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LA ESPIRITUALIDAD DEL PADRE GRANADA SIGNO DE CONTRADICCIÓN

Los documentos que aquí se insertan son obra del hacer entregado y estudioso de D. Ramón Hernández, historiador de la Orden de Predicadores. Profesor, teólogo, bibliotecario... pasa sus últimos años de vida en San Esteban de Salamanca entre libros y legajos. Internet fue para él un descubrimiento inesperado. A pesar de la multitud de libros y artículos publicados en todo el mundo con  fruto de su trabajo la Red ayudó a llevar su pensamiento hasta los más recónditos lugares del planeta: «Me leen ahora en la web, en un solo día, más personas que antes con mis libros en todo un años» solía decir con orgullo refiriéndose a este proyecto. Para acceder a estos contenidos se debe utilizar el Menú Desplegable «ÍNDICE de DOCUMENTOS»Para otras opciones: Seguir «DIRECTORIO PRINCIPAL» o el  botón: «Navegar»

 

 

1.  SALAMANCA  Y  FRAY  LUIS  DE  GRANADA

Las relaciones de fray Luis de Granada con Salamanca son muchas y muy significativas. Ordinariamente se piensa que la espiritualidad granadina no debe nada a Salamanca e incluso que es diametralmente opuesta a ella. Su espiritualidad estaría más en consonancia con el núcleo de San Gregorio de Valladolid, de tendencia predominantemente afectiva, y se encontraría en oposición a la del convento de San Esteban de Salamanca, que tendría un carácter puramente intelectualista. La de Valladolid vendría representada por Bartolomé Carranza, y la de Salamanca por Melchor Cano[1].

En la realidad los campos no estaban tan delimitados y los personajes se intercambiaban entre San Gregorio y San Esteban - Valladolid y Salamanca con mucha frecuencia, según las necesidades y conveniencias de la Provincia dominicana de España, a la que ambos centros pertenecían[2]. Fray Luis de Granada tuvo motivos para estar agradecido a estos dos conventos-colegios y tuvo también razones para quejarse de ellos. Si bien encontró en Valladolid grandes defensores de sus libros, fue ahí, sin embargo, donde fray Luis sufrió el gran disgusto de su condena.

En Salamanca encontró el Padre Granada la oposición tenaz e infranqueable de Melchor Cano y del grupo de teólogos subyugados por esta fuerte personalidad. Sin embargo, será Salamanca la que más y mejor imprimirá sus libros y divulgará sus obras. Las imprentas salmantinas eran las preferidas de fray Luis de Granada. Aquí se imprimieron por primera vez la primera y la última de sus grandes obras El libro de la oración y meditación y la Introducción al símbolo de la fe, como se harán otras ediciones importantísimas que irán saliendo a lo largo de este somero estudio de su espiritualidad. En la misma imprenta del convento dominicano de San Esteban de Salamanca se imprimió en vida de fray Luis su libro Annotationes in Evangelia totius anni[3].

De Salamanca salieron varios frailes que se pusieron a las órdenes de fray Luis de Granada, cuando éste fue elegido Provincial de la Provincia dominicana de Portugal, y que colaboraron con él en la reforma de la vida religiosa y de los estudios de esa Provincia. Citemos entre los más conocidos a Martín de Ledesma y Tomás Manrique, discípulos cualificados de Francisco de Vitoria; a Cristóbal de Valbuena y Juan de Salinas, que fueron Provinciales de Portugal antes de serlo fray Luis de Granada; a Francisco de Bobadilla, que fue profesor en San Esteban de Sala manca y dos veces Provincial de Portugal... Consignemos igualmente que por esos años eran bastante numerosos los dominicos portugueses que se formaban en San Esteban de Salamanca, llegando a doce en algunos cursos; en la iglesia dominicana de Salamanca recibió el grado de Maestro en Sagrada Teología el gran obispo reformista de Braga fray Bartolomé de los Mártires, Padre conciliar en Trento[4], y en Salamanca, bajo el Magisterio de Francisco de Vitoria, se formaron los dos teólogos dominicos portugueses del concilio de Trento, Jorge de Santiago y Gaspar de los Reyes.

Un compañero entrañable de fray Luis de Granada era el dominico fray Juan de la Cruz, que fue maestro de novicios durante muchos años en el convento de Santo Domingo de Lisboa. Este fray Juan de la Cruz se había formado en la universidad de Salamanca y era un discípulo a toda prueba del salmantino fray Juan Hurtado de Mendoza, gran reformista dominico en el convento de San Esteban de la ciudad del Tormes. Fray Juan Hurtado fundó los conventos de estrictísima observancia, de San Ginés de Talavera de la Reina, patria del citado Fray Juan de la Cruz, y el de Ntra. Sra. de Atocha de Madrid, en donde éste, ya sacerdote, se hará dominico. En ambas fundaciones contó Juan Hurtado con la ayuda incondicional de Juan de la Cruz: en la primera como amigo y admirador del reformista dominico, y en el segundo como novicio y como discípulo aprovechado. Ya en Lisboa, Juan de la Cruz envió a los frailes del convento de San Esteban de Sala manca su importante tratado de vida espiritual, titulado Diálogo sobre la necesidad y obligación y provecho de la oración y divinos loores vocales, y de las obras virtuosas y sanctas ceremonias, que usan los christianos, mayormente los religiosos... Los Padres del convento de San Esteban se encargarían de su censura y de su publicación en la imprenta salmantina de Juan de Canova en 1555.

Otro fraile del convento de San Esteban de Salamanca muy unido a Luis de Granada es fray Juan de las Cuevas, que se encontraba en Lisboa en los últimos años de la vida de fray Luis. Era confesor y consejero del príncipe cardenal Alberto de Austria, que había sido nombrado por Felipe II gobernador de Portugal. Fray Juan de las Cuevas asistió espiritualmente a fray Luis de Granada en su última enfermedad y en su muerte. Sobre ello escribió una carta, a los pocos días del fallecimiento, al Prior del convento de San Esteban de Salamanca, en que le da la noticia, las circunstancias de la muerte, y le habla del significado de la personalidad y de la obra del Padre Granada[5].

Escribió la carta el 7 de enero de 1589 y dice que la muerte de fray Luis tuvo lugar ocho días antes, el 31 de diciembre de 1588, a las nueve de la noche, «vísperas del año nuevo». Había caído gravemente «de cholera» el 15 de ese mes de diciembre, y se fue agravando más cada día, de modo que el día 30 los médicos advirtieron que no tenía remedio aquella enfermedad y que el enfermo no podía durar ya muchas horas. Cuenta fray Juan de la Cuevas que entonces «llegándose a él un Padre grave desta casa le dijo (al Padre Granada): Padre nuestro, sepa Vuestra Paternidad que los físicos (los médicos) dan poca esperanza de su vida, y dicen que está en mucho peligro. Y el buen viejo entonces levantó las manos a Dios y le dio gracias y respondió al Padre que esto le dixo: ningunas nuevas me pudiérades dar, Padre mío, mejores ni de mayor consuelo que ésas»[6].

No estaba el Prior en casa, y el Subprior pidió al Padre Juan de las Cuevas que le diera él el Viático y la Extremaunción o Unción de los Enfermos. Y sigue su relato el Padre Cuevas: «fui a traer el Santísimo Sacramento, y después de haber hecho las cerimonias que se habían de hacer según ordinario, llegando a darle el Santísimo Sacramento, le pregunté si creía que aquel Señor, que yo tenía en las manos, era Jesucristo, hijo de Dios vivo, Salvador del mundo. Respondió las palabras que siguen: creo que está aquí la gloria de Dios, la bienaventuranza de los ángeles, el Redentor del mundo. Yo os doy muchas gracias, Señor, por la merced que me habéis hecho en traerme a este punto; recibo de vuestra santísima mano la muerte sin resistencia ni contradicción alguna». Después de recibir con suma devoción el Viático, él mismo suplicó le trajesen inmediatamente la Extremaunción, «porque quería oír todo el oficio y responder a él"[7].

     «Acabado el oficio -continúa el Padre Cuevas- llamó a todos los novicios y les hizo una plática, en la cual, entre otras cosas que les dixo, les encargó mucho que tuviesen cada día un rato de meditación de la Pasión de Nuestro Señor, y que cada día hiciesen examen de su conciencia, y que siempre procurasen cerrar la puerta del corazón a todas las cosas del mundo, y que fuesen muy observantes en su religión, y con esto, besándole los novicios la mano, les dio su bendición. Fuímonos todos y él se quedó encomendándose a Nuestro Señor como siempre lo estaba haciendo. Tornéle yo después a hablar y le fui siempre visitando algunas veces, diciéndole algunas cosas espirituales, porque él holgaba de ello, que, aunque ya no podía hablar, preguntándoselo yo, por señas me lo daba a entender, y, leyéndole algunos ratos de la Pasión de Nuestro Señor, le pregunté si lo entendía, y díxome que sí; y, preguntándole si tenía algún dolor grande que le impidiese a pensar en Dios, me hizo señas con la mano diciéndome que no. Y pocas horas antes que muriese pidió que le pusiesen en las andas o féretro para descansar allí, y assí se fue acabando poco a poco sin hacer muestras de dolor ni trabajo. Y fue su muerte tan sosegada y dichosa como él la pudiera escoger».

También el P. Juan de las Cuevas, por encargo del P. Prior, que ya había llegado al convento, le hizo a Fray Luis de Granada «todo el oficio del entierro». Tuvo lugar el entierro -dice el citado Padre en su carta- «a las cuatro de la tarde del día de Año Nuevo, y movióse toda la ciudad, y concurrió tanta gente que apenas nos lo dexaban enterrar, y fue tanta la devoción del pueblo que se ahogaban por llegar a vede y besar la ropa y tocar rosarios en su rostro. Y cuando le llevábamos a la sepultura le fueron cortando la capa y los hábitos para reliquias, de suerte que casi le echaron desnudo en la sepultura, y si no le defendieran los religiosos, no le quedara hilo de ropa; hasta un diente solo, que tenía en vida, se lo quitaron en muerte»[8].

Después de contar otros detalles y de ponderar la santidad del Padre Granada y de la veneración en que le tenía la gente, termina su carta el Padre Juan de las Cuevas con estas palabras: «He querido escribir a Vuestra Paternidad todas estas cosas, entendiendo que recibirá consuelo en ellas, y que harán lo mismo todos esos Padres; y también para que Vuestra Paternidad lo haga encomendar a Nuestro Señor, que, aunque yo me persuado de que está gozando de Dios en el cielo, pero, como desto no podemos tener seguridad, es justo que todos lo encomendemos a Dios, pues todos se lo debemos»[9].

 

2.  ESTUDIOS MÁS RECIENTES SOBRE EL PADRE GRANADA

 En los tres últimos años, con motivo de la celebración del cuarto centenario de la muerte, han aparecido estudios muy interesantes sobre fray Luis de Granada. En la revista «Ciencia Tomista» de 1986 publicó un artículo uno de los mejores conocedores de la espiritualidad del Padre Granada. Es éste Atilano Rico Seco y se titula su estudio Fray Luis de Granada, maestro predilecto de santa Teresa[10]. Da a fray Luis un puesto clave en la gran obra de sistematizar y ordenar la rica y exuberante espiritualidad de la España de la primera mitad del siglo XVI, creándose de esta forma «la gran escuela española de espiritualidad, que llegaría a su máximo esplendor en santa Teresa y en San Juan de la Cruz[11].

Aparte las citas que hace la santa de los libros del P. Granada en sus obras, la carta que le dirige y la recomendación que hace de su lectura en las constituciones carmelitanas, cree el autor de este artículo -Atilano Rico Seco- que santa Teresa de Jesús pende de Luis de Granada en puntos cumbres de su espiritualidad. Sea el primer punto la interacción entre la ascética y la mística. Si es cierto que los dones místicos prevalecen y destacan más en los grados más altos de la vida espiritual cristiana, no es menos cierto que se dan también, aunque con menos frecuencia y quizás con no tanta intensidad, en los grados inferiores, e incluso al principio de esa vida espiritual, en que Dios regala con sus consuelos a las almas de los principiantes, para que sientan gusto por la oración y disgusto por el pecado[12].

El segundo punto cumbre de la espiritualidad de santa Teresa, en que piensa Rico Seco que la santa pende fray Luis de Granada, es el referente a la veneración de la Sacratísima Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo en los más altos grados de oración. Algunos autores espirituales y directores de almas creían que a esas alturas estorbaba toda consideración y todo pensamiento en cualquiera de los seres creados, aunque éste fuera la Humanidad Santísima del Salvador. Fray Luis de Granada había rechazado esa doctrina y sostenía -son sus palabras- «que así como entre todas las obras de Dios la más alta y más esclarecida fue la Sacratísima Humanidad de Cristo, así ella es la que más altamente nos levanta al conocimiento de la Divinidad y la que más descubre la grandeza de las perfecciones divinas... Por aquí suben los hombres al conocimiento de Dios y descienden al de sí mismos». Santa Teresa se aferra a esta doctrina del Padre Granada en oposición decidida a otros teólogos que pensaban lo contrario, y contra el parecer de algunos confesores que la prohibían avanzar por ese luminoso camino[13].

El tercer punto cumbre estudiado por Rico Seco, y en el que piensa que santa Teresa pende de fray Luis de Granada, versa sobre la necesidad de la actuación de la gracia, para que se dé la contemplación sobrenatural. Algunos autores defendían que en los grados más elevados de la perfección cristiana, el hombre podía ponerse en contemplación sobrenatural por sus solas fuerzas, cuando quisiera. Fray Luis atribuye toda contemplación sobrenatural a la actuación de la divina gracia y previene contra el peligro de «atribuir a reglas y artificios humanos lo que es pura dádiva y misericordia del Señor». Santa Teresa corrobora esto cuando escribe: «yo no puedo persuadirme a industrias humanas en cosas que parece que puso su Majestad límites y las quiso dejar para sí»[14].

Este mismo autor, Atilano Rico Seco, escribió otro buen artículo en «Ciencia Tomista» de 1988. Le da este en apariencia atrevido títuló: Fray Luis de Granada, maestro de San Juan de la Cruz[15]. Encabeza su estudio con un texto de Ramón Menéndez Pidal, que considera los años 1555-1585 como «un extraordinario culminar de la literatura religiosa» en España; cita a los grandes escritores místicos de esos treinta años: fray Luis de León, santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y fray Luis de Granada, de quien afirma en ese párrafo Menéndez Pidal que es el «maestro de todos»[16].

   El espiritualista Rico Seco cree que se puede demostrar que este magisterio de místicos lo ejerció el Padre Granada de una manera muy eficiente en San Juan de la Cruz. Tiende para ello unas posibles coordenadas de futuras investigaciones. Recurre en primer término a un conjunto de textos del santo, que pone en paralelo con otros de fray Luis de Granada, advirtiendo en aquéllos claras reminiscencias de palabras, expresiones y comparaciones con los de fray Luis. Recoge en segundo lugar algunas importantes coincidencias doctrinales en cuestiones entonces debatidas: la necesidad de la vida contemplativa y de la oración de contemplación contra el excesivo activismo de la época; la cristianización de los elementos naturalmente buenos del Renacimiento contra las tendencias paganizantes; la relación, antes señalada en santa Teresa, entre ascética y mística, y entre contemplación y perfección cristiana, en todo lo cual San Juan de la Cruz sigue la típica doctrina granadina anteriormente indicada. La tercera y última clase de pruebas sobre el magisterio del Padre Granada en San Juan de la Cruz hace referencia a la utilización, y principalmente a la identidad de significado, de ciertas alegorías para expresar algunos fenómenos de la vida espiritual o mística.

Otro estudio reciente para comprender la vida y la obra del Padre Granada es el publicado el año pasado de 1988 por el dominico catedrático de la Universidad de Santo Tomás de Roma, Padre Álvaro Huerga, que se titula Fray Luis de Granada. Una vida al servicio de la iglesia[17]. Sobre esta obra ofrecimos una nota-comentario en «Ciencia Tomista» de ese año. Es la biografía más completa que tenemos hoy día sobre Luis de Granada[18]. El célebre Granadista Justo Cuervo nos ofreció en el siglo XIX, como fruto de sus investigaciones en tono a la celebración del tercer centenario de la muerte de fray Luis, una buena biografía breve, con nuevos documentos exhumados por él, y prometió otra más amplia y completa, pero sus otras tareas científicas se lo impidieron[19]. La de Álvaro Huerga es científica y también literaria; escrita en un lenguaje de gran belleza narrativa, que hace deleitable su lectura. En este libro se nos ofrece además la ambientación histórica de las obras de fray Luis, y se nos describen las distintas situaciones psicológicas y espirituales del alma extraordinaria del P. Granada, que vibra infalible ante las maravillas de la naturaleza y de la gracia. El nos comunica de modo espontáneo en sus libros, sermones y cartas lo que a borbotones desborda la plenitud de su sensibilidad y de su mente: sus observaciones, sus sentires, su ciencia teológica y su sabiduría mística.

Sorprendente y muy valiosa es otra obra de 1988 sobre Luis de Granada. Es su autora la investigadora portuguesa María Idalina Resina Rodríguez, y se titula su libro Fray Luis de Granada y la literatura de espiritualidad en Portugal (1554-1632)[20]. Resina Rodríguez considera a fray Luis de Granada un clásico de la literatura portuguesa. Sus obras en portugués figuran entre las autoridades que se tuvieron en cuenta en el siglo XVIII para elaborar el diccionario de la Academia de la Lengua de Portugal[21].

La obra de esta autora es muy extensa y completa sobre el temario granadino. Estudia el contenido de los principales escritos con sus mutuas interrelaciones y con los distintos elementos y aportaciones, con que sucesivamente va completando su obra y su pensamiento. Nos ofrece un cuadro de las influencias sufridas por el P. Granada de parte de diferentes escuelas y autores, y del influjo que a su vez fray Luis de Granada ejerció en otros escritores. Nos habla de la gran aceptación de sus libros como lectura asidua de meditación en el mundo de los laicos, en el clero secular y en las grandes órdenes religiosas: carmelitas, agustinos, franciscanos, jesuitas, dominicos... Finalmente se nos expone en un amplio y denso capítulo el impacto granadino en la literatura espiritual portuguesa.

Con motivo del cuarto centenario de la muerte de fray Luis de Granada ha sido reeditada una obra muy meritoria, que escribiera en su juventud Pedro Laín Entralgo. Es su título La antropología en la obra de Fray Luis de Granada[22]. Esta edición de 1988 es facsimilar de la de 1946. Divide su obra Laín Entralgo en tres partes: el mundo visible, la antropología, y el optimismo y pesimismo de fray Luis de Granada. Es ésta tercera parte, dedicada al optimismo-pesimismo sobre la que recapacita de nuevo en el «prólogo de la segunda edición» de 1988. Fray Luis parece partir de cierto pesimismo acerca del hombre en la primera de sus grandes obras, el Libro de la oración y meditación. Conforme va avanzando en su conocimiento de la naturaleza humana y en su tarea de escritor ascético-místico va acrecentando su optimismo, que se refleja claramente en sus otros dos monumentales libros, el Memorial de la vida cristiana y la redacción definitiva de la Guía de pecadores aparecida en 1567. Ese optimismo del P. Granada llega a una explosión de fervor en sus meditaciones sobre la creación entera y sobre el hombre mismo en la grandiosa obra de su vejez, la Introducción al Símbolo de la vez, publicada en Salamanca en 1583, cuando tenía 79 años.

¿A qué se debe ese subir del pesimismo de este valle de lágrimas al optimismo de la más exultante canción de alabanza de la naturaleza y de la gracia a su creador? Laín Entralgo sugiere en tres interrogantes tres posibles motores de ese creciente optimismo de fray Luis de Granada. La primera causa podría ser la reacción contra la condena inquisitorial de tres de sus libros; los hombres grandes se crecen ante las dificultades y con las luchas. La segunda causa puede ser -dice- «la mutación psicológica que trae consigo el proceso de la senescencia»; la ancianidad o la senescencia en las almas nobles engendra optimismo. La tercera causa o circunstancia que ambienta ese optimismo de fray Luis de Granada pudo ser la atmósfera de seguridad y confianza que se respira en España, después de la victoria de Lepanto; un peligroso enemigo -secular pesadilla de los españoles- había sido alejado; el mar Mediterráneo es dominado por España, que con las espaldas seguras puede mirar optimista el futuro. La catástrofe de la armada Invencible aminoraría ese optimismo nacional; pero esto era en 1588, año en que muere fray Luis.

Estas causas, tan inteligentemente diseñadas por Laín Entralgo, podrían considerarse ambientales. Un teólogo quizás mirara más al fondo de la misma espiritualidad, que, si bien entre los hombres no puede prescindir por completo de las circunstancias, traspasa de suyo las fronteras del lugar, del tiempo y de los otros predicamentos humanos y se funda y se afianza sobre bases más seguras y transcendentes. Le vemos extasiado, contemplando la naturaleza; pero le seduce más el mundo interior del alma. Fray Luis va descubriendo cada vez mejor las infinitas virtualidades de la gracia, y la variedad sin número y la hermosura cautivadora de sus actuaciones en las almas espirituales, y en la suya propia. Eso le engendra un optimismo, que crece al paso de esos descubrimientos del mundo interior sobrenatural, y le hace estallar de alegría -como dejamos consignado en el primero de nuestros parágrafos- cuando le anuncian la cercanía de su muerte, que es para él simplemente el paso hacia una vida pletórica de un sinfín de optimismo tanto en amplitud como en intensidad.

Las Actas del Congreso Internacional sobre Fray Luis de Granada. Su obra y su tiempo, celebrado en Granada entre los días 27 y 30 de septiembre de 1988, con motivo del cuarto centenario de su muerte, serán un auxiliar de gran envergadura para conocer las facetas más varias de la personalidad, del valor de sus escritos y de la trascendencia de su espiritualidad. Fueron divididas las aportaciones al congreso en seis áreas con estudios monográficos de especialistas en diversos aspectos de esas áreas. Las seis secciones o áreas de carácter más general eran las siguientes: 1.a, ambientación histórica, artística y espiritual de las sucesivas etapas de la vida de fray Luis de Granada; 2.a, el lenguaje en la obra literaria de fray Luis; 3.3, su pensamiento antropológico; 4.3, la teología que transpiran sus escritos; 5.a, su contribución a la reforma de la Iglesia; 6.a, relaciones con otras personalidades y con diferentes movimientos ideológicos.

La revista científica «Angelicum», de la Universidad de Santo Tomás de Roma, ha dedicado un número o fascículo muy interesante de 1988 a fray Luis de Granada. En las primeras páginas, de presentación, se nos recuerdan los elogios que se ha merecido el Padre Granada, su virtud, sus libros y su doctrina. Recoge en particular los elogios de Gregorio XIII, Santa Teresa de Jesús, San Carlos Borromeo y San Francisco de Sales.

   Es un sobresaliente muestrario; podían haberse añadido los elogios y aprobaciones del Concilio de Trento, del Papa Pío IV y de tantas otras autoridades, y de sabios y de santos. Se ensalza también en la presentación de ese fascículo de «Angelicum» la sabiduría teológica integral, intelectivo-afectiva, que rezuman los escritos de fray Luis. vienen luego cinco estudios sobre diversos aspectos de la espiritualidad granadina: el biblismo de Luis de Granada; el parentesco entte la espiritualidad de Santa Teresa de Jesús y la de fray Luis; el iluminismo místico del Padre Granada ante los extremos de la mística de los alumbrados y la antimística de los tribunales inquisitoriales; siguen otros dos interesantes estudios de amplios horizontes en este número de «Angelicum», que son el referente a fray Luis como el teólogo y el maestro espiritual de los laicos (y no sólo de los clérigos y religiosos), y finalmente el artículo dedicado a la espiritualidad del llamado «desierto interior» o vida fuerte de oración y meditación según las obras de fray Luis de Granada[23].

 

 3. TRES OBRAS DE FRAY LUIS EN EL ÍNDICE DE LIBROS PROHIBIDOS

 Muchos dividen en dos etapas la vida literaria de fray Luis de Granada: antes de 1559 y después de 1559. También muchos, guiados por los grandes investigadores, dividen la literatura religiosa española del Siglo de Oro en esas dos mismas etapas: antes de 1559 y después de 1559[24]. La razón es clara. En 1559 aparece el primer catálogo general de libros prohibidos por la Inquisición española. Ante los focos de luteranismo encontrados en 1556 por el Santo Oficio de la Inquisición en Valladolid y en Sevilla con los consiguientes procesos, el inquisidor general Fernando de Valdés decide actuar con cetro de hierro en todo su imperio religioso español. Todo libro que tuviera algunas frases o algunas palabras que evocaran la espiritualidad intimista o los temas predilectos característicos de los alumbrados o de los luteranos eran, sin más contemplaciones, condenados al ergástulo de aquel Índice, que prohibía su difusión, su retención y su lectura, debiéndose entregar sus ejemplares a la Inquisición, bien para ser pasto de las llamas, bien para su necesaria corrección en caso de permitirse de nuevo su salida.

Sobre los catálogos de libros prohibidos del siglo XVI contamos hoy con una obra monumental. Es la dirigida por J, Martínez de Bujanda, y titulada lndex des livres interdits. La publica el Centre d'Études de la Renaissance de Sherbrooke (Canadá). En ella se nos ofrece la edición crítica de todos los índices de libros prohibidos del siglo XVI con estudios científicos sobre ellos. Publicaron su primer volumen en 1984; en el programa anunciado son once los volúmenes de que constará la obra, faltando todavía algunos por publicar.    

En España, artes del Índice del Inquisidor Fernando de Valdés de 1559, habían aparecido ya cinco catálogos de libros prohibidos, pero todos ellos de un alcance limitado, sea en cuanto al lugar o extensión geográfica, sea en cuanto al contenido o género de libros que se prohibían. Así en 1551 aparecieron los cuatros primeros Índices en cuatro distintas ciudades, publicados por sus cuatro correspondientes tribunales de Inquisición: Toledo, Valladolid, Sevilla y Valencia. En 1554 fue impreso en Valladolid el quinto de los catálogos españoles de libros prohibidos; hacía referencia a las ediciones de las Sagradas Escrituras y se conoce ordinariamente con el nombre de «censura inquisitorial de Biblias”[25].    

El más famoso de todos los catálogos de libros prohibidos por su rigor en la búsqueda de obras para su condena, por su criterio el más estricto en el enjuiciamiento de las obras, por su carácter el más general y extenso para todo el inmenso imperio español, y por la categoría, la más alta, de las personas y de las obras condenadas, es el de 1559. De él se hicieron varias ediciones no bien conocidas ni distinguidas todavía, en cada una de las cuales se iban añadiendo nuevos libros a esta llameante cárcel de papel.   

De la primera edición de este Índice de 1559, también llamada por los estudiosos «edición A», se conservan bastantes ejemplares. Edición sumamente rara es la segunda o «edición B», que se hizo en Valladolid en ese mismo año de 1559; de ésta sólo se conocen en el mundo dos ejemplares localizados: uno en el Instituto Histórico de San Esteban de Salamanca y otro en la Biblioteca Nacional de Madrid[26]. En la página 41 de esta segunda edición del catálogo de Valdés se prohíben tres obras de fray Luis de Granada: el Libro de la Oración y Meditación, la Guia de pecadores y el Manual de diversas oraciones y espirituales  ejercicios.

Tengamos en cuenta que fray Luis de Granada en ese año de 1559 ya es un autor universal, conocido internacional mente. Era Provincial de la Provincia dominicana de Portugal con un gran prestigio ante la corte, ante la jerarquía eclesiástica y ante el pueblo de esa nación y de España, que escuchaban entusiasmados sus sermones y consejos, y que leían ansiosamente sus libros por la insondable riqueza de su doctrina espiritual y por la belleza difícilmente igualable de su lenguaje. Y, por si esto fuera poco, sus obras comenzaban a traducirse entonces a las principales lenguas europeas.

Antes de esa condena de 1559, su Libro de la oración y de meditación, que comenzó a imprimirse en 1554, contaba ya con 26 ediciones en castellano, y se había editado una vez en italiano, y, como en la mayor parte de Italia no tenía vigor la prohibición española del catálogo inquisitorial, aquella primera redacción del Libro de la oración y meditación siguió imprimiéndose otras tres veces en lengua italiana.

La Guía de pecadores tiene dos redacciones muy diferentes. La primera es anterior a 1559, que, como dice fray Luis en el prólogo, es un anticipo para otra Gula más completa y mejor ordenada, que sería la definitiva; es la redacción segunda, la más famosa y muchísimo más editada, que se imprimió por primera vez en Salamanca en 1567. La primera redacción o primera Gula salió en dos tomos: el primero en 1556, y el segundo en 1557. Esta es la segunda de las obras condenadas eh el catálogo de Valdés. Antes de su condena en 1559 contaba ya esta Gula de pecadores con once ediciones en Castellano. De esta primera redacción, a pesar de su inserción en el Índice se hicieron tres ediciones en lengua italiana (en 1562, en 1564 y en 1685), se publicó en francés en 1583, fue impresa en japonés en 1589 y en lengua griega en 1628.

La tercera de las obras incluida en el Índice de libros prohibidos de Fernando de Valdés era el Manual de diversas oraciones y espirituales ejercicios. Había aparecido por vez primera impreso a finales de 1557 o principios de 1558 (no se consigna el año en la edición primera). Pues bien, antes de ser condenada en 1559, conoció en esos dos años escasos seis ediciones.

Añadamos a esto que fray Luis de Granada entre 1555 y 1558 imprimió ocho pequeños tratados espirituales, que se difundieron enseguida y que tuvieron la fortuna de no ser requisados por la Inquisición. Y, para complemento y broche de oro de esta producción granadina antes de su condena de 1559, está su traducción de la Imitación de Cristo al castellano, que se imprimió por primera vez en 1536 y que tuvo 16 ediciones hasta 1558, vísperas de ser incluidas las tres obras anteriormente descritas de fray Luis en la terrible cárcel del Índice de libros prohibidos de la Santa Inquisición[27].

Todo esto, que acabamos de escribir, nos prueba la gran popularidad de fray Luis de Granada al caer aquella espada de fuego sobre su obra. Al enterarse fray Luis de que sus escritos iban a ser incluidos en el catálogo de libros prohibidos que se preparaba en España, deja su convento de Santo Domingo de Lisboa, donde residía como Provincial de los dominicos de Portugal, y se encamina presuroso a Valladolid, por si podía evitar la catástrofe con su actuación personal y la influencia de sus amigos.

La consigna de examen de los libros, dada por el Inquisidor General Fernando de Valdés, no podía ser más dura, y el rasero, para medir el sentido de los términos, no podía haberse colocado más bajo. Las palabras y las frases debían juzgarse «como suenan» («ut iacent»), en sí mismas y aisladas de todo contexto. Los censores, por muy buenos teólogos que fueran, debían someter los libros a ese criterio, nada científico bajo ningún punto de vista, ni el teológico ni el meramente lingüístico.

Los teólogos censores, por otra parte, eran intelectualistas natos, enemigos de toda piedad intimista, y tanto más enemigos cuanto más se desbordaba en afectos aquella espiritualidad. Se consideran representantes de la tradición oficial de la Iglesia y se muestran adversos a todas las innovaciones, a las que juzgan sin más peligrosas o tendentes a la herejía. Para ellos el pueblo, los laicos, no deben entrar en contacto directo con los textos de la Sagrada Escritura. Es la jerarquía la única encargada por Dios para ello. Con su potestad de magisterio, recibida en exclusiva de Jesucristo, enseña la Biblia a todo el resto de la Iglesia, y lo que los diversos pasajes de esos libros sagrados significan. Y esto lo hará la jerarquía de viva voz, bien por sí misma, bien por sus sacerdotes, ministros y doctores. No se pueden por ello traducir, ni en todo ni en parte, los libros bíblicos a las lenguas vulgares o del pueblo, para que los seglares y los no preparados para su verdadera inteligencia los lean, los interpreten a su antojo y resbalen hacia la herejía.

Algo parecido era necesario tener en cuenta con los libros de meditación o que invitan a la oración mental y preparan al hombre para ella. El pueblo, los seglares, según esos teólogos e inquisidores, no pueden dedicarse a la meditación y contemplación, que están reservadas a gente selecta, como sacerdotes, monjes, religiosos: personas siempre consagradas a Dios o a su servicio. Las personas del mundo, los seglares, por su ignorancia o por su falta de preparación fácilmente se creen enseguida invadidas por el Espíritu Santo, y siguen la vía herética de los alumbrados, que no obedecen ni quieren saber nada con la jerarquía. El pueblo debe contentarse con la oración vocal y con las devociones externas de ceremonias, gestos, peregrinaciones, procesiones, etc. No se pueden por consiguiente escribir en romance o lenguas populares libros de altas meditaciones, con los que la gente sencilla pudiera desviarse hacia interpretaciones heterodoxas de las verdades de nuestra fe.

Eran criterios que sólo se entienden de alguna manera, sin que sea fácil una justificación auténtica, en aquella atmósfera de invasión herética. La Iglesia Católica había perdido naciones enteras, y casi media Europa había sucumbido a las nuevas herejías, y focos aislados de éstas brotaban por doquier en las naciones aún católicas, a pesar de la estrechísima vigilancia de los monarcas y de los tribunales inquisitoriales. .Hoy no lo entenderíamos. Sólo en aquel ambiente se explica que se condenara cualquier traducción de la Biblia al castellano o a cualquier lengua vulgar, fuera traducida en todo o en parte. El catálogo de Fernando de Valdés sólo permite ediciones de los libros de la Sagrada Escritura en hebreo, caldeo, griego y latín. La Biblia tenía que seguir siendo el misterio de los misterios, que sólo podía ser conocido en esas lenguas o a través del velo de los sacerdotes o encargados de explicar la palabra de Dios al resto de los creyentes[28].

Después de esa condena de las ediciones populares de los libros sagrados, no deben extrañarnos nada las condenas que siguen de otros libros, aunque sus autores sean unos santos. En efecto, el citado Índice de Valdés condena una obra de San Juan de Ávila titulada Avisos y reglas christianas para los que dessean servir a Dios aprovechando en el camino espiritual, en que se comentan las palabras del Salmo 44, 11 «Escucha, hija; inclina tu oído»[29]. Se condenan también los «Commentarios del Reverendísimo fray Bartholomé Carranza de Miranda, Arzobispo de Toledo, sobre el Catechismo Christiano, divididos en quatro partes[30]. Incluye asimismo este catálogo inquisitorial el libro «Obras del Christiano, compuesto por don Francisco de Borja, Duque de Gandía»[31], que no es otro que el futuro jesuita y Prepósito General de la Compañía de Jesús, San Francisco de Borja. Y ya citamos las tres obras condenadas de fray Luis de Granada.

 

4. DOCTRINAS DEL P. GRANADA CENSURADAS POR LA INQUISICIÓN

Limitándonos a fray Luis de Granada ¿qué pudieron encontrar de censurable los consultores del Santo Oficio para incluir sus libros en el Índice? No se conservan censuras de carácter oficial de las obras de Fray Luis, pero Melchor Cano en su censura oficial sobre los Comentarios al Catecismo Cristiano de Bartolomé Carranza, aprovechó el gran aprecio de éste por los escritos de fray Luis, para hacer un inciso de recriminación dura contra el P. Granada. Estas son sus palabras:

«A fray Luis le podía la Iglesia reprender gravemente en tres cosas. La una, en que pretendió hacer contemplativos e perfectos a todos e enseñar al pueblo en castellano lo que a pocos de él conviene, porque muy pocos populares pretenderán ir a la perfección por el camino de fray Luis que no se desvaraten en los ejercicios de la vida activa competentes a sus estados. E por el provecho de algunos pocos dar por escrito doctrina en que muchos peligrararán, por no tener fuerzas ni capacidad para ello, siempre se tuvo por indiscreción perjudicial al bien público e contraria a el seso e prudencia de San Pablo...

Lo otro, en que fray Luis será justamente reprendido, es en haber prometido camino de perfección común e general a todos los estados sin votos de castidad, pobreza e obediencia, lo cual arriba se notó en el autor como error adverso al Evangelio, al uso de los Apóstoles e a la doctrina eclesiástica[32].

Finalmente en aquel Libro (de la oración y meditación) de fray Luis que el autor (fray Bartolomé Carranza) aquí declara, hay algunos graves errores que tienen un cierto sabor de la herejía de los alumbrados, e aun otros que manifiestamente contradicen a la fe e doctrina católica»[33].

¿Qué doctrinas había en las tres obras condenadas de fray Luis, que tanto asustaban a la Inquisición? Entre los temas peligrosos y que despertaba las iras del Inquisidor Valdés y las de su teólogo asesor Melchor Cano, porque pudieran evocar las doctrinas predilectas de los alumbrados y de los luteranos se encontraban los siguientes: pasajes largos de la Biblia en lengua romance, supervaloración de la oración mental con respecto a la vocal, el Cuerpo Místico de Cristo sin connotaciones suficientes sobre la organización jerárquica de la Iglesia, la comunicación de los méritos de Cristo sin referencia a la necesidad o concausalidad de las obras, la consideración de los beneficios divinos sin atención al esfuerzo o necesaria correspondencia por parte del hombre, la justificación por la fe sin indicar al mismo tiempo la cooperación voluntaria y libre del hombre, la frecuencia de los sacramentos de la penitencia y eucaristía, particularmente del sacramento de la eucaristía sin hacer referencia a la confesión sacramental y purificación preparatoria para recibir tan alto sacramento como es la comunión del cuerpo y de la sangre de Jesucristo[34].  

Hay además otros dos temas muy especiales, aunque relacionados con los anteriores, sobre los que aplicaban su lupa de los mayores aumentos los inquisidores, por ver el sentido y el alcance que les daban los autores espirituales en sus libros. Eran estos dos temas: primero, la veneración de la Humanidad de Cristo, si se tendía a eliminarla en sus meditaciones para lanzarse derechos a la unión con la Divinidad sin intermediarios, como hacían los alumbrados, y, segundo, la comunicación de méritos entre los cristianos, por ese mismo motivo de unión a Dios directa, con desprecio de las mediaciones, oraciones y veneraciones de los santos, incluida la misma Madre de Dios.

La obra de fray Luis de Granada más cicateramente examinada por los censores de la Inquisición fue el Libro de la oración y meditación. A él se dirigen las referencias más explícitas que conocemos. Las otras dos obras aparecieron como complementos de ese Libro. En efecto, fray Luis en el prólogo de esta obra dice que constará de tres partes: en la primera ofrece el material de meditación más apropiado para la vida espiritual del cristiano; en la segunda se propone excitar la devoción del creyente en Jesucristo para lanzarlo a llevar una vida regular de oración, y en la tercera parte del libro presentará un conjunto de oraciones que disponen el alma para hacer con el máximo provecho la confesión sacramental, la sagrada comunión y la meditación de los misterios de nuestra fe[35].

En el desarrollo de este programa el Padre Granada declara que se extendió tanto en las dos primeras partes que iban formando ya un volumen demasiado grande. Por ello decidió dejar la tercera parte, que recogía el conjunto mencionado de oraciones para un segundo volumen. Para darle mayor apariencia, añadiría «algunos complementos» todavía no especificados. Así lo dejó escrito en una nota al lector al final de la edición primera[36].

La Gu{a de pecadores, que sacó a la luz en los años 1556/ y 1557, venía a cumplir esa promesa hecha al final del Libro de la oración y meditación. Pretendió primeramente hacer un pequeño volumen para vademecum de los predicadores, que se lo habían suplicado, y concibió la obra en cuatro secciones o libros. El acabar el libro segundo observó que ya había escrito mucho para el pequeño volumen que él había proyectado. No tuvo más remedio que poner fin ahí, añadiendo esta advertencia: «este volumen, christiano lector, cresció más de lo que se pensaba y por esto lo que resta va en otro volumen»[37]. Esta segunda parte o segundo volumen de la Guía de pecadores lo publicó fray Luis de Granada al año siguiente, 1557. Tanto en el volumen de 1556 como en el de 1557 fray Luis reproduce en su Guía de pecadores muy abundantes y extensos pasajes de la Biblia en lengua castellana, particularmente de los Evangelios y de las Epístolas de San Pablo.

Este abierto biblismo frente a los criterios cerrados de los tribunales inquisitoriales cree Justo Cuervo que fue la única razón que tuvo el Santo Tribunal para incluir la Guía del P. Granada, en sus dos volúmenes, en el Indice de libros prohibidos[38]. También debió influir en ello el presentarse la Guía de pecadores, según hemos consignado, como un complemento del Libro de la oración y meditación y conservar su mismo espíritu.

Si la Guía de pecadores la había concebido fray Luis de Granada, según sus palabras, como complemento del Libro de la oración y meditación, la tercera obra de fray Luis condenada en el catálogo de Valdés y titulada Manual de oraciones y espirituales ejercicios es presentada por el propio Padre Granada como un extracto, aunque con su personalidad independiente, de la citada Guía. De esta manera las tres obras por voluntad de su autor aparecen íntimamente unidas entre sí, y unidas también entraron a formar parte del catálogo de libros prohibidos de 1559. Al principio de este Manual de oraciones dice expresamente fray Luis de Granada en sus palabras al lector: «parecióme sería bien recoger aquí algunas oraciones y meditaciones sacadas por la mayor parte del libro llamado Guía de pecadores, para que sirviesen como de unas horas de rezar y de un pequeño manual que se pudiese traer en el seno, para despertar con él nuestra devoción todas las veces que la muchedumbre de los negocios deste siglo resfriase nuestro corazón»[39].

La edición primera del Manual de Oraciones y espirituales ejercicios apareció en Lisboa sin indicación de año, pero debió ser a finales de 1557, pues en él se cita el segundo volumen de la Guía de pecadores, que apareció en ese año. También pudo tener lugar la primera impresión de este Manual de oraciones en Lisboa a principios de 1558, lo más tarde, pues de este año se conoce una reedición efectuada en Amberes. Esa confesión del propio Padre Granada de la dependencia del Manual con respecto a la Guía, igualmente que el hecho de extraer de la Guía gran parte de su material, facilitaba la actitud condenatoria de la Inquisición. Por otra parte fray Luis en el Manual de oraciones y espirituales ejercicios cita varias veces al exquisito espiritual italiano. Serafín de Fermo, incluido también en el Índice español de 1559[40].

Las razones indicadas eran más que suficientes ante los inquisidores españoles para condenar el Manual de oraciones de fray Luis de Granada. Pero es que además fray Luis iba perfeccionando y organizando cada vez más sus obras en las nuevas ediciones, sin advertir que 1 muchas veces, de la forma más ingenua, iba añadiendo leña al fuego: de las furias inquisitoriales y facilitando por consiguiente los argumentos a la actitud condenatoria de la santa Inquisición. En efecto, en mayo de 1559, unos meses antes de la publicación del Índice de Valdés, publicó fray de Granada en Lisboa otra edición del Manual de oraciones y espirituales ejercicios, superando grandemente la primera edición: hizo una distribución más organizada del material; le dio una finalidad o un alcance más amplio, para que sirviera no sólo para los laicos (como la edición anterior), sino también para los religiosos, y se permitió exponer toda la vida de Jesucristo, desde el nacimiento hasta la ascensión a los cielos, con los textos escriturísticos de los Evangelios traducidos al castellano.

Como arguyó con respecto a la Guía de pecadores, Justo Cuervo piensa que fueron estos textos tan numerosos de los Evangelios traducidos al castellano los que indujeron a la Inquisición a condenar este Manual de oraciones. Precisa incluso Justo Cuervo que fue en concreto esta edición de 1559, que rehace las anteriores y ofrece el texto definitivo de la obra, la que fue incluida en el catálogo valdesiano[41]. Otros estudiosos piensa de otro modo, a saber, que la condenación vino también sobre las ediciones primeras, y además de la razón indicada por Cuervo, por los motivos que señalamos ya anteriormente: su dependencia de la Guía de pecadores, su espíritu similar al del Libro de la oración y meditación y el citar a un autor también incluido por ellos en el Índice, es decir, a Serafín de Fermo.

 

5. CAMBIOS OPERADOS POR FRAY LUIS EN SUS LIBROS PROHIBIDOS

Vayamos ahora a la obra madre de todas, origen directo de la Guía e indirecto del Manual: el Libro de la oración y meditación. Veamos en concreto los puntos que debieron ser en este Libro motivo de censura condenatoria por parte del santo Tribunal. Tal como apareció en 1554 el primer tema que iba a suscitar una polémica inmediata era el hecho de poner la contemplación al alcance de todos los creyentes, incluso de la gente más humilde y de conocimientos religiosos más elementales. Defender la necesidad de la oración mental con posible detrimento de la oración vocal era en aquellos tiempos caminar por senderos peligrosos y cuidadosamente vigilados. Toca este asunto fray Luis de Granada en los capítulos 2 y 5 de la primera parte. Todo cuanto ahí leemos es hoy admisible, pero entonces vieron en ello cierto sabor de carácter iluminista, que evocaba los excesos de los alumbrados.

Algo debió presentir fray Luis de Granada muy pronto, pues dos años más tarde introdujo algunos cambios, suavizando algo sus expresiones, para que quedara algo más resaltada la necesidad y conveniencia de la oración vocal. Justo Cuervo estudia detenidamente estos cambios o variantes en el tomo segundo de la edición crítica que hizo de las obras castellanas del Padre Granada[42]. En la redacción de 1556 cuidó asimismo fray Luis de suprimir algún párrafo que parecía llevar consigo cierto menosprecio de los rezos u oraciones vocales, como si éstas fueran sólo propias o exclusivas de los no iniciados en el camino de la perfección cristiana. La oración vocal, según eso, debía ser considerada como menos perfecta que la mental, y su misión no era otra que la de preparar al hombre para ésta. En consecuencia, cuando el alma se encontraba sosegada y dispuesta para la contemplación, debía dejar de hacer uso de toda oración vocal.

Estos cambios que hace fray Luis de Granada en su Libro de la oración .Y meditación antes de la intervención inquisitorial de 1559, piensan algunos que los hace por su espíritu de superación, que es constante en las nuevas exposiciones de sus doctrinas. Otros piensan en la influencia de un dominico, que era maestro de novicios en el convento de Santo Domingo de Lisboa, cuando el Padre Granada era Provincial de los dominicos de Portugal, fray Juan de la Cruz. Este fray Juan era gran amigo y colaborador de fray Luis, pero no pensaba igual que él en cuestiones de espiritualidad. Escribió un libro que puede considerarse clave para la intelección de los debates sobre estas materias en aquellos años tan confusos y de tantas luchas intestinas dentro del mundo eclesiástico. Se titula el libro Diálogo sobre la necesidad y obligación, y provecho de la oración y divinos loores vocales, y de las obras virtuosas y sanctas cerimonias, que usan los christianos, mayormente los religiosos. Defiende aquí fray Juan de la Cruz el valor de la oración vocal y de las ceremonias religiosas en todo el proceso de la perfección cristiana, y no sólo en sus comienzos. La emprende con mucha energía contra los erasmistas y corrientes afines, que desestiman o ridiculizan la piedad externa.

Después de la inclusión del Libro de la oración y meditación en el Índice inquisitorial, da algo más de valor a la oración vocal que en las ediciones anteriores: la considera también indispensable para los avanzados en la perfección sobrenatural, debiendo atenderse a las circunstancias de obligación o de caridad o de estado de concentración para entregarse a una o a otra clase de oración. En la edición corregida, impresa después de su inclusión en el Índice de 1559, que salió a la luz en Salamanca en 1566, en el capítulo quinto de la segunda parte añade dos significativos avisos: el primer aviso es sobre la dignidad y fruto de la oración vocal, y el segundo versa acerca de la dignidad y fruto de las sagradas ceremonias y obras exteriores. No obstante, en todas las redacciones de este libro, anteriores y posteriores al año de 1559, fray Luis de Granada defiende la superioridad de la oración mental con respecto a la vocal, y critica todo lo que sea precipitación d pronunciación rápida, irreflexiva y rutinaria de las oraciones vocales, pensando que tienen eficacia por el mero hecho de recitadas.

Otro de los escollos de muy difícil superación para el tribunal inquisitorial era la reproducción en castellano de amplios textos evangélicos en las meditaciones propuestas para las mañanas de los siete días de la semana. Otro de los temas de choque era la actuación de la gracia sin alusión alguna a las obras. La edición de 1554 del Libro de la oración y meditación tiene dos referencias que pudieron series muy molestas a los compositores del catálogo de libros prohibidos de 1559. La primera, de esas referencias es la que se encuentra al final del prólogo, cuando dice que para el fin de la oración, que es el temor de Dios y la enmienda de la vida «después de la divina gracia, no hay cosa que más aproveche que la profunda y larga consideración de los misterios que en ellas (las meditaciones) se trata». En las ediciones de 1556 y 1566 suprime la frase «después de la divina gracia», pues no se evoca el esfuerzo del hombre, y transforma la frase siguiente de este modo: «una de las cosas que más aprovechan es la profunda y larga consideración...»[43].

La segunda de las citadas referencias es la que hallamos al final del párrafo segundo del capítulo tercero de la segunda parte, en que escribe: «Porque, como dice un doctor, el arrepentimiento del corazón humano sin el espíritu de la gracia, cuanto es mayor, tanto es peor, porque trae consigo desesperación». Estas expresiones fueron suprimidas en las ediciones de 1556 y de 1566[44].

En la edición de 1556 añade fray Luis algunos textos que exaltan las virtudes cristianas y el cumplimiento de los deberes propios del estado y de los compromisos de cada uno, como medios de progresar en la vida cristiana, pero siempre sin quitar la primacía a la oración mental o meditación o contemplación sobre Dios, Jesucristo y sus misterios. Los epígrafes de los parágrafos que añade son muy significativos del deseo de dejar bien claro su aprecio por la colaboración humana en la obra santificadora de la gracia: de la dignidad y fruto de la oración vocal; de la dignidad y fruto de las sagradas ceremonias y obras exteriores; de la reverencia y obediencia que se debe a los doctores y predicadores de la Iglesia; de la discreción que se requiere para examinar los buenos deseos; de que juntamente con la oración se debe ejercitar el hombre en todas las otras virtudes; que cada uno trabaje primero por cumplir las obligaciones de sus estados[45].

Indicábamos antes cierta influencia del dominico Juan de la Cruz en los escritos de fray Luis de Granada en lo que se refiere al mayor áprecio de la oración vocal y actos externos de devoción[46]. Una de esas influencias puede ser la precisión que hace el Padre Granada en el texto impreso de 1556 a un párrafo de la edición de 1554. Dice en 1554 que el hombre devoto, antes que a la oración, debe faltar a los otros negocios; en 1556 hace esta significativa precisión: «a todos los otros negocios que no fueren por Dios»[47].

Otra influencia de fray Juan de la Cruz puede verse en la tercera parte, en el sermón primero (en la parte segunda de este sermón), en que rebaja el valor de la disciplina y observancia de los religiosos, pero sin oración de meditación, y exalta, por contraposición, a los seglares, que en medio de sus negocios tienen tiempo para la prolongada meditación. Algún peligro debió apreciar fray Luis de Granada en estas afirmaciones, pues las quita en la redacción del Libro de la oración y meditación de 1556[48]. Creemos que esta corrección puede ser considerada como una influencia de fray Juan de la Cruz, que se había opuesto enérgicamente a los abusos de este tipo de comparaciones, en las que queda postergada la vida religiosa.

Unas palabras a propósito de la segunda redacción de la Guía de pecadores, que publicó fray Luis de Granada en Salamanca en 1567. Algo hemos indicado antes con respecto al Libro de la Oración y meditación, pero es sobre esta Guía segunda por su gran renovación en relación con la primera, sobre la que los juicios han sido más firmes. Piensan algunos autores, encabezados por don Marcelino Menéndez Pelayo, que la inquisición hizo un gran servicio al Padre Granada. Todavía 10 hemos leído en algún autor reciente, gran conocedor de la espiritualidad de fray Luis. La segunda redacción de la Guía de pecadores es -dicen- una obra maestra: gracias a la inclusión de la primera en el libro del Índice por la Inquisición española. Fray Luis de Granada ante la condena de su obra, se vio obligado a reelaborarla casi por completo y logró en este segundo intento un monumento literario y espiritual para la historia.

Otros no pensamos así. Álvaro Huerga en su obra recentísima sobre Padre Granada lo observa muy atinadamente. El Padre Granada se superaba siempre, cuando retocaba sus libros, y lo hacía por su propio impulso interior, sin necesidad del estimulante inquisitorial; cita el prólogo de la Gula primera, en que fray Luis manifiesta que ofrece sólo Un anticipo de otra Gula más acabada que publicará más adelante. Huerga tiene razón. Hemos visto que el padre Granada sigue ese mismo comportamiento en el Libro de la oración y meditación. Ya antes de ser incluido este libro en el Índice en 1559, el Padre Granada se había superado grandemente en la redacción que hizo del Libro en 1556, con respecto a la de 1554.

Pasará esto mismo con el Memorial de la vida cristiana. Primero hace como un anticipo en la edición de Granada de 1563. Logra una obra maestra en la redacción que publica en Lisboa en 1565, y, como había temas del mayor interés, en los que convenía insistir y que le parecía necesario perfeccionar, escribe las Adiciones al Memorial, que publica en Salamanca en 1574.

La renovación del Manual de diversas oraciones y espirituales ejercicios la hizo el Padre Granada muy tarde. La editó, dice Llaneza, en 1581 en Salamanca. Fray Luis añade en la portada de esta edición del Manual de 1581 las siguientes palabras: «agora nuevamente revisto y acrecentado por el mismo autor con el áureo número, letra dominical y fiestas móviles conforme al kalendario nuevo». Da esta noticia Maximino Llaneza, máximo recopilador de las ediciones de las obras del P. Granada; toma este dato -como el propio Llaneza confiesa- de A. Palau en su Manual del librero[49]. Sin duda que el P. Llaneza no vio de esa edición ejemplar alguno, pues de lo contrario tomaría de él la ficha bibliográfica.

   Justo Cuervo, también muy preocupado acerca de las ediciones de los libro de fray Luis de Granada, dice en una nota a lápiz en su reedición del Manual de oraciones y espirituales ejercicios, según la edición de Lisboa de 1559: «la edición de Lisboa de 1583 tiene el título de Oraciones y espirituales ejercicios..., sin duda por la prohibición de la Inquisición»[50]. La edición de 1583, a la que alude Justo Cuervo, es muy cuidadosamente descrita por Maximino Llaneza en su Bibliografía del V. P. F. Fr. Luis de Granada. Toma esa descripción de un ejemplar de la Biblioteca Nacional de Lisboa; en la portada aparecen añadidas las mismas palabras, que se indicaban con respecto a esa edición fantasma, que pensamos que no existió, de 1581[51]. La expresión «kalendario nuevo», que se añadió en la portada al título de la obra, pienso que hace referencia al calendario reformado por el papa Gregrorio XIII en 1582. Por eso me atrevo a conjeturar que no existió esa edición de 1581 tomada por Llaneza del Manual del librero de Palau, y que tiene razón Cuervo cuando dice que la edición reformada, después de la inclusión en el Indice de 1559, es la de Lisboa de 1583, que suprime en el título las palabras Manual de, y da comienzo al título con las palabras Oraciones y espirituales ejercicios.

 

6. DEL CALVARIO DE LA INQUISICIÓN AL CAMINO DE LA GLORIA 

Fray Luis de Granada quedó muy consternado ante la inclusión de sus tres obras, aquí someramente reseñadas, en el Catálogo de libros prohibidos del Inquisidor General Fernando de Valdés. La oposición de éste y de Melchor Cano no pudo ser más agria y tenaz, a pesar de los influyentes valederos que fray Luis tenía en la corte española, y a pesar del ofrecimiento del propio fray Luis para explicar los pasajes censurados o para corregirlos. El juicio condenatorio de Melchor Cano lo suponemos, después de las palabras duras contra el Padre Granada, inscritas en su condena de los Comentarios al Catecismo de Bartolomé Carranza y que transcribimos anteriormente. Por lo que se refiere a Fernando de Valdés el propio fray Luis dice en una carta de esos días a su amigo el arzobispo Carranza, recién detenido por la Inquisición, sin que lo supiera el padre Granada: «halléle (a Valdés) todo lleno del espíritu de aquel Padre», es decir del espíritu de Melchor Cano. No había resquicio de esperanza para liberar del Índice las obras de fray Luis de Granada. Para colmo de tan incomprensible adversidad, añade el Padre Granada en esta carta a Carranza que el Inquisidor Fernando de Valdés había manifestado con motivo de la condenación de estos libros que era «contrario a cosas, como él llama, de contemplación para mujeres de carpinteros»[52].

Nada tiene que extrañamos que el santo de fray Luis de Granada llegara a exclamar: «no querría ir cielo pasando por Valladolid»[53]. No es un grito de desesperación, pues añade enseguida: «si no fuese por servir a Dios y a vuestra Reverendísima»; esta reverendísima persona es Bartolomé Carranza. El Padre Granada ni se rindió ante tanto sufrimiento ni permaneció inactivo. Siguió predicando, primero en España, y luego en Portugal, pues las multitudes escuchaban entusiasmadas sus sermones y se sentían conmovidas y orientadas hacia Dios por sus palabras, llenas siempre del mayor celo apostólico. Y también siguió escribiendo en Portugal, donde su aureola no había sufrido lesión alguna por la condena de la Inquisición española y donde ésta no podía actuar. Un libro muy importante publicó en portugués poco tiempo después de la inclusión de sus libros en el catálogo inquisitorial de 1559: Compendió de doctrina christiá, que salió en ese mismo año en Lisboa, y que será una joya de la literatura portuguesa. En 1561 publicó, también en Lisboa, el Memorial de lo que debe hacer el cristiano, la Vita Christi y el Tratado de algunas muy devotas oraciones para provocar el amor de Dios. Al año siguiente de 1562 nos regala con la traducción de una obra clásica espiritual, que imprimirá asimismo en Lisboa y qUe será muy difundida; lleva este título en la portada: Libro de S. Joan Clímaco, llamado Escala Espiritual, en el qual se descriven treinta escalones, por donde pueden subir los hombres a la cumbre de la perfección.

No se acobardaba fácilmente fray Luis. Otro golpe fuerte de estrategia tuvo, que, si no hizo temblar a sus jueces inquisitoriales, sí burló sus suspicacias y anuló por completo sus condenas con respecto a las obras granadinas. El 18 de enero de 1562 abría el concilio de Trento su tercera etapa. Fray Luis envió sus libros vedados a los Padres conciliares, para que emitieran juicio sobre su doctrina. Las obras de fray Luis de Granada fueron examinadas por una comisión conciliar, que dieron veredicto favorable y laudatorio sobre su doctrina, y consideraron esos libros como muy provechos para la vida espiritual de los fieles: El padre Granada lo cuenta gozoso en una carta a su amigo Gabriel Zayas, secretario de Felipe n, en los siguientes términos: «esto me dio atrevimiento a escribir ésta, para embiar con ella una de don Fernán Martínez su servidor, que como testigo de vista referirá la aprobación de nuestro libro de la oración que fue hecha en el Concilio y confirmada por Pío IV)»[54]. Fray Luis habla aquí sólo del Libro de la oración y meditación, porque trataba ahora sólo de él, pero los documentos de la aprobación conciliar, publicados por José Ignacio Tellechea Idígoras, mencionan en concreto la Gula de pecadores. La aprobación debió recaer, al menos sobre esas dos obras.

Con esta aprobación de la autoridad máxima de la Iglesia, la aureola magisterial de fray Luis de Granada en doctrina espiritual brillaba para la Iglesia entera por encima de los cerrados criterios de la Inquisición española. El, no obstante, reelabora sus obras, según expusimos arriba; elimina de ellas lo que pudiera escandalizar a los mismos inquisidores y seguirá produciendo nuevos libros y nuevas exposiciones y sistematizaciones del inagotable tesoro de su doctrina espiritual y de sus personales vivencias.

Fernando de Valdés renunció a su cargo de Inquisidor general en 1566, muriendo dos años más tarde. Los nuevos inquisidores fueron más circunspectos. El Inquisidor General Gaspar de Quiroga publica un nuevo índice de libros prohibidos en 1583, y en el prólogo asoma como un lamento por haberse metido el Santo Tribunal con tan santas obras de tan santos varones, como son -cita sus nombres- Juan de Ávila, Francisco de Borja y fray Luis de Granada. Para la sociedad de entonces tal vez eso bastara; hoy pediríamos una petición de perdón.

Fray Luis de Granada, sin resentimientos, sólo ve lo positivo. Dedica su obra Introducción al Símbolo de la Fe al Inquisidor General don Gaspar de Quiroga, cardenal arzobispo de Toledo. Alaba al Santo Tribunal de la Inquisición y al que en su grado supremo la representa: en todo tiempo es necesario dar a conocer la doctrina de Cristo, «pues nos manda el apóstol San Pedro que estemos aparejados para dar razón de la fe que profesamos, pero en este tiempo parece ser esto más necesario, donde la fe católica y la navecica de San Pedro ha padecido tantas tempestades, cuantas todo el mundo conoce y llora. Y dado caso que estos reinos de España por la misericordia de Dios, y amparo de la Católica y Real Majestad, y por la providencia del Santo Oficio, de que Vuestra Señoría Ilustrísima tiene singular cuidado, estén puros y limpios desta pestilencia (y así esperamos que siempre estarán)» urge declarar en todo momento la belleza y las excelencias de nuestra religión[55].

Dedico esta obra -dirá luego- «a la persona de Vuestra Señoría Ilustrísima (aunque otra razón particular no hubiere) pues está a su cargo por disposición divina el amparo y defensión de la fe, con el cual espetamos que Nuestro Señor la conservará en la sinceridad y pureza que hasta agora ha perseverado»[56]. Eso es olvidar y perdonar de verdad, como lo hacen los hombres llenos de Dios y de su Hijo Jesucristo, como lo está sin duda Fray Luis de Granada.

 

 

* Texto de la conferencia pronunciada el 27 de enero de 1989 en la Facultad teológica de San Esteban (Salamanca) dentro del ciclo de las XVII Conversaciones de San Esteban que estudiaron diversos Temas de nuestro tiempo. Con esta conferencia la Facultad teológica dominicana celebraba el cuarto centenario de la muerte de Fr. Luis de Granada, O. P. (1504-1588). Ciencia Tomista ha dedicado varios estudios a la ilustre figura de este clásico de la literatura espiritual, citados en el texto que ahora publicamos como nuevo homenaje a Fr. Luis de Granada.                .

 

[1]  Un clásico en esta división y oposición de mentalidades, muy citado luego en estudios de este género, es EMILIO COLUNGA, O. P., en los siguientes artículos: Intelectualistas y místicos en la teología española del siglo XVI, en «La Ciencia Tomista» 9 (marzo-agosto 1914) 209-221 y 377-394, 10 (septiembre 1914-febrero 1915) 223-242, 11 (marzo-agosto 1915) 237-253 y 12 (septiembre 1915-febrero 1916) 5-21. En los dominicos cierta oposición entre intelectuales y místicos venía ya desde el siglo XIII. Durante el proceso de la reforma del siglo XV hasta 1506, en que se da por oficialmente conseguida esa reforma, aquella oposición se había pronunciado. En el siglo XVI hubo años de máxima tensión, que son los que se recogen en estos estudios

[2] Un amigo de Bartolomé de Carranza y de los místicos, Juan de la Peña, fue primero regente del colegio de San Gregario de Valladolid; es asignado luego al convento de San Esteban de Salamanca, consiguiendo la cátedra de vísperas de teología de la Universidad salmantina, y está enterrado en la antigua sala capitular, hoy "Panteón de Teólogos», de dicho convento. Otro amigo de Carranza es fray Pedro de Soto, que es fraile profeso del convento dominicano de la ciudad del Tormes. Las divisiones no son, pues, tan radicales.

[3] Pertenece la edición de esa obra al año 1585. Véase M. LLANEZA, O.P., Bibliografía del V. P. M. Fr. Luis de Granada... t. 1 (Salamanca 1926) 268, nº 685. 

[4] L. DE SOUSA, A vida de D. Frei Bertolomeu dos Mártires. Introduçao de Anibal Pinto de Castro. Fixação do texto de Gladstone Chaves de Melo e Anibal Pinto de Castro... (Vila de Maia, Portugal, 1984) 28. 

[5]  Véase esta carta en J. CUERVO, O.P. Biografía de Fr. Luis de Granada...(Madrid 1895) 149-155.

[6]  lb., p. 150.

[7]  Ib., p. 150s.

[8]  Ib., p. 153.

[9]  Ib., p. 154s.

[10]  A. RICO SECO, Fray Luis de Granada, maestro predilecto de Santa Teresa, «Ciencia Tomista» 113 (1986) 85-107.

[11]  Ib., p. 85.. La obra de fray Luis de Granada en la espiritualidad, particularmente española, del siglo XVI es similar a la de santo Tomás de Aquino en la teología especulativa o escolástica del siglo XIII. Este recoge la abundante y densa teología de su tiempo y le da un sello personal. proyectándola segura hacia el futuro para el servicio continuo de la Iglesia; su obra más significativa a este respecto es la Suma de Teología. Fray Luis de Granada asimila todo aquel caudal espiritual. tan exuberante en autores y libros de la primera mitad del siglo XVI, y le da un cauce de gran armonía, también para el servicio de la Iglesia, pero en todos sus miembros: sacerdotes, religiosos y laicos. Quizás la mejor «suma» espiritual de fray Luis y de todo aquel inexhausto siglo XVI sea -lo es a mi juicio- su obra Memorial de la vida cristiana, con el complemento que él mismo hace de Adiciones al Memorial.

[12]  Ib., p. 100s.

[13] Ib., p. 104. La santa nos dice que algunos directores espirituales o confesores le mandaban «dar higas» (hacer signos de desprecio) hacia la humanidad de Cristo cuando en su alta contemplación venía a su imaginación o a su entendimiento la imagen humana del Señor; ella obedecía, pero con disgusto y sin convencimiento. Un teólogo dominico, al que por fin consultó santa Teresa, indicó a ésta que no había que dar higas nunca a la Humanidad del Redentor; aunque se la representara el diablo, la imagen de Cristo hombre debía ser siempre venerada. Véase SANTA TERESA DE JESÚS, Obras Completas. Edición manual. Transcripción, introducciones y notas de Efrén de la Madre de Dios, O.C.D. y Otger Steggink, O. Carm. Segunda edición, cuidadosamente revisada, (Madrid 1967) Fundaciones, capítulo 8, n.º 3, p. 538bs. La santa habla al principio en tercera persona del singular, pero es ella misma, que luego pasa espontáneamente a la primera persona del mismo número. El teólogo dominico es, según ella dice, «el gran letrado» y «maestro fray Domingo Báñez».

[14]  Ib., p. 106.

[15]  A. RICO SECO, Fr. Luis de Granada, Maestro de S. Juan de la Cruz. «Ciencia Tomista» 115 (1988) 211-232.

[16]  Ib., p. 211. Expuesto algo del magisterio de fray Luis sobre santa Teresa de Jesús y a punto de hablar de su magisterio sobre San Juan de la Cruz, evoquemos, aunque sea sólo de paso la entrañable veneración de fray Luis de León por su tocayo de Granada. Que lo apreciaba mucho lo dicen los testimonios. Sabemos que, cuando fray Luis de León estuvo en la cárcel inquisitorial de Valladolid, pidió se le dejaran los libros de fray Luis de Granada y que su lectura fue el mejor solaz de su alma. En los últimos años de su vida fray Luis de León leía mucho de libros espirituales; desde luego las obras de santa Teresa de Jesús, cuya edición en 1588 a él se la debemos. También leía en esos últimos años á fray Luis de Granada. Hombre perfecto, razonador e intuitivo al mismo tiempo, llegó a decir: «He aprendido más teología en fray Luis de Granada que en todos los escolásticos». Cuando las obras de la santa y de fray Luis de León comenzaron a" divulgarse en la década de 1580, las obras de fray Luis de Granada contaban ya con unas setecientas ediciones. Su magisterio en los años dorados de la mística española parece indiscutible.

[17]   A. HUERGA, Fray Luis de Granada. Una vida al servicio de la Iglesia... (Madrid 1988).

[18]  R. HERNÁNDEZ, O.P., Una biografía reciente de Fray Luis de Granada, «Ciencia Tomista» 115 (1988) 321-329.

[19]  J. CUERVO, O.P., Biografía de Fr Luis de Granada... (Madrid 1895). 

[20]  Mª. I. RESINA RODRIGUEZ, Fray Luis de Granada y la literatura de espiritualidad en Portugal (1554-1632)... (Madrid 1988).

[21]  Ib., p. 799. Creo que esto debe ser suficientemente destacado. Fray Luis de Granada figura en el diccionario de autoridades de la lengua portuguesa, y -no podía ser menos- figura también en el diccionario de autoridades de la lengua española. Cuando inmediatamente después de fundada la Real Academia de la Lengua Española se pensó en elaborar un diccionario oficial de la lengua se recurre, para una decisiva definición de las palabras, a los mejores escritores del idioma, como autoridades de la lengua nacional; fray Luis de Granada fue uno de los escogidos. Caso extraordinario, casi único, el del P. Granada, un clásico reconocido oficialmente como autoridad académica en dos lenguas.

[22]  P. LAÍN ENTRALGO, La antropología en la obra de Fray Luis de Granada. Edición facsimilar de la de 1946 (Madrid 1988).

[23] No lo decimos todo. Hemos hecho cierta selección. Dejemos constancia en esta nota de que en el número anterior de esta revista tiene un articulo sobre la espiritualidad de fray Luis de Granada Atilano Rico Seco, y nos ofrece una crónica y análisis del contenido de las conferencias del Congreso Internacional sobre Fray Luis de Granada, celebrado en la ciudad de Granada a finales de septiembre y principios de octubre de 1988, Lázaro Sastre Varas. Cf. Ciencia Tomista  115  (1988).

[24]  Esto manifiesta el sentido quicial de la figura de fray Luis de Granada con respecto a la espiritualidad de nuestro Siglo de Oro, pues se identifica con ella y sigue paso a paso sus avatares, como una de sus máximas responsabilidades.

[25]  J. I. TELLECHEA IDIGORAS, La censura inquisitorial de Biblias de 1554. «Antológica Annua» 10 (1962) 89-142.     

[26]  Ësta es la ficha bibliográfica del Índice de Valdés: Cathalogus librorum qui prohibentur mandato Illustrissimi et Reverend. D. D. Ferdinandi de Valdes Hispalensis Archiepiscopi, Inquisitoris Generalis Hispaniae… (Valladolid 1559). Un ejemplar en Ins. Hist. Dominicano de S. Esteban de Salamanca, signatura  0.94/A.103).

[27]  Para el cómputo de las ediciones de las obras de Fray Luis de Granada y para la ficha bibliográfica precisa de esas ediciones véase M. LLANEZA, O.P., Bibliografía del V. P. M. Fr. Luis de Granada, O.P… 4 tomos (Salamanca 1926-1928). De las impresiones primeras que se hicieron de la traducción al español de la Imitación de Cristo en 1536 sólo quedan en el mundo dos ejemplares localizados: uno se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid y el otro se halla en el Instituto Histórico Dominicano de los dominicos del convento de San Esteban de Salamanca. Este tiene la siguiente portada: en la parte superior tenemos el grabado de un calvario (Cristo crucificado en medio de su Madre la Virgen María y San Juan Evangelista); en la parte inferior vemos este título del libro: Contemptus mundi, nuevamente romamçado. Una cenefa ama el calvario y otra, grande todo el conjunto de la portada. Está escrito el libro en letra gótica, pero muy cercana a la redonda humanística. Así reza el colofón: «Fue este presente tratado visto y examinado por los señores inquisidores, y con su licencia impresso en Sevilla en la imprenta de Juan de Cromberger. Año de mil y quinientos y treynta y seys». Tiene esta signatura en nuestro Int. Hist. Dominicano de San Esteban de Salamanca: 094/B-71.

[28]  Cathalogus librorum qui prohibentur... (Valladolid 1559) 37.

[29]  Ib., p. 37.

[30]  Ib., p. 40.

[31]  Ib., p. 46.

[32] Los que conocen este modo de hablar de nuestros teólogos y juristas saben que en este segundo punto habla Melchor Cano del «estado oficial de perfección», reconocido tradicionalmente en la teología escolástica, en el magisterio de la Iglesia y en el derecho canónico. Este estado de perfección, que llamamos «oficiah,lo tiene sólo, según el modo técnico de hablar de esas fuentes, los que siguen los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, es decir, los sacerdotes y religiosos. Los laicos caen fuera del estado o camino de perfección así entendido.

[33] Este texto de M. Cano ha sido incesantemente reproducido, cuando se traen a colación estos temas inquisitoriales en las historias de la espiritualidad. Véanse, por ejemplo: E. COLUNGA, O.P., Espiritualistas y místicos en la teología española del siglo XVI, en «La Ciencia Tomista» 9 (marzo-agosto 1914) 381, y. A. HUERGA, O.P., Fray Luis de Granada. Una vida al servicio de la Iglesia... (Madrid 1988) 147. Hoy día nadie daría razón a M. Cano en los párrafos que hemos trascrito. Los dos primeros se reducen a criticar la extensión que hace fray Luis de Granada de la perfección cristiana o evangélica a todos cuantos creen en Jesucristo, hombres y mujeres de todas las clases y de todos los oficios, sean sacerdotes, religiosos o laicos. El concilio Vaticano II repite una y otra vez y del modo más apremiante que todos los cristianos sin excepción estamos llamados a la perfección cristiana o a la santidad. Lo hace en la constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, capítulo S, números 39, 40 Y 42, Y en la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes, número 15. Por lo que se refiere al tercer punto de su crítica, Melchor Cano exagera, sobresaltado por el fantasma, tan acuciante en aquellos años, de la herejía.

[34] En todo ello habla el peligro de una Iglesia demasiado interiorizante, espiritualistica y carismática, en que los elementos humanos de jerarquía, de esfuerzo ascético personal, y las manifestaciones externas de la piedad, tradicionales en el pueblo cristiano, parecían quedar anuladas o desdibujadas.

[35]  FRAY LUIS DE GRANADA, O.P., Obras de... Edición critica y completa por FR. JUSTO CUERVO, O.P... t. 11 (Madrid 1906) 7s. Las obras del P. Granada las citaremos por esta edición, que es la que generalmente se cita por parte de los estudiosos; lo haremos con la abreviación Obras, indicando seguidamente el tomo y la página.

[36]  Ib., p. 433.

[37]  Obras, t. X (Madrid 1906) 181.

[38]  lb., p. VI.

[39]  Obras, t. XI (Madrid 1906) 3.

[40] Ib., p. 3; Cathalogus librorum qui prohibentur... (Valladolid 1559) 48, 96 Y 112. Ya había recomendado a S. de Fermo en el Libro de la oración y meditación (Obras, t. n, Madrid 1906, p. 302).

[41]  41. Obras, t. XI (Madrid 1906) VI.

[42]  Obras, 1. II (Madrid 1906) 489ss.

[43] Ib., p. 9 y 90. El enunciado primero despierta suspicacias, en los que no leen el contexto. Se pueden preguntar: ¿qué es lo primero de todo: la oración mental o meditación, por supuesto después de la gracia? ¿No es antes de la meditación la caridad, o el cumplimiento del deber, o los sacramentos, etc.? En e! enunciado segundo se cura fray Luis de Granada en salud diciendo: una de las cosas que más aprovecha es la oración; sin decir si es la primera, o la segunda, o la tercera, o la cuarta.

[44] lb., p. 326 y 523. El que lee e! contexto, sabe que se trata en el Padre Granada de una exageración metodológica. Pero los cicateros inquisitoriales podían agüir: para fray Luis de Granada la actuación humana no significa nada, e incluso es dañina en el orden espiritual; luego hay que condenar la doctrina de fray Luis. En este sentido fray Luis de granada se supera admirablemente en cada redacción de sus obras, precisando cada vez mejor su doctrina; aquí suprime el texto, y se eliminan de raíz las malas interpretaciones.

[45]  Ib., p. 526, 529, 531, 533s y 542.

[46] Los historiadores de la espiritualidad española lo reconocen. M. Bataillon en Eramo y España, V. Beltrán de Heredia en Las corrientes de. espiritualidad entre los dominicos de Castilla durante la primera mitad del siglo XVI, J. S. Silva Dias en Corrientes de sentimento religioso em Portugal, y otros autores hablan del influjo de fray Juan de la Cruz en fray Luis de Granada en el mayor aprecio que hace éste en la segunda y tercera redacciones del Libro de la oración y meditación (1556 y 1566) con respecto a la primera (1554) en los temas de la oración vocal y los ejercicios externos de piedad. Yo creo que además de esas influencias generales, hay dos casos concretos muy claros, que son los que exponemos en el texto, pues Juan de la Cruz insiste con mucha fuerza en esos dos temas. Véase también R. HERNÁNDEZ, El dominico fray Juan de la Cruz, compañero de fray Luis de Granada, en «Actas del Congreso Internacional sobre Fray Luis de Granada", celebrado en Granada entre finales de septiembre y principios de octubre de 1988.

[47] Obras, t. 11 (Madrid 1906) 310 y 520.

[48]Ib., p. 455 y 551.

[49] M. LLANEZA, O.P., Bibliografla del V. P. M. Fr. Luis de Granada... t. I (Salamanca 1926) número 640, p. 256.

[50]  Obras, t. XI (Madrid 1906) 121.

[51]  M. LLANEZA, Bibliografía del V. P. M. Fr. Luis de Granada... t. I (Salamanca 1926) número 660, p. 261.

[52]  Obras, t. XIV (Madrid 1906) 440s.

[53]  Ib., p. 441.

[54] Ib., p. 458 J. 1. TELLECHEA IDÍGORAS, que publicó en su día una copia de esas censuras ha descubierto también los originales y los publica en «Actas del Congreso Internacional de fray Luis de Granada» celebrado a finales de septiembre y primeros de octubre de 1988 en Granada.

[55]  Obras, t. V (Madrid 1908) 6.

[56]  Ib., p. 8. 

 

 

Responsables últimos de este proyecto

Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado

Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica

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