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DIRECTORIO de la SECCIÓN |
EL MODERNISMO |
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Aspectos generales |
El romanticismo es una revolución artística, política, social e ideológica, de gran importancia que fue germen de muchos principios considerados hoy fundamentales e irrenunciables: la libertad, el individualismo, la democracia o el nacionalismo.
Modernismo es un término general que se aplica a las corrientes de renovación artística en el mundo occidental vigentes a principios del siglo XX. Está relacionado con el art nouveau de Francia y el modern style de los países anglosajones. Pocos movimientos artísticos se desarrollan en marcos cronológicos tan difusos. Se le llega a encuadrar entre 1880 y la Segunda Guerra Mundial. Sus antecedentes hay que buscarlos en la estética parnasiana con su amor al "arte por el arte", en el decadentismo finisecular que se sitúa al margen de la sociedad, atacando a la burguesía y a su moral hipócrita, y en el simbolismo. Y es que el fin de siglo es un tiempo de profundo cambio. El modernista ha perdido la fe en el progreso material, principal valor para realistas y naturalistas. Se pasa de Darwin y Taine a Nietzsche y Schopenhauer, de lo racional a lo irracional y subjetivo.
Se establece como fecha de inicio del Modernismo pleno el año 1888, cuando se publica Azul, de Rubén Darío, quien utiliza ya la palabra modernismo, con el significado de modernidad. El movimiento modernista supone, pues, una integración de las diversas tendencias desarrolladas a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Rebrota con él la angustia de la literatura romántica europea aparentemente vencida por el racionalismo cientificista del siglo XIX, la nostalgia por los momentos felices de la niñez y el retorno a los paraísos perdidos. En definitiva, retoma todo aquello que recupere la seguridad o el orden perdidos.
Romanticismo y modernismo coinciden en su apuesta por la pasión, por la evasión hacia entornos ficticios, en el papel relevante e idealización que concede a la mujer. Mujer que, sin embargo, es, además de bella, perversa, voluptuosa y cruel. Salomé es la encarnación que simboliza esta idea. Supone, también, la resurrección de lo bohemio que había sido avanzado el romanticismo con su marginalidad negadora del orden social. Algunos modernistas trasladan a sus vidas reales sus valores artísticos. Proliferan los amores fatales y los suicidios o muertes violentas.
El Modernismo acoge influencias de diversos movimientos. Solo rechaza lo vulgar, conformista o rutinario. De ahí la diversidad de tendencias que se pueden diferenciar. Especialmente relevantes son los movimientos estéticos franceses, la poesía de los estadounidenses Whitman y Edgar Allan Poe, el prerrafaelismo británico y, dentro de las fuentes hispánicas, Gonzalo de Berceo, Jorge Manrique o los Cancioneros.
El Modernismo Parnasiano surge a partir de un colectivo de poetas franceses que desde 1866 construyen mundo imaginarios, que ubican en el lejano Oriente o en la Edad Media, cargados de elementos mitológicos. Escapan así de la realidad física y temporal, tan vulgar y despreciable, superada gracias a la magia del arte. Dioses, ninfas, centauros, caballeros, odaliscas, pagodas, castillos, jardines, cisnes, elefantes, flores exóticas y perlas preciosas, son los adobes que articulan el sueño modernista. Un sueño pleno de reminiscencias románticas, pasiones exaltadas, irracionalidad, fantasía, melancolía y profunda tristeza. El amor está omnipresente en sus obras desde una doble vertiente, la delicada y cortés que exterioriza sentimientos normalmente imposibles, y la erótica y desenfrenada arraigada en actitudes antisociales o amorales.
El Modernismo Simbolista tiene también origen francés. Arranca de Baudelaire, Rimbaud, Mallarme y Verlaine. Aquí lo que importa es la sugerencia, aquello que la palabra evoca. Un símbolo se crea para nombrar una realidad que carece de nombre, designa lo no designado. Pero, para ser entendido, el poeta debe usar palabras cotidianas a las que dota de un significado diferente al que incorporan en la lengua común, y aportar las claves para su adecuada interpretación. Comparte la mayoría de las características señaladas para la línea parnasiana, pero difiere en que su evasión mira hacia el mundo interior del poeta, tiene, por tanto, un carácter más intimista.
En su incesante búsqueda de caminos nuevos, deja, poco a poco, de ser modernismo. Esta evolución queda patente en escritores como Antonio Machado o Juan Ramón Jiménez quienes trasladan lo que descubren dentro de sí mismos al mundo exterior que les rodea. El paisaje que describen deja de ser objetivo y se convierte en un símbolo de su yo interior y de la Historia misma. El lenguaje modernista, al contrario que el realista o el naturalista decimonónicos que se dirigen a un público mayoritario, apunta hacia un sector minoritario, selecto y exquisito, sensible a los adjetivos atípicos y a los exotismos.
Dice al respecto Don Manuel Machado: “Y por Modernismo se entiende… todo lo que no se entiende”. Los textos modernistas están cargados de suntuosidad y lujo, de jardines y lagos con pavos reales y nenúfares, y de princesas encerradas en lugares exóticos, llenas de melancolía, que anhelan metas místicas, sexuales o estéticas. Y esos elementos, que encarnan un modelo ideal de belleza, son símbolos que se repiten y proliferan en sus páginas.
Los simbolistas dan al verso efectos musicales y aportan nuevas métricas que conjugan el ritmo, el color y la plasticidad. El poeta modernista prefiere versos de catorce, doce y nueve sílabas, y experimenta con variaciones estróficas. Es frecuente encontrar en ellos, por ejemplo, sonetos construidos con versos alejandrinos y serventesios en lugar de cuartetos, o romances con siete o nueve sílabas. Pero es, sin duda, la silva su estrofa favorita.
En España, modernismo y generación del 98 son dos movimientos simultáneos que tienen un origen común: la insatisfacción por la situación política y social y la búsqueda de un lenguaje nuevo. Ambas tendencias suponen una reacción frente al mundo burgués y una muestra de desprecio por la mercantilización del arte. Son dos formas de reaccionar ante la crisis fin de siglo.
El modernismo busca un mundo estético basado en la rebeldía ante los valores burgueses, crea una lengua artística, muy elaborada, separada de la lengua habitual y solo al alcance de los iniciados. El noventa y ocho pretende reformar la realidad presente, pero sin alterar la esencia de España, sus raíces históricas. Juan Ramón Jiménez juzga un error "considerar el modernismo como una cuestión poética y no como lo que fue y sigue siendo: un movimiento jeneral teolójico, científico y literario" y continúa: “la llamada generación del 98 no fue más que una hijuela del modernismo jeneral”.
Coincide con el rápido desarrollo de ciudades hispanoamericanas que adquieren una condición cosmopolitas gracias al intenso comercio que mantienen con Europa y emprenden la modernización de las estructuras coloniales heredadas y de las guerras civiles. Son los años de la confrontación entre con Estados Unidos que culmina en el desastre de 1898. La salida de los españoles planteaba el dilema de tomar el modelo norteamericano o reafirmarse en el carácter latino tradicional. Las ciudades copian a París y los escritores buscan referencias en la poesía francesa: Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud que descubren en la vida industrial un nuevo género de hermosura, Paúl Verlaine que proclama al Parnaso como el lugar donde viven y escriben los aristócratas de las letras y Stéphane Mallarmé, que pregona la poética del símbolo.
Tradicionalmente se asocia el desarrollo del movimiento en España con la llegada de Rubén Darío en 1892, justo el mismo año en que artistas catalanes celebraban la primera fiesta modernista. Pero ya poetas españoles conocedores de la lírica hispanoamericana, como Salvador Rueda o Valle-Inclán, había publicado aquí versos cercanos a la nueva orientación.
El puente hacia la modernidad los constituyen Bécquer y Rosalía de Castro, cuya poesía intimista estará en la base de mejores modernistas españoles, aunque los considerados pre-modernistas son Ricardo Gil, Manuel Reina y Salvador Rueda. La nómina de modernistas en sentido estricto, aparte de Rubén Darío, está constituida por Manuel Machado, Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina... Será en 1913 cuando Manuel Machado declare en La guerra literaria: "el modernismo no existe ya".
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Responsables últimos de este proyecto Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica |
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