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MONTESINOS EN LA CRESTA DE LA OLA |
Los documentos que aquí se insertan son obra del hacer entregado y estudioso de D. Ramón Hernández, historiador de la Orden de Predicadores. Profesor, teólogo, bibliotecario... pasa sus últimos años de vida en San Esteban de Salamanca entre libros y legajos. Internet fue para él un descubrimiento inesperado. A pesar de la multitud de libros y artículos publicados en todo el mundo con fruto de su trabajo la Red ayudó a llevar su pensamiento hasta los más recónditos lugares del planeta: «Me leen ahora en la web, en un solo día, más personas que antes con mis libros en todo un años» solía decir con orgullo refiriéndose a este proyecto. Para acceder a estos contenidos se debe utilizar el Menú Desplegable «ÍNDICE de DOCUMENTOS». Para otras opciones: Seguir «DIRECTORIO PRINCIPAL» o el botón: «Navegar» |
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Pero ¿Las Casas lo
reproduce o lo transfigura? Hay autores que piensan que Las Casas no estuvo
presente al sermón. Aducen dos frases de su relato en que manifiesta suposición
en vez de certeza. Manifiesta que el sermón irritó a unos, mientras que a otros
los dejó “algo compungidos, pero a ninguno, a lo que yo después entendí,
convertido”. Dice también que, terminado el sermón y salido Montesinos, quedó
“la iglesia llena de murmullo, que, según yo creo, apenas dejaron acabar
la misa”.
Pienso que son dos frases
que no llevan consigo necesariamente la ausencia de Las Casas en dicho sermón.
Su presencia por el contrario la han dado por supuesta grandes historiadores. No
obstante, Bartolomé de Las Casas dice varias veces que ese sermón fue escrito y
firmado por toda la comunidad de los Padres Dominicos presentes en la casa de
Santo Domingo de La Española.
1. Escándalo sin
precedentes el de Montesinos
Los antilascasianos y los
buscadores de errores en la obra de este Fray Bartolomé, que mereció del
cardenal Cisneros el título de “Defensor de los Indios de todas Las Indias”,
piensan que el texto que nos ofrece Las Casas del famoso sermón es una de sus
numerosas invenciones. Además de la poca fe que les merece esta autoridad, única
en darnos el texto central del sermón de Montesinos, se aduce el argumento de
que en ese año no cabía dudar del dominio pleno de los reyes de España sobre Las
Indias, después de la bula concesionaria llamada Inter caetera” de
Alejandro VI en 1493. Esa concesión pontificia era un argumento que se
consideraba entonces como definitivo, y los políticos le seguirán dando valor
por casi todo el siglo XVI. Quizás fuera tergiversado ese sermón por Bartolomé
de Las Casas al comenzar a componer su Historia de las Indias en 1527, o más
tarde en el curso de su composición y corrección.
Sabemos que el sermón fue
elaborado por toda la comunidad de los dominicos de La Española, y que fue
escrito. Las Casas, que era un buscador de documentos, que tuvo acceso al
archivo personal de Cristóbal Colón, al hacerse dominico y proponerse hacer la
historia de las Indias y de la actividad de los primeros frailes dominicos en
América, tuvo ante sus ojos ese sermón de Montesinos, y pudo hacer constar esa
duda de los dominicos en torno a la legitimidad de esa guerra contra los indios,
apoderándose de sus propiedades y dominios. Aparte de este argumento citaremos
enseguida documentos del rey Fernando el Católico y del provincial de los
Dominicos de entonces, que reprochan a esa primera comunidad dominicana en
América el permitirse esas dudas o esa oposición al común pensar sobre aquel
dominio. Gracias a estos testimonios externos tan evidentes, a nadie se le debe
ocurrir el rechazo de la existencia de dicho sermón. Por otra parte Las Casas
nos ofrece no sólo los textos más salientes y más criticados, sino también y muy
puntualmente un buen resumen de todo el contenido del citado sermón.
Expongamos primero el
contexto y los pasajes cuestionados del célebre sermón de fray Antón de
Montesinos. El alma inquieta de nuestros misioneros había elaborado
comunitariamente su plan de vida evangélica para hacer creíble su mensaje ante
los indios. Había intentado crear un seminario en Sevilla de niños españoles e
indios, para que éstos, si aceptaban ser dominicos y sacerdotes, pudieran
evangelizar a sus paisanos en su propia tierra. Componen en común unos
catecismos adaptados al lenguaje y al modo de pensar de los naturales. Se han
comprometido a optar siempre por el bienestar, y la promoción y defensa de los
pobres, humildes y explotados, que eran los nativos contra la opresión o
desconsideración de los ricos, los poderosos y los explotadores, que eran los
conquistadores y encomenderos. Y, como la situación opresora no parecía cesar,
se decidieron a levantar lo más alto posible su voz en favor de aquellos
que no tenían protector.
Se preparó entre todos el
sermón. Luego se eligió para predicarlo al mejor dotado: al celoso defensor del
oprimido; de voz sonora, y de fácil, clara y contundente expresión. El elegido
fue fray Antón Montesinos, del que dice Las Casas: “tenía gracia de predicar;
era aspérrimo en reprender vicios, y sobre todo en sus sermones y
palabras, como muy colérico, eficacísimo, y así hacía, o se creía que hacía en
sus sermones mucho fructo. A éste, como muy animoso, cometieron el primer sermón
de esta materia, tan nueva para los españoles de esta isla”[1].
Se escogió como día
apropiado el cuarto domingo de Adviento, que cayó en ese año del 1511, el 21 de
diciembre. La iglesia estaba llena de españoles, que acudían sin falta a cumplir
el precepto dominical. La Navidad está encima –a cuatro días vista- y muchos
pedían confesión, para comulgar tranquilos en tan solemne día del 25 de
diciembre. El sermón “lo lleva escrito y firmado de los demás”, puntúa
intencionadamente Bartolomé de Las Casas. Ha comenzado la misa. Se ha leído el
Evangelio de Juan Bautista, tronando en el desierto. Antón Montesinos comienza
suavemente el sermón. De pronto levanta su voz poderosa, y clama transfigurado:
“Yo soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla, y por tanto conviene que
con atención no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros
sentidos la oigáis. […] “Esta voz es que todos estáis en pecado mortal y en él
vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.
“Decid: ¿con qué derecho y
con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios?
¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes, que
estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con
muerte y estragos nunca oídos, habéis consumido?
“¿Cómo los tenéis tan
opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de
los excesivos trabajos que les dais incurren y mueren, y, por mejor decir, los
matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los
dotrine, y conozcan a su Dios y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden
las fiestas y los domingos?
“¿Éstos no son hombres? ¿No
tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos?
¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? […]”
Son trozos selectos del
Sermón de fray Antón Montesinos, o Montesino según los más cercanos al
personaje. Creo que Bartolomé de Las Casas nos transmite las palabras y también
el pensamiento de Montesinos y toda aquella comunidad.
El templo –nos dice Las
Casas- quedó convertido en un murmullo de protesta. El fraile daba testimonio
con su palabra y con su vida, pues él se dirigió luego con su compañero “a su
casa pajiza, donde por ventura no tenían sino caldo de berzas sin aceite”, como
atestigua el mismo historiador[2].
Que este sermón fue de toda
la comunidad misionera, aunque uno solo lo predicara, lo asegura en la
Historia de Las Indias Bartolomé de Las Casas, que siguió este proceso
puntualmente, como la persona más interesada por el problema de la liberación
del indio.
Los dominicos lo pensaron
antes detenidamente, “encomendándose mucho a Dios”. Por fin “acuerdan” la
predicación del sermón “y firmáronlo todos de sus nombres, para que pareciese”
que del “consentimiento y aprobación de todos procedía”[3].
Cuando, después del sermón,
fueron las autoridades al superior de los dominicos, para que hiciera
retractarse al predicador, fray Pedro de Córdoba, como superior, protestó que
“lo que había predicado aquel Padre, había sido de parecer, voluntad y
consentimiento suyo y de todos”[4].
2. Autenticidad de la mente
liberadora de Montesinos
No vamos a referir ahora
con detalle las repercusiones que tuvo este sermón en la corte española, en la
Provincia Dominicana de España y en el mundo universitario e intelectual.
Querernos fijarnos sólo en los documentos que acusan a Montesinos y al citado
sermón de poner en duda e incluso de ir en contra de la legitimidad del dominio
real sobre Las Indias.
Citamos en primer lugar una
real cédula del rey Fernando el Católico dirigida al gobernador de Las Indias,
el Almirante D. Diego Colón. Está datada en Burgos el 20 de marzo de 1512, en la
que se cita a fray Antonio Montesinos y su osadía de ir contra los derechos del
rey de España sobre el Nuevo Mundo. Es una respuesta a la que antes dirigiera el
gobernador al rey con las acusaciones contra los dominicos de La Española.
Citemos algunos párrafos:
“Vi ansimismo el sermón que
dezís que hizo un flaire dominico que se llama frey Antonio Montesino, y… me ha
mucho maravillado en gran manera de dezir lo que dixo, porque para dezirlo
ningún buen fundamento de theología ni de cánones ni de leyes tenía, según dicen
todos los letrados y yo ansí lo creo.
“Porque quando yo e la Sra.
Reyna mi muger, que gloria aya, dimos una porta para que los indios sirviesen a
los christianos, como agora los sirven, mandamos ajuntar para ello todos los del
nuestro Consejo y muchos otros letrados theólogos y canonistas, y, vista la
gracia e donación que nuestro muy santo Padre Alejandro sesto nos hizo de todas
las islas e tierras firmes descubiertas e por descubrir en esas partes, cuyo
tralado autorizado yrá con la presente y las otras cauxas escritas en derecho y
conforme a razón para ello avía, acordaron en presencia y con parescer del
arzobispo de Sevilla, que agora es, que se devían de dar, y que era conforme a
derecho humano e divino”.
También se lamenta el rey
en esta cédula de que los dominicos no quieran absolver a los encomenderos.
Advierte que varios de sus consejeros le han indicado que debía traer a España
a esos frailes y entregarlos a su superior para que los castigue. “Pero otros
excusan su yerro por no estar informados de las causas que me movieron al
repartimiento, y por la devoción a esa Orden los dexe allá, pero que no hablen,
ni en púlpito ni fuera, desta materia”[5].
Por este documento sabemos
que el sermón de Antonio de Montesinos llegó a manos del rey Fernando el
Católico, y que de él dedujo el rey que no se trataba sólo de una queja de los
malos tratos que daban a los indios, sino también de la negación de poder en el
rey para las encomiendas de los indios a los particulares. No obstante las
Ordenanzas de Indias de 1512-1513 sólo se limitaron a regular el trabajo de los
indios y a procurar evitar los malos tratos que daban a éstos los encomenderos.
Muy dura fue la
intervención del P. Provincial de los Dominicos fray Alonso de Loaísa,
apercibido por la Corte del escándalo del sermón de Montesinos. La consternación
del Padre Provincial y de la Provincia entera queda reflejada en tres cartas que
dirigió fray Alonso de Loaísa a sus súbditos de La Española[6].
El 16 de marzo de 1512,
desde el convento de Burgos, escribe al Padre Vicario de aquella comunidad del
Nuevo Mundo fray Pedro de Córdoba en estos términos: “acá me han dado unas
nuevas, las quales me han apenado mucho… Yo vos ruego y encargo y mando que lo
pasado se remedie, y no consintáis más predicar tal materia en tal manera con
escándalo… Y escribidme largo de todo con el primero que se ofreciere”.
Más explícita es la carta
que con la misma data y fecha escribe el Provincial Alonso de Loaísa a toda la
comunidad de Santo Domingo de La Española:
“Reverendissimi in Christo
amantissimi Patres. Miércoles que se contaron XVI de marzo deste presente
año. Estando en Burgos supe cómo los del Consejo del Rey nuestro señor proveýan
en que a todos os traxesen a España, y la causa por ciertas proposiciones que
uno de vosotros predicó en daño de nuestra Religión. Pues tal afrenta se os
yntenta hazer en confusión de los que vinierdes y de los que os esperamos
acá.
“Recebiréys muy grave la
pena que nos avéys dado a todos en ver que personas tan religiosas y de letras
como vosotros…, que agora, por mirar bien la sana doctrina y a tan gran fruto y
provecho favorable, diésedes en vuestra predicación motivo a que todo se pierda
y todo se estorve, y que toda la Yndia por vuestra predicación esté para
rrebelar, y ni nosotros ni christiano alguno pueda estar allá.
“Mucho soy maravillado y no
sé a qué lo atribuya. Salvo que Satanás [os lo haya sugerido con lamentables
engaños]. Y allende desto oviérades de acordaros de aquella tan saludable
doctrina… de la modestia y templanza que han de tener [los predicadores] en sus
sermones en el reprehender y las doctrinas que han de predicar y cómo han de ser
muy circunspectos en su dezir y sin escándalo…
“Y dado que vuestras
proposiciones se pudieran ver y fiar en otra materia, pero en ese caso, si bien
miráys, no a lugar, pues que estas yslas las ha adquirido su Alteza jure
belli y su Santidad ha hecho al rey nuestro señor donación dello… Y, porque
el mal no proceda adelante, y tan gran escándalo cese vos mando a todos e a cada
uno de vos en particular in virtute Spiritus Sancti et sanctae obedientiae… que
ninguno sea osado predicar más en esta materia… So la misma pena no hablen
en la materia a los que confesardes.
Vester Pater et servus
frater Alonso de Loaysa, Prior Provincialis”.
Y, para que no haya dudas,
ahí va la tercera carta mensajera del P. Provincial fray Alonso de Loaisa a
nuestros dominicos de América. Ahora va dirigida personalmente a fray Pedro de
Córdoba, su Vicario para los dominicos de Las Indias. La escribe en el convento
de San Pablo de Burgos el 23 de marzo de 1512. Este es el texto:
“Deseo saber de vuestra
salud… y cómo os halláis, y ruégoos sea larga vuestra carta, cuando me
escribiéredes de todo lo que sentís de allá. Acá me han hablado sobre ciertas
cosas que un Padre de los que allá estáis predicó… Os ruego trabajéis con esos
Padres en que dejen de predicar tales doctrinas, pues son escandalosas, y…
dañáis allá y acá, y acá ningún provecho se nos sigue…
“Vine aquí a la corte por
tomar asiento con los Padres de Piedrahíta, donde supe las nuevas de lo que allá
havíades predicado, que infinita pena me dio, y habéis puesto en vuestra honra
harta [pena], según lo mucho que acá érades estimados… Tened por cierto que a
ningún fraile daré licencia para pasar allá hasta que el señor gobernador me
escriba de la enmienda que hobiéredes hecho en este escándalo que por acá tanto
ha sonado”.
Un gran borrón pareció al
P. Provincial aquella denuncia en la vida, hasta entonces sin tacha, de nuestros
misioneros del Nuevo Mundo. Antes eran admirados por los frailes de la
metrópoli; ahora los consideraban altaneros y rebeldes.
Esta fue la primera
reacción, por carencia de informes suficientes, que tuvieron los dominicos de la
Provincia dominicana de España ante el sermón de Antón Montesinos y la actitud
de aquellos misioneros del Nuevo Mundo, al enfrentarse con los encomenderos, que
esclavizaban a los indios y no tenían en cuenta su condición humana.
3. Las almas se serenan. Se premia a los valientes
Al año siguiente
–septiembre de 1513- tiene lugar el capítulo provincial de la Provincia de
España. Se celebró en Córdoba. Los ánimos de los dominicos parecen aquí
plenamente serenados y se reconocen los méritos de aquellos primeros, pues las
disposiciones que toman los capitulares son verdaderos premios a su brillante
actividad. En efecto, en el apartado de las actas capitulares, titulado
“aceptaciones” leemos:
“Aceptamos el convento de
Santo Domingo de la isla Española en el Mar de Las Indias, y lo incorporamos y
sometemos a nuestra Provincia de España tanto en las cosas espirituales como en
las temporales”.
En el apartado de las
“creaciones” se dice:
“(Creamos Predicador
General) a fray Pedro de Córdoba, Vicario de la Isla de La Española, por el
convento de Santo Domingo de dicha isla; a fray Domingo de Mendoza, por el
convento de Portaceli [de Sevilla]”.
Domingo de Mendoza había
sido el iniciador y el promotor de esta primera misión de los dominicos en Las
Indias Occidentales. Así lo reconocen Bartolomé de Las Casas y los cronistas e
historiadores de nuestras misiones. Incluso uno de esos historiadores, Jerónimo
de Quintana, lo llega a presentar como “el mejor Colón del Evangelio en Las
Indias”[7]. El
testimonio del Padre Las Casas es irrecusable:
“El movedor primero y a
quien Dios inspiró divinalmente la pasada de la Orden acá, fue un gran religioso
de la Orden, llamado fray Domingo de Mendoza… Para este santo propósito halló a
la mano un religioso llamado el Padre fray Pedro de Córdoba… Era [éste] natural
de Córdoba… Entró en la Orden de Sancto Domingo bien mozo, estando estudiando en
Salamanca, y allí en Santisteban se le dio el hábito…
“A este bienaventurado
halló el Padre fray Domingo de Mendoza dispuesto para que le ayudase a proseguir
aquesta empresa, y movió a otro, llamado el Padre fray Antón Montesino, amador
también del rigor de la religión, muy religioso y buen predicador. Persuadieron
a otro santo varón, que se decía el Padre fray Bernardo de Sancto Domingo”[8].
Todos los historiadores
reconocen que estas vocaciones de apóstoles tan excepcionales de Las Indias no
surgieron en cualquier lugar y de forma espontánea. Todas ellas se formaron en
el Convento-Estudio General de San Esteban de Salamanca y fueron el fruto maduro
de una reforma religiosa en toda línea; fueron la manifestación de la intensa
vida evangélica, que se concentraba entonces en los claustros dominicanos,
particularmente salmantinos, al vencer por completo la etapa relajada de la
llamada “claustra”. Todos sintieron muy al vivo el famoso dicho de San Pablo:
“¡Ay de mí, si no evangelizare!”[9].
No faltan los lascasianos
puros, para quienes Bartolomé de Las Casas dice siempre la verdad, y que sin
embargo dudan, o niegan, que estos cuatro citados religiosos sean hijos del
convento de San Esteban de Salamanca . Lean atentos lo que acabamos de copiar de
la obra de Las Casas titulada Historia de Las Indias.
El libro antiguo de tomas
de hábito del convento salmantino de San Esteban, que a principios del siglo XVI
se transformó en libro de profesiones, comenzó a hacerse en el temprano año de
1486. Las primeras hojas le fueron arrancadas con el deterioro sufrido por el
libro con la exclaustración de los frailes en 1835 y la incautación de sus
bienes.
Este precioso códice fue
impreso Justo Cuervo en 1915 en el tercer volumen de su obra Historiadores
del convento de San Esteban de Salamanca. Pero un resumen de ese mismo
códice, desde su comienzo en 1486 hasta su final en 1602, con ligeros
comentarios en algunos casos, lo hizo hacia finales del siglo XVII el
historiador dominico fray Juan de Araya. Es un resumen digno de todo crédito,
pues fue ejecutado, como dice él expresamente, teniendo delante el original,
cuando estaba completo.
Ahí leemos que el P. fray
Domingo de Mendoza tomó el hábito en el convento de San Esteban de Salamanca en
1492[10].
De fray Pedro de Córdoba acabamos de transcribir las palabras de Las Casas, que
le hacen hijo de este convento, como lo hacen igualmente los otros antiguos
historiadores. Con respecto fray Antón Montesino nos dice el resumen del citado
códice de tomas de hábitos, y luego de profesiones, que vistió el hábito de la
Orden Dominicana, en el célebre convento salmantino de San Esteban en
1502[11]. Algo
más adelante dice que en 1508 profesaron en el convento de San Esteban de
Salamanca los Padres fray Tomás de Berlanga y fray Domingo de Baltanás, otro,
éste último del que también ha dudado algún historiador[12].
Contemporáneo a estos
acontecimientos es el escritor de la Provincia dominicana de España, el P. fray
Juan de la Cruz. Su vida transcurre entre los años 1495 y 1565. Escribió una
notable obra de historia, que es muy importante para los sucesos de los primeros
sesenta años del siglo XVI, pues es testigo de ellos.
La obra se titula
Corónica de la Orden de Predicadores desde su principio y sucesso hasta nuestra
edad…, que fue impresa en Lisboa en 1567. Al empezar a escribir sobre la
primera misión de los dominicos en el Nuevo Mundo, dice: “comenzó este sancto
propósito y determinación en el convento de San Esteban de Salamanca”[13].
Otra atención para este
convento de Santo Domingo de la Epañola tuvo esta capítulo provincial de
Córdoba de 1513, y que manifiesta que ha vuelto del todo la paz entre la
Provincia Dominicana de España y su comunidad misionera en Las Indias. Fue la
elevación a la categoría de casa formal, o convento propiamente dicho, de la
hasta entonces simple casa de Santo Domingo.
Y, por si fuera poco, dicho
capítulo concedía a esta simple casa, transformada en casa formal o
convento, el privilegio que permitía a los frailes de la comunidad elegir a su
primer Prior. La legislación dominicana reservaba la designación del
primer Prior de las simples casas, transformadas en casas formales o conventos,
al capítulo provincial o al Prior Provincial; los priores sucesivos eran
elegidos por la propia comunidad.
Finalmente los capitulares
de 1513 hacían a Pedro de Córdoba, Vicario Provincial en la isla Española y
demás lugares de Las Indias, la siguiente concesión:
“Para evitar los gastos de
tan largo viaje, encomendamos –dicen- al venerable Padre fray Pedro de Córdoba,
Vicario de dicha Isla, la confirmación o anulación de la elección del Prior, si
eligen alguno de los allí existentes. Si en cambio eligen alguno que esté en
España, la confirmación la hará el reverendo Padre Provincial”.
Sabemos que el elegido como primer Prior
del convento de Santo Domingo de La Española fue el Padre fray Tomás de
Berlanga, que fue confirmado por el Vicario Provincial, Padre fray Pedro de
Córdoba, y no fue necesaria ninguna nueva intervención desde España.
[1] B. de Las Casas,
Historia de Las Indias, lib. III, cap. 3: BAE 96, pág. 175b.
[2] Ib., págs. 175b-176b.
[3] Ib., pág. 175b.
[4] Ib., cap.4: BAE 96, pág. 177a.
[5]
Cedulario Cubano (Los orígenes de la Colonización).I (1943-1512) por
D. José Mª Chacón y Calvo…
en Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Ibero-América…,
vol. VI, Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, S.A., Madrid, s.a., pág.
429-430.
[6] Cf. Colección de Documentos Inéditos para la Historia de
Ibero-América…, vol. VI, Madrid, s.a., págs. 425s, 443s y 445-447.
[7]
Jerónimo Quintana, O. P.,
Segunda Parte de la Historia del Insigne convento de San Esteban de Salamanca,
lib. I, cap. 2: J. Cuervo, O. P.,
Historiadores del Convento de San Esteban de Salamanca… Tomo III,
Salamanca, 1915, pág. 8.
[8]
B. de Las Casas, O. P., Historia
de Las Indias. Texto fijado por J. Pérez
de Tudela y E. López Oto.
Estudio crítico preliminar y edición por
J. Pérez de Tudela Bueso, vol. II, Biblioteca de Autores Españoles
(BAE), lib. II, cap. 54, págs. 132b-133b.
[9] I Cor 9, 16.
[10]
J. de Araya, O. P.,
Primera Parte de la Historia del convento de San Esteban de Salamanca, lib.
III, cap. 35: J. Cuervo, O. P.,
Historiadores del convento de San Esteban de Salamanca. Tomo I, Salamanca,
1914, pág. 756. Este P. J . Cuervo, como advertimos en el texto, publicó en el
tercer tomo de esta obra (Salamanca, 1915) el antiguo libro de profesiones de
que hablamos, tal como se encontraba entonces, mutilado en bastantes hojas al
principio y al final de tan valioso códice.
[11] Ib., pág. 757.
[12] Ib., págs. 757-758.
[13]
J. de la Cruz, O. P., Corónica
de la Orden de Predicadores desde su principio y sucesso hasta nuestra
edad…Dirigida al Sereníssimo Príncipe de Castilla Don Carlos…, Lisboa, 1567,
fol. CXXXVIrb.
Responsables últimos de este proyecto Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica |
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