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Historia dominicos

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CATECISMOS DOMINICANOS EN AMÉRICA Y FILIPINAS

Los documentos que aquí se insertan son obra del hacer entregado y estudioso de D. Ramón Hernández, historiador de la Orden de Predicadores. Profesor, teólogo, bibliotecario... pasa sus últimos años de vida en San Esteban de Salamanca entre libros y legajos. Internet fue para él un descubrimiento inesperado. A pesar de la multitud de libros y artículos publicados en todo el mundo con  fruto de su trabajo la Red ayudó a llevar su pensamiento hasta los más recónditos lugares del planeta: «Me leen ahora en la web, en un solo día, más personas que antes con mis libros en todo un años» solía decir con orgullo refiriéndose a este proyecto. Para acceder a estos contenidos se debe utilizar el Menú Desplegable «ÍNDICE de DOCUMENTOS»Para otras opciones: Seguir «DIRECTORIO PRINCIPAL» o el  botón: «Navegar»

 

SISTEMAS DE CATEQUIZACIÓN

La necesidad de exposiciones sencillas de la doctrina cristiana, escritas o gráficas, adaptadas a inteligencias poco cultivadas y que se abrían por primera vez a la fe de Jesucristo la sintieron los primeros misioneros del Nuevo Mundo desde sus encuentros primordiales con sus habitantes. En un principio los misioneros se sirvieron de intérpretes indios o naturales de aquellas tierras, repitiendo incansablemente las mismas cosas y utilizando los gestos de las manos y otras expresiones y movimientos del cuerpo, para facilitar el sentido de sus explicaciones. Después utilizaron los dibujos, acomodándose a la forma de expresarse los indios y a los símbolos utilizados ordinariamente por éstos. Todavía se conservan algunos de esos catecismos ideográficos o pictográficos.

La metodología misional fue muy rica y variada, y la iba marcando la experiencia de cada día. Los misioneros captaron enseguida la necesidad de expresarse con los elementos más sensibles o que entraran más fácilmente por los sentidos del oído y de la vista de los indios. Las cosas abstractas representaban una gran dificultad para ser entendidas. La música, la pintura y las representa­ciones teatrales obtenían un éxito inmediato y general.

Para todo esto encontraron una ayuda insospechada en los niños, por su espontaneidad, por su capacidad memorística, y porque servían de puente para llegar el misionero y su mensaje a los mayores, o al resto de la familia. En las escuelas para niños, que enseguida fundaron todas las comunidades misioneras, los enseñaban a leer, escribir y hacer cuentas, y los educaban en la religión cristiana. Era lo fundamental, pero también los preparaban para participar en la liturgia, para cantar dentro y fuera de la iglesia, y para representar los misterios cristianos en sencillos autos sacramentales, que atraían la curiosidad y atención de los mayores, y les servía para aprender lo fundamental de nuestra fe y moral.

De algunos misioneros dominicos sabemos que utilizaron grandes pinturas, que llevaban de poblado en poblado, para explicar de modo gráfico y fácil los misterios del cristianismo. Otro método también considerado como utilizado sobre todo por dominicos es el de las llamadas «marmotas»; eran grandes esferas, y también conos y cilindros, de unos tres metros de diámetro, con un armazón de palos de madera, sobre los que se colocaban grandes sábanas, en las que aparecían pintadas escenas o personajes religiosos; al anochecer se iluminaban con velones, cuya luz permitía que se traslucieran vivamente ante los indios esas pinturas que el misionero explicaba con calma.

Los misioneros lograron aprender muy pronto las lenguas indígenas y tradujeron a los caracteres latinos utilizados en Europa los sonidos de las palabras aborígenes. De esta forma comenzaron a exponer por escrito en las lenguas nativas sus explicaciones religiosas. Como quiera que al mismo tiempo muchos indios iban aprendiendo el español, los misioneros escribían en un español muy sencillo sus doctrinas, para lectura de los indios ya algo instruidos o para ayuda de los nuevos misioneros que debían acomodarse a las mentes indias, o para que los catequistas tanto españoles como indígenas leyeran el texto en público, cuando faltaba el misionero.

Los historiadores, cronistas y bibliófilos antiguos nos dan noticia de abundantes doctrinas elaboradas por los dominicos misioneros en Las Indias. El número exacto de las doctrinas que escribieron es imposible precisar; se habla de unas veinticinco. En el Museo Nacional de México. Hay una doctrina cristiana en jeroglíficos o de carácter pictográfico, que era usada por los dominicos en los primeros años de la evangelización de Nueva España. Y todavía se conoce alguna más, Una de las diferencias con las doctrinas pictográficas franciscanas es la forma de representar al «Padre»; unas lo visten con el hábito de santo Domingo y las otras con el de San Francisco.

Hay noticias de doctrinas dominicanas en las principales lenguas indígenas de América y Filipinas, e incluso en las lenguas de China, de Formosa, de Japón, y de Tonquín o el actual Vietnam. Con respecto a las regiones meridiona­les de México, de lenguas tan numerosas y tan variadas, encontramos doctrinas en la lengua Náhuatl o Mexicana propiamente dicha, en la mixteca, en la zapoteca, en la chochona... Otro tanto debemos decir de Suramérica, en donde aparte Quechua o Aymara, que tenían cierto carácter de general se daban muy diferentes en cada una de las regiones. Fue una impresionante labor no sólo religiosa sino también cultural, pues debido a los misioneros se conserva el conocimiento de esas lenguas en nuestros días.

EXUBERANCIA DE CATECISMOS

Los dominicos contaban con una buena tradición de compositores de catecismos en España, y eso tenía que repercutir en la evangelización del Nuevo Mundo. En efecto, del centenar de catecismos que se conocen en la España del siglo XVI, veinte fueron escritos por dominicos. Es la mayor contribución en este particular por parte de las órdenes religiosas; vienen luego los jesuitas, que escribieron diez. También en América y en las misiones españolas del Extremo Oriente floreció esta literatura religiosa, y tanto como en España. Son asimismo unos cien los catecismos que se compusieron en el siglo XVI en el Nuevo Mundo. Los dominicos contribuyeron con unos veinticinco, siendo superados sólo por los franciscanos, que debieron componer en torno a los treinta.

Bibliografía sobre los catecismos

Muchos de estos catecismos, tanto del siglo XVI como posteriores, los conocemos sólo por referencias de los historiadores, cronistas y bibliógrafos, y un buen número no han conocido todavía la imprenta, conservándose sólo manuscritos. La investigación, que se ha centrado en gran manera en estos últimos años, puede ofrecernos buenas sorpresas. Esto juntamente con la impresión de las piezas aún manuscritas colaborará a enriquecer nuestros conocimientos de aquel extraordinario fenómeno de la evangelización del Nuevo Mundo con sus importantes repercusiones en el orden de la cultura, del arte, de la moral, de las costumbres y de la religión.

La bibliografía antigua, que nos sirve de base para conocer al menos la existencia de catecismos, actualmente desaparecidos o no conocidos, aparte de las obras narrativas como historias y crónicas de las actividades misioneras de las diversas órdenes religiosas, son en especial para la orden dominicana las siguientes: J. QUETIF-ECHARD‑A. PAPILLON, Scriptores Ordinis Praedicatorum... 3 vol. (París 1719, 1721 y 1934); F. DE BURGOA, Palestra historial de virtudes y ejemplares apostólicos fundada del celo de insignes héroes de la Sagrada Orden de Predicadores en este Nuevo Mundo de la América en las Indias Occidentales, México 1670, 1934, 3.1 edic., con motivo del V Centenario de la evangelización de América, en 1989; ID., Geográfica descripción de la parte septentrional del polo Artico de la América o nueva Iglesia de Las Indias Occidentales,  y sitio astronómico de esta Provincia de Predicadores de Antequera, valle de Oaxaca, 2 vol., México 1674, 1934 y, con motivo del V Centenario del Descubrimiento de América, en 1989; A. LEON PINELO, Epítome de la biblioteca oriental y occidental, náutica y geográfica, Madrid 1737‑1738; J. EGUIARA y EGUREN, Bibliotheca mexicana, México 1755; H. TERNAUX, Bibliothéque americaine, París 1837; H. E. LUDEWIG, The literature of American aboriginal languages, Londres 1858; B. GA LLARDO, Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, Madrid 1863; M. BRASSEUR DE BOURBOURG, Bibliothéque Mexico‑Guatemalienne, París 1871; J. M. BERISTAIN DE SOUZA, Biblioteca Hispano‑Americana Septentrional, 2.ª edic, Amecameca 1883; J. GARCÍA ICAZBALCETA, Bibliografía mexicana del siglo XVI. Catálogo razonado de libros impresos en México de 1539 a 1600... se imprimió en México por primera vez en 1886, y últimamente en 1954; ID., Apuntes para un catálogo de escritores en lenguas indígenas de América, México 1886; CONDE DE LA VIÑAZA, Bibliografía española de lenguas indígenas de América, Madrid 1892; J. T. MEDINA, Biblioteca Hispano‑Americana, Santiago 1898; ID., Historia y bibliografía de la imprenta en la América española, La Plata, 1902; ID., La imprenta en México (1539‑1821), Santiago 1908‑1911‑, C. BAYLE, Los misioneros y la bibliografía indígena, Madrid 1950; E. ARROYO, Los Dominicos, forjadores de la civilización oajequeña. Tomo Primero. Los Misioneros, Oaxaca 1957. Tomo Segundo. Los conventos, México 1961.   

Con motivo de la celebración del quinto centenario del descubrimiento y de la evangelización de América han aparecido estudios de investigación muy buenos en torno a los catecismos, y se han reeditado muchos de ellos, cuyas introducciones ofrecen a veces datos de sumo interés. Merecen especial atención para este trabajo las siguientes obras y artículos: J. G. DURAN, Monumenta Ca­techetica Hispanoamericana (Siglos XVI‑XVIII). Volumen Primero (Siglo XVI), Buenos Aires 1984; Volumen Segundo (Siglo XVI), Buenos Aires 1991; M. A. MEDINA, O.P., Doctrina Cristiana para Instrucción de los Indios, redactada por FR. PEDRO DE CORDOBA, O.P., y otros religiosos doctos de la misma Orden, impresa en México, 1544 y 1548, Salamanca 1987; P. HERNANDEZ APARICIO, Catecis­mos, Sermonarios... de los Dominicos en las Bibliotecas Españolas, en «Actas del I Congreso Internacional sobre los Dominicos y el Nuevo Mundo. Sevilla: 21‑25 de abril de 1987», Madrid 1988, 334‑349; J. SANCHEZ HERRERO, Alfabetización y catequesis dominicana en América durante el siglo XVI, en «Actas del II Congreso Internacional entre los Dominicos y el Nuevo Mundo. Salamanca, 28 de marzo‑1 de abril de 1989», Salamanca 1990, 727‑763; ID., Catequesis y catecismos de autores dominicos con destino a América durante el s. XVII, en «Actas del III Congreso. Int... Granada, 10‑14 de sept. de 1990», Madrid 1990, 495­-518; H. URBANO, O.P., Catequética y Homilética Dominicana en los Andes (Siglo XVI), Ib., pp. 765‑783; P. BORGES, entre sus múltiples libros y artículos, citamos el siguiente en que expone el resumen de su doctrina y nos ofrece al final una bibliografía selecta para cada uno de los aspectos que pueden estudiarse, Panorama de la Evangelización Hispanoamericana (1492-1824), en «Carthaginensia» 7 (1991) 425‑451; de L. RESINES, que abunda también en libros y artículos sobre los catecismos,  citamos, por vía de ejemplo, Respuesta Catequética a la Realidad Americana, en Utopía y Realidad Indiana, por L. Pereña (y colaboradores), Salamanca 1992, y la colección en varios volúmenes, que comenzó a publicar en 1992, titulada Catecismos americanos del siglo XVI, editados en Salamanca, en Gráficas Varona, por la Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo.

2. Los catecismos

Ya indicamos la imposibilidad de dar a conocer por entero este notabilísimo arsenal de literatura religiosa, pues muchas obras las conocemos sólo por referencias de historiadores, bibliógrafos u otros escritores. En los autores últimamente citados puede el interesado lector completar lo que nosotros le ofrecemos en nuestro compendioso estudio. Le ofrecemos a continuación un elenco de las doctrinas o catecismos dominicanos más salientes. Las dividimos en tres grupos, para que puedan ser más fácilmente cotejadas: a) los de México y Centroamérica, b) los de Sudamérica, c) los de Extremo Oriente.

a) Algunos de los catecismos dominicanos de México y Centroamérica: BERNARDO DE ALBURQUERQUE, Doctrina christiana en lengua zapoteca, hacia 1560; PEDRO DE CORDOBA (y otros misioneros dominicos), Doctrina christana para instrucción e información de los indios por manera de historia, México 1544, edición facsimilar en Ciudad Trujillo (Santo Domingo) 1945, con otras ediciones antiguas y modernas; Id. (y otros misioneros dominicos), Doctrina christiana en lengua española y mexicana, México 1548, edición facsimilar en Colección de Incunables Americanos. Siglo XVI. Volumen I, Madrid 1944; BE­NITO HERNANDEZ, Doctrina christiana en lengua mixteca, México 1550; DOMIN­GO DE LA ANUNCIACION, Doctrina christiana en lengua mexicana; JUAN DE ALCA­ZAR, Doctrina christiana en lengua zapoteca; PEDRO DE FERIA, Doctrina christiana en lengua castellana y zapoteca, México 1567; PEDRO ALFONSO DE BETANZOS, Doctrina christiana en lengua de Guatemala, México, antes de 1570; LEONARDO DE LEVANTO, Doctrina christiana en lengua Zapoteca, Puebla 1776, inspirada en la antes citada de Pedro de Feria, agregando a su doctrina las canciones rosarianas de Fr. JACINTO DE VILCHES, cuyos manuscritos tuvo Levanto a su disposición; DOMINGO GRIJELMO, Doctrina christiana en lengua zapoteca; GREGORIO DE BETETA, Doctrina christiana, citada por autores antiguos, pero desaparecida, como tantas otras; DOMINGO DE SANTA MARIA, Doctri­na christiana en lengua mixteca; BENITO HERNANDEZ, Doctrina christiana en lengua mixteca, impresa primero en el 22 de noviembre de 1567, por segunda vez en el 24 de enero de 1568; ANTONIO GONZALEZ, Explicación de la doctrina christiana en lengua mixteca, aprobada en 1719 y publicada en 1755, es traducción del catecismo del jesuita Jerónimo Ripalda; BARTOLOMÉ ROLDAN, Doctrina christiana en lengua chochona, impresa en 1580; AGUSTIN QUINTANA, Instrucción christiana en lengua mije, que es medio catecismo medio confesionario y se publicó en Pue­bla, en 1729; FRANCISCO DE SARAVIA, Catecismo en lengua chinanteca, que se encontraba manuscrita en la biblioteca conventual de Oaxaca y desapareció con la exclaustración de 1859; DIEGO DE CARRANZA, Doctrina christiana en lengua chontal; MARTIN DE LEON, Camino del cielo en español y nahualt, 1611, es un catecismo, aunque añade un confesionario, y otras cosas piadosas; Luis DE BARRIENTOS, Doctrina christiana en lengua chiapaneca, siglo XVII, editado en París en 1875, con el Arte en lengua chiapaneca del P. Fr. JUAN DE ALBORNOZ; quizás fuera también un Catecismo en lengua zapoteca, el manuscrito de JACINTO DE VILCHES, que tuvo en cuenta para componer el suyo Leonardo de Levanto en 1779, según este mismo confiesa; JUAN RAMIREZ, Doctrina christia­na en lengua española y mexicana, hacia 1600; BARTOLOMÉ DE LEDESMA, Suma­rio de la religión chrístiana, México 1585.

b) Muestrario de algunos catecismos dominicanos de Sudamérica: BENITO DE JARANDILLA, Catecismo y oraciones en lengua peruana (hacía 1580); DIONISIO DE SANCTIS, Catecismo o Suma Breve, Cartagena de Indias 1578; TOMAS DE SAN MARTIN, Doctrina Christiana en Quechua; JERONIMO DE LOAISA, Instrucción de Jerónimo de Loaísa sobre la orden que se ha de tener en la doctrina de los natu­rales, Lima 1545, 1551 y 1567; BERNARDO DE LUGO, Catecismo de la doctrina christiana en lengua chibcha.

c) Catecismos más famosos dominicanos de las misiones de Extremo Oriente: el primer catecismo publicado en Filipinas, y en general en todas las misiones del Extremo Oriente, que es el publicado de modo conjunto entre agustinos y dominicos, y que se titula Doctrina christiana en lengua española y tagala corregida por los religiosos de las Ordenes de Santo Domingo y de San Águstín, Manila 1593; contemporáneamente los Dominicos publicaron por su cuenta un catecismo propio, para los chinos residentes en Filipinas, que se titula Doctrina christiana en letra y lengua china, compuesta por los Padres... de la Orden de Santo Domingo; MIGUEL DE SAN JACINTO, Doctrina christiana en lengua de Nueva Segovia, hacia 1610; TEODORO QUIROS DE LA MADRE DE DIOS, Doctrina christiana en la lengua de Formosa, hacia 1638; DOMINGO CORONADO, Doctrina chrístiana en lengua china, que aparece también con el nombre de Scala Coeli; PEDRO DIAZ DE COSSIO, Catecismo con el Rosario..., Madrid 1671.

CATECISMOS‑TIPO DOMINICANOS 

De estos catecismos dos pasaron siempre como modelos de los catecismos posteriores, y actualmente son de los más citados, cuando se pretende presentar arquetipos o comprobar la adaptación de los misioneros a la manera de ser y de pensar de los indios, y comprobar la capacidad de inculturación de los evangelizadores españoles con respecto a la ideología, al arte, y a las creencias y costumbres de los indios americanos. Estos dos catecismos son el de PEDRO DE CORDOBA, Doctrina Christiana para instrucción e información de los Indios por manera de historia, impreso en México en 1544, y el de PEDRO DE FERIA, Doctrina Christiana en lengua castellana y zapoteca, México 1567. Vamos a ofrecer algunas de estas peculiaridades de los dos citados catecismos.

1. El catecismo de Pedro de Córdoba

En la parte introductoria hace primeramente una presentación de los misioneros. Estos han venido a estas tierras sólo por amor a los indios, porque quieren comunicarles las buenas y maravillosas disposiciones de Dios para con ellos. Prueba de que sólo les ha movido el amor es el haber dejado su patria y haber hecho un viaje tan largo y tan lleno de peligros, y no buscar aquí bienes materiales, Dios quiere hacer a los indios hijos suyos y favorecerlos por medio de los misioneros.

Hace luego una exposición de los dos caminos y de las dos metas. Recuerda esto la enseñanza de las dos vías, que encontramos en el Evangelio, en la famosa Didaché o libro de la enseñanza de la doctrina cristiana del siglo primero, y otras catequesis de la Iglesia primitiva. «Dios hizo dos lugares. El uno arriba, en el cielo»[1]; es lugar de placeres y de bienestar, en el que no hay dolores ni tristezas. A él van los buenos cristianos, y también vosotros, si os hacéis cristianos y guardáis los mandamientos de Dios. El otro lugar está en el centro de la tierra y se llama infierno. A él van todos los malos y en él son atormentados con un fuego que nunca se acaba; allí también iréis vosotros, si no os hacéis amigos de Dios, y si no os hacéis cristianos.

El catecismo repite una y otra vez las ideas principales, para que se les queden grabadas más fácilmente a los indios. Conserva siempre un estilo sencillo, afectivo, cercano a los catequizandos, como en un diálogo intenso, que da un encanto especial a su lectura. Es toda la doctrina como una serie de sermoncitos, en que al mismo tiempo que expone las verdades de la fe, anima a aceptarlas y vivirlas. Si os hacéis amigos de Dios, como los buenos cristianos, iréis al cielo. En el cielo viven las almas siempre jóvenes «en grandes palacios, que son muy hermosos; adornados de rosas y flores; son muy pintados de muchos colores; están sus palacios llenos de muy suaves olores»[2].

El misterio del Dios único no era fácil de entender para los indios. La primera cosa que hay que creer les dice este catecismo es que no hay más que «un solo Dios Todopoderoso». No hay más dioses que Él, y Él puede hacer todo cuan­to quiere, y nadie hace nada, si Él no le da poder para ello.

Después de esta exposición general, desciende a las cosas concretas, que es el modo de entender de los indios, aclarando así lo que es Dios: «por su mandato se mueven los cielos, y sale el sol y la luna.... y por su mandato llueve, y por su mandato produce la tierra sus frutos.... y por su mandato nacen y mueren y viven todas las gentes, y por su mandato manan las fuentes y corren agua los ríos... »[3]. Por su mandato también hemos venido nosotros acá, para predicaros y enseñaros.

Para mostrar la grandeza de este Dios único a los indios, el catecismo no se cansa de seguir mostrando las cualidades y perfecciones de Dios. Es inmortal, no puede morir ni padecer ninguna necesidad, ni tener hambre ni sed. Es espiritual, invisible, pues no tiene cuerpo. Es muy hermoso y resplandeciente, y es el que da la hermosura, la claridad y el resplandor a las cosas: a las flores, al sol, a la luna y a las estrellas.

Dios es muy sabio. Sabe todas las cosas, hasta los pensamientos de los hombres, y todo lo que hacen a escondidas, y todo lo que va a pasar. Es también muy bueno con los hombres, pues puso a su servicio todas las cosas. Y a cambio de esto «no os pide Dios que le sacrifiquéis los hijos, ni matéis vuestros esclavos, ni que cortéis vuestras carnes, ni que os saquéis sangre, mas solamente quiere que le améis y honréis como a verdadero Dios y que no tengáis a otro por Dios»[4]. Los que vosotros adoráis son malos y por eso Dios los echó de su casa, y os mandan cosas malas, como matar a otras personas.

Nuestro Dios es «muy grande, porque está en el cielo y en la tierra y en el aire, y aquí y en Castilla y en todo el mundo»[5]

De esta exposición sobre Dios se desprenden dos conclusiones. Primera: «a este Dios, que es tan grande y tan poderoso, y tan hermoso, tan rico y tan bueno, y que tanto quiere a los hombres, a Este amad, y servid y tened por Dios». Segunda conclusión: Uchilobos y Tezcatepuca, y los otros a los que vosotros tenéis por dioses, no son dioses, sino más bien diablos, que os engañan y os enseñan cosas malas.

Especialísima dificultad representaba para el misionero explicar a los indios el misterio de la Trinidad. Tiene que recurrir a ejemplos, que es lo único que entienden bien aquéllos y que fallan por algún lado en la verdadera explicación. Este Dios único –les dice el catequista– es Padre, Hijo y Espíritu San­to: tres personas y una naturaleza. Así como el hombre es una sola naturaleza y son muchas personas, así como uno es el mar y son muchas sus olas[6]. Y más claro –continúa haciendo tres dobleces en su capa– una sola capa y tres dobleces. Alguno ha llegado a acusar de modalismo a este catecismo por estos ejemplos, sin darse cuenta del esfuerzo de adaptación misional para enseñar tan altas verdades. Estos misioneros tenían óptima preparación teológica, y una de las herejías más combatidas por los teólogos en el aula era el modalismo, Fijémonos en lo principal: cómo se hicieron todo para todos; se hicieron indios, para ganar a los indios.

«La primera persona se llama Dios Padre. La segunda, Dios Hijo, porque lo engendró el Padre, no como los otros hombres se engendran, porque no tiene cuerpo, mas como el sol engendra los rayos que produce. La tercera persona se llama Dios Espíritu Santo, que procede del rayo y del sol»[7].

Y ¿cómo explicar el misterio de Cristo, al mismo tiempo Dios y hombre? También aquí el catecismo hace esfuerzos singulares para llegar a los indígenas de aquellas tierras. Primero lo hacen con ejemplos, siempre deficientes; más tarde, con el desarrollo de su vida cristiana, les irían dando explicaciones más precisas. 

La causa por la que Dios se hizo hombre fue el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva; ese pecado pasó a todos los hombres. Por ese pecado los hombres se hicieron enemigos de Dios y esclavos del demonio, que lleva a los hombres al infierno, de donde ya no pueden salir. Lo explica mediante una comparación con sus costumbres: «así como vosotros a los que vencíades en la guerra, eran vuestros esclavos, y ellos y los hijos de aquellos vuestros esclavos, todos eran vuestros esclavos, así el demonio, venciendo a nuestros primeros padres en la tentación, los hizo sus esclavos a ellos y a todos cuantos dellos descendieron»[8].

Sigamos con los ejemplos o comparaciones tan abundantes por tan necesarias para la mente e idiosincrasia indiana. Para librarnos cumplidamente de esa esclavitud de demonio, quiso Dios hacerse hombre como nosotros. Se encarnó la persona del Hijo, que, al hacerse hombre, no dejó de ser Dios e Hijo de Dios, sino que, al encarnarse, es Dios y hombre juntamente. Y viene el ejemplo, que entra fácil por los ojos de aquellos catecúmenos: como un hombre, al hacerse fraile, es las dos cosas a la vez, hombre y fraile. También alguno ve aquí una herejía, el docetismo. Nada más lejos de nuestros misioneros, que tenían muy sólida formación teológica, y que habían oído rechazar repetidamente en las aulas esa herejía. Son ejemplos, como zapatillas para andar por casa, mientras llega el día de explicaciones más plenas.

Al final del catecismo nos encontramos con un sermón, que debía ser la delicia de los indios: la historia del mundo. Ellos también tenían la suya, que formaba la parte más importante de su tradición y doctrina religiosa. Era el momento de contrastar. «Desearías saber, hermanos, de cómo fue el mundo creado, y de dónde tuvieron principio las cosas». Sobre esto ya hemos hablado, pero lo repetiremos brevemente para que se os grabe mejor en la memoria.

Habla de las cosas creadas por Dios en los seis días de la creación. En algunos casos lo hace con mucho detalle, por la enseñanza consecuente que desea grabar en los indios. Así la creación de los primeros padres, Adán y Eva. Hizo un solo hombre y una sola mujer «para darnos a entender que el hombre no ha de tener ni casarse sino con una mujer, y, estando aquélla viva, no se puede casar con otra ni tenerla, y asimismo la mujer no se puede casar sino con un hombre, y, viviendo éste no se puede casar con otro»[9].

Formó Dios a Eva de la costilla, que es dura y está cerca del corazón, para indicar el fuerte amor que deben tenerse el uno al otro, capaz de superar todas las dificultades. No la formó de la cabeza, para que sepa que no es mayor que el hombre, ni tampoco de un pie, para que sepa el hombre que la mujer no es menor que él. Sacó del medio del costado, para que conozcan ambos que son iguales y han de tener mucha paz entre sí.

Terminamos esta selección con la concepción cosmográfica de este catecismo. «Los cielos son redondos y huecos, y muévenlos los ángeles por mandado de Dios. Y dentro de ellos hizo Dios todo el mundo y todas las cosas que tienen cuerpo. Y los cielos se andan alrededor como vemos en el sol, que en día y una noche anda y da una vuelta a toda la tierra...

Y, porque la mar y la tierra hacen un cuerpo redondo a manera de batey o bola, y lo alto de la redondez de la tierra, cuando el sol se abaja y va a la otra parte, se pone delante entre el sol y nosotros, por eso nos le cubre, que no le podemos ver nosotros. Y entonces oscurece acá, cuando el sol se traspone acullá, y se hace noche. Porque noche no es otra cosa, sino una sombra, que hace la tierra, que se pone en medio entre el sol y nosotros».

El sol, la luna y las estrellas no son cosa viva, sino «una cosa clara, que Dios puso en el cielo. Y como se mueve el cielo, se mueve el sol y la luna y las estrellas». Los que adoráis al sol, hacéis mal, porque no es Dios, sino una criatura, y quitáis al verdadero Dios la honra que se le debe. Debajo del cielo está el fuego, después el aire, luego el agua y por fin la tierra. Dios recogió el agua en los mares, quedando al descubierto parte de la tierra[10].

2. Catecismo de Pedro de Feria

Del catecismo anterior nos hemos fijado en la parte más doctrinal o dogmática; de este nos vamos a fijar en la parte más práctica, sea de su exposición sobre los mandamientos o de la recepción de los sacramentos. El texto del catecismo de Pedro de Feria está a dos columnas: la de la izquierda, en español, en caracteres góticos, y la de la derecha en zapoteco, en caracteres humanísticos. Tiene cinco grabados que ocupan toda la página, un conjunto bastante numeroso de ilustraciones más pequeñas, y letras capitales historiadas. Unos grabados tienen finalidad decorativa; otros tienen su valor pedagógico en cuanto a la enseñanza de la religión.

Como el anterior es un catecismo modelo, pues no se limita a fórmulas frías, breves, como para la sola memoria y el solo entendimiento, sino que se trata de exposiciones sencillas con mil recursos pedagógicos, para ilustrar el entendimiento y atraer la voluntad. La abundancia de comparaciones con el género de vida de los indios y con las circunstancias en que éstos se mueven, nos descubren al hombre primordial, que vive de sus sentidos, que no gusta de profundos raciocinios, sino que avanza más bien por intuiciones, despertadas o presentidas al chocar con la realidad concreta.

Algunas muestras de abundante referencia a las costumbres del indio, y que son una contribución importante a la antropología y etnología indiana. El culto a los muertos parecía era algo muy común en los diversos pueblos de la más distante geografía del Nuevo Mundo. Al hablar de la oración, les dice este catecismo: cuando tengáis necesidad de alguna cosa, pedidla a Dios, que es nuestro Padre, no a los ídolos «ni confiéis en vuestros difuntos (como lo hacíades antiguamente)»[11].

En la explicación del sacrificio eucarístico, les recrimina sus antiguos sacrificios a ídolos, que no son dioses, sino demonios, que les mandaban hacer cosas malas: «solíades ofrecer a vuestros dioses sacrificios de perros y gallinas v de otros animales y de vuestra propia sangre, que os sacábades de las lenguas y orejas, para los aplacar y alcanzar dellos mercedes»[12]

En el capítulo referente a los mandamientos de la Iglesia, al explicar el precepto de los diezmos y primicias, cita los frutos ordinarios de cultivo de los naturales: «maíz, frisoles, algodón, calabaza»[13]. Cuando explica el sacramento del matrimonio, recuerda los deberes del esposo y de la esposa. Al marido le anima a labrar diligentemente su tierra: «id a los tianguez, buscad algodón y lana». A las mujeres las exhorta a las labores de la casa: «tenedles [a vuestros maridos] aparejada la comida, pan, hortaliza y la bebida de mangüey»[14].

Considera muy grave el pecado de aborto, como también lo había declarado así el catecismo anterior, de Pedro de Córdoba. Es muy grave para la persona que lo realiza y para todos los que colaboran, y es objeto de gravísima pena. Parece que las mujeres indias lo practicaban habitualmente, cuando el embarazo era fruto de adulterio o fornicación, «Si por ventura alguna mujer concibió en adulterio o fornicación, no ha de tomar bebedizos, ni se ha de sangrar, ni ha de hacer alguna cosa, para echar la criatura, ni ha de estorbar por vía alguna la generación. Y, si lo hiciere, gravemente pecaría, y ni más ni menos quien le ayudase. Y si se averiguase el tal delito, sería gravísimamente castigado»[15].

Al hablar del sacramento del matrimonio, recrimina algunas costumbres del modo tradicional de casarse entre los indios: «los que nuevo os quisiéredes casar, no lo hagáis como bestias, revolviéndoos en los montes o en los herbazales como venados, y como lo hicieron vuestros antepasados en los siglos antiguos, en el tiempo de su infidelidad. Primero se ha de tratar y consultar...»[16].

Siempre de acuerdo con las exigencias más urgidas por el sistema misional dominicano, Pedro de Feria busca la voluntad libre del hombre en sus determinaciones religiosas. Es necesario que el indio sepa, comprenda suficientemente bien, las doctrinas o verdades religiosas que se les exponen. En segundo lugar el misionero, como apóstol y pedagogo de la fe, debe usar de los medios más aptos del entendimiento y del arte para captar la voluntad de los naturales y dejarlos como seducidos por los contenidos de nuestra religión. Pero finalmente es el indio el que con toda libertad debe aceptarlos, excluyendo toda imposi­ción externa, de miedo, engaño o violencia.

Esta metodología es necesario tenerla en cuenta en todas las cuestiones religiosas, pero de modo especial en los preceptos positivos de la Iglesia y en la recepción de los sacramentos. Vamos a acabar con dos ejemplos de este respeto de la libertad y de esta animación a los indios a mantenerse libres. Uno con relación a los preceptos y otro con relación a los sacramentos.

Al hablar este catecismo del precepto dominical y de la obligación de oír misa en los domingos y días festivos, les dice: «esto no lo habéis de hacer por fuerza, ni por vía de cumplimiento, sino de toda voluntad»[17].

Uno de los puntos culminantes de la catequesis cristiana es la recepción del bautismo. Esta doctrina de Pedro de Feria da a entender que en muchos casos los indios no habían aceptado libremente el cristianismo. «Si, cuando os baptizastes, no tuviestes intención de recibir el bautismo ni dejar vuestra religión antigua, sino lo hicistes sólo por cumplimiento, teniendo en el corazón lo contrario de lo que dígestes con palabras, también es necesario que digáis a los Padres, para que de veras y con efecto recibáis ahora el bautismo, porque entonces no os baptizastes[18]». 

 

Notas  

[1] Las citas de este catecismo las hacemos por la siguiente edición: Fr. PEDRO DE CORDOBA, O.P., Doctrina Cristiana para instrucción e información de los indios, por manera de historia. Edic. facsimilar y transcripción, Ciudad Trujillo, República Dominicana 1944. Seguimos la transcrip­ción: alguna vez nos permitimos señalar algún fallo. Las palabras de esta cita del texto se encuen­tran en la p. 65. (2) lb., p. 67. (3) lb., p. 68,

[2] Ibid. p. 67.

[3] Ibid. p. 68.

[4] Ibid. p. 69.

[5] Ibid. p. 70.

[6] Ibid. p. 70, s.

[7] Ibid. p. 71.

[8] Ibid. p. 87.

[9] Ib., p. 117. La transcripción lee: «hizo diosa a Eva». El original (p. 57) dice: «hizo Dios a Eva».

[10] Ib., p. 120s.

[11] Pedro DE FERIA, O.P., Doctrina Christiana en lengua castellana y çapoteca.... México 1567. Es­ta cita del texto se encuentra en el fol. 49 r.

[12] Ib., fol. 81v.

[13] Ib., fol. 88r.

[14] Ib., fol. 11rv.

[15] Ib., fol. 74r.

[16] Ib., fol. 112r.

[17] Ib., fol. 82r.

[18]  Ib., fol. 103v-104r

 

 

Responsables últimos de este proyecto

Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado

Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica

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