas a partir de versos irregulares, sin medida, rima  ni reglas fijas. Solo a partir del siglo xiii hacen su tímida aparición las artes de componer, que empiezan a imponer ciertas regularidades en la versificación. Es llegado el tiempo de una literatura más culta favorecida por el mester de clerecía. 

 

el mester de juglaría

 

El gusto por la narración es común a todas las épocas. La épica medieval narra hechos heroicos en verso. La guerra forma parte de la realidad diaria debido a la reconquista y a los enfrentamientos entre los diversos reinos que conviven en la península. La curiosidad por conocer los hechos gloriosos de la historia colectiva explica el nacimiento de las epopeyas o relatos épicos. Los cantares de gesta son el resultado de dicho interés. Son recitados o cantados por juglares con acompañamiento musical. Exaltan las hazañas de un héroe que representa el conjunto de virtudes de un pueblo y de una época.

 

El oficio de juglar

 

Merecen esa denominación, según Menéndez Pidal, “todos los que se ganan la vida actuando ante un público”. Con el tiempo pasa a significar poeta en lengua romance. A ellos se debe, sin duda, la difusión y recreación de obras literarias no latinas. El juglar actúa para todas las casta sociales.

 

Los Cantares de Gesta

 

El cantar de gesta es un relato heroico, en verso, que exalta las hazañas de seres superiores que se esfuerzan por alcanzar el honor a través del riesgo y el esfuerzo. Un tema recurrente dentro de la épica castellana muestra el enfrentamiento entre el rey y un vasallo que lucha por su honra, pero siempre se respeta la figura y el poder real y el héroe jamás transgrede los principios cristianos.

La narración épica suma historia y creatividad poética. La exageración y ennoblecimiento de los hechos se justifica por el deseo de atraer a la audiencia y adaptar la obra a las circunstancias e intereses del tiempo y el lugar. 

La gesta se transmite de forma oral. El texto que llega a nosotros es la fijación escrita de una versión determinada. El juglar castellano reproduce historias conocidas, de propiedad colectiva, cuya forma mantiene en su memoria y recrea, o refunde, consciente o inconscientemente, pero  manteniendo siempre la esencia y estructura del poema.

El cantar se construye con versos cuya medida oscila entre catorce y dieciséis sílabas con una gran pausa central, la cesura. La rima, asonante, se repite un número variable de veces constituyendo tiradas que pueden alcanzar los doscientos versos. El recurso a formulas y expresiones hechas es una nota característica de su lenguaje, como lo son también los arcaicismos y el uso de la –e paragógica ya eliminada en las formas habladas.

La crítica clasifica los cantares de gesta en ciclos de acuerdo con su temática y distinguen tres periodos en su evolución: el inicial, o de formación, desde los orígenes hasta 1140, fecha atribuida del Cantar de Mío Cid, el periodo de plenitud, hasta mediado el siglo XIII, y la decadencia a partir de dicha fecha.

 

Ciclo

Características

Cantares conservados

Condes de Castilla

Rinde culto a personajes trascendentes de la historia castellana.

Figuras femeninas muy activas.

Los siete infantes de Lara

Fernán González

La condesa traidora

El Cid

Centrado en Rodrigo Díaz de Vivar

Mocedades de Rodrigo

Mío Cid

Carolíngio

Fuerte inspiración francesa. Imita la Chanson de Roland

Roncesvalles

 

Son escasos los restos que se conservan. Lo más representativo será un fragmento de unos mil versos del Cantar de Roncesvalles conservado en un códice del siglo XIII, un poema tardío sobre las Mocedades de Rodrigo y el Cantar de mío Cid,  en un manuscrito copiado por un tal Per Abat.

 

Los Romanceros

 

En torno al siglo XIV aparecen los romanceros o colecciones de romances. El romance es un poema de extensión variable compuesto de versos octosilábicos en el que riman de manera asonante los que ocupan lugar par, quedando sueltos los impares.  Una clasificación básica los agrupa en noticieros, que cuentan hechos históricos cercanos a la composición del romance, épicos o heroicos, que hablan de episodios relacionados con el Cid y otros héroes procedentes de la épica española y extranjera, novelescos o juglarescos, que cuentan historias de amor con la  mujer como protagonista fundamental, y fronterizos, que relatan sucesos ocurridos en los límites territoriales con los reinos musulmanes. En estos últimos, los musulmanes suelen aparecer como seres sensibles y caballerosos.

 

 

Poesía culta: El Mester de Clerecía

 

Castilla vive durante los siglos XIII y XIV una extraordinaria expansión militar, cultural y económica. Con una centuria de retraso con relación a Europa se produce un incremento notable de rutas comerciales, florecen las ciudades y se fundan las primeras universidades. La clave de la deriva histórica hay que situarla en la victoria de las Navas de Tolosa, clave para los avances de la reconquista de los años posteriores.

El Mester de Clerecía es la corriente de poesía culta con que los monjes pretenden divulgar los conocimientos adquiridos a través de los textos latinos. Se encuadran dentro de esta apartado  los poemas narrativos, de intención didáctica y carácter culto, escritos en cuaderna vía,  que son recitados por los monjes ante los peregrinos que acogen en sus monasterios. La denominación procede del exordio del Libro de Alexandre que dice:

 

Mester traigo fermoso: non es de joglaría,

mester es sen pecado, ca es de clerecía

fablar curso rimado por la cuaderna vía

a síllavas cuntadas, ca es grant maestría.

 

A pesar del subrayado non es de joglaría, el mester de clerecía utiliza a menudo fórmulas propias de los juglares, apelaciones, solicitud de benevolencia o fraseología épica. Sí aporta la regularidad métrica  de las sílabas contadas. El verso utilizado es el alejandrino dividido en dos hemistiquios de siete sílabas, que agrupa en series de cuatro versos de rima consonante.  Otra novedad a resaltar es la constante alusión a fuentes escritas, generalmente la Biblia, pero también otros textos latinos o medievales. Entre las obras que se conservan de este tipo están Los milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo, y el Libro de buen amor, del arcipreste de Hita.  No obstante, los temas tratados no siempre son marianos. También abundan las composiciones de tipo histórico, moral o novelesco, incluso cercanas a la gesta, como el Poema de Fernán González. Corresponde a esta época otra tipo de producción que mezcla rasgos juglarescos y clericales, Vida de Santa María Egipciaca o ¡Ay Iherusalem!, son ejemplo de ellos. No se puede olvidar tampoco el género del debate que contempla en el siglo XIII la aparición de tres textos fundamentales: Disputa del alma y el cuerpo, Razón de amor con los denuestos del agua y el vino y Elena y María.

 


ADEMÁS

 

Responsables últimos de este proyecto

Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado

Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica

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