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DIRECTORIO PRINCIPAL |
FRANCISCO DE ARAUJO EN LOS CLAUSTROS SALMANTINOS - II |
Los documentos que aquí se insertan son obra del hacer entregado y estudioso de D. Ramón Hernández, historiador de la Orden de Predicadores. Profesor, teólogo, bibliotecario... pasa sus últimos años de vida en San Esteban de Salamanca entre libros y legajos. Internet fue para él un descubrimiento inesperado. A pesar de la multitud de libros y artículos publicados en todo el mundo con fruto de su trabajo la Red ayudó a llevar su pensamiento hasta los más recónditos lugares del planeta: «Me leen ahora en la web, en un solo día, más personas que antes con mis libros en todo un años» solía decir con orgullo refiriéndose a este proyecto. Para acceder a estos contenidos se debe utilizar el Menú Desplegable «ÍNDICE de DOCUMENTOS». Para otras opciones: Seguir «DIRECTORIO PRINCIPAL» o el botón: «Navegar» |
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Mientras estuvo fray Pedro de Herrera en Salamanca, la figura de Francisco de Araújo aparece humilde, a su sombra, siendo el primero quien lleva la voz cantante en cuantos problemas serios de orden disciplinar y doctrinal eran llevados a las altas reuniones escolares. Al emprender el maestro la ruta de los obispados –Canarias,Orense, Tuy, Tarazona- y sobre todo desde que recibe en propiedad Araújo la Cátedra de Prima de Teología, las intervenciones se acrecientan muy notablemente, pero sin llegar jamás a igualarle.
Su vida es casi exclusivamente la celda y las aulas. No es de extrañar, por consiguiente, su modestia o su total ausencia en algunos asuntos de importancia mantenidos entonces por la universidad, según veremos; por ejemplo, al iniciarse las gestiones para fundar en Madrid un centro universitario.
Según el Registro de provisión de cátedras, la cátedra de Prima de Teología, cuya propiedad continuaba en Pedro de Herrera, entonces obispo de Tuy, “la proveyó su Magestad en el Padre Maestro fray Francisco de Araúxo de la misma Orden, de la qual se le dio posesión y colación en el claustro del rector y consiliarios lunes a 17 de marzo de 1925 años a las nueve de la mañana”[1].
Por lo que hace al régimen de la Orden, Francisco de Araújo era promovido al Bacalaureado o Presentatura en el capítulo general 1618, celebrado en Lisboa[2].La Provincia dominicana de España había aceptado el nombramiento en el capítulo provincial intermedio, celebrado en Toledo en 1621, y el 8 de agosto de ese mismo año el Registro del Maestro de la Orden acusaba la aceptación, confirmando el nombramiento[3].
Al Magisterio en Sagrada Teología dentro de la Orden fue promovido el 18 de julio de 1627, al mismo tiempo que Juan de Santo Tomás lo era para Presentado, respondiendo a la exposición del capítulo provincial electivo habido en Toro en el convento de San Ildefonso el 25 de abril del mismo año[4].
El 23 de Agosto de 1631 se hace constar también en el Registro del Maestro de la Orden la dispensa de asistir a los capítulos provinciales, a los que de debía acudir como Maestro en Sagrada Teología. A pesar dello, en el capítulo provincial intermedio de 1633 fugura como definidor[5].
A principios de 1634 fue elegido prior del convento de San Esteban de Salamanca, tomando posesión el 7 de febrero. Acabó su priorato el 31 de enero de 1637[6]. Según el historiador de ese convento Juan de Araya fue elegido todavía otras dos veces, pero rechazó en ambos casos la elección[7].
Examinemos los problemas universitarios más importantes de su tiempo con relación a nuestro personaje.
1. La Orden Domicana y el convento de San Esteban de Salamanca no escatimaron jamás sus fuerzas para ayudar a la universidad salmantina; es más adelantaron siempre sus servicios, cuando se proporcionaba la ocasión de favorecerla. En el mes de agosto de 1625 Francisco de Araújo era requerido por el duque de Alba para ofrecerle sus servicios en Italia. Lo comunica a las autoridades académicas y se les brinda para arreglar con este motivo en Roma los asuntos que hubiera pendientes.
La universidad, para quien venía siendo desde hacía tiempo una constante pesadilla el sostenimiento del colegio de las tres lenguas, suplica al maestro dominico que procure buscarle solución en la curia romana. El modo más cómodo de resolver entonces este género de crisis dentro del mundo eclesiástico era la concesión de beneficios por la autoridad pontificia. Se había tratado el asunto el día 8 de agosto en el Claustro de Diputados[8].
Los datos que nos proporcionan los Historiadores del convento de San Esteban de Salamanca, con relación a la estima que hacían de Araújo las altas personalidades de la época, son muy generales y recogen solamente lo que venía atribuyéndole una tradición mejor o peor fundada. Uno de esos historiadores, el padre Juan de Araya, que es el más próximo al maestro, usa mucho el término impreciso de “dicen”. Los historiadores posteriores, al contar los mismos hechos, no tienen otra fuente que Juan de Araya, y por lo mismo no proporcionan luz nueva a la vaguedad en que éste nos dejara.
Cuenta Araya, entre otras, la siguiente anécdota, repetida luego por los otros historiadores, sobre el aprecio que de nuestro teólogo hacía Felipe IV: “pagábase [el Rey] tanto de sus dictámenes, y satisfacíanle tanto sus razones que solamente sus consejos le agradaban, y ansí le oyeron decir una vez que, si todos los teólogos de España estuvieran de un parecer y solamente el Maestro Araújo de otro, había de seguir el parecer del Maestro Araújo y dejar el de todos los demás”[9]. Añade dos líneas más abajo este historiador que “la mesma estimación hicieron los príncipes y señores del reino” [10]. Con semejantes vaguedades no es posible hacer progresar la noticia segura del Registro de Claustros, que nos habla de un proyecto de viaje a Italia con el duque de Alba.
En realidad el nombre de Araújo no vuelve a aparecer en las reuniones universitarias hasta tres meses más tarde –el 24 de noviembre[11]. Por otra parte, según el Registro de las Visitas de Cátedras, en la quinta visita anual, que debía hacer el rector con el catedrático propietario más antiguo de la facultad, que se efectuó unos días tarde –el 22 de agosto- ya no se presentaron en la del Maestro Araújo[12].
El 16 de diciembre en nombre del convento de San Esteban pide Araújo “poder general para que el dicho combento aya y cobre lo situado a la dicha cathedra. La universidad, enterada de los sobredicho y, como el dicho combento tiene hecha escriptura de resguardo a la universidad de que nunca se le pedirá cosa alguna, se acordó se otorgue el dicho poder, con protestación que hiço que agora y en ningún tiempo la dicha universidad aya de pagar cosa alguna de dicha cáthedra, y se otorgue así por la persona del dicho padre maestro fray Francisco de Araúxo, como por los demás que le sucedieren”[13].
Para resolver de una vez el problema tan frecuente del abandono en la retribución de sus cátedras, el Prior del convento de San Esteban hubo de dirigirse a Madrid a suplicar al Nuncio Apostólico la concesión de algunos beneficios, que no sólo garantizaran la paga, sino que revertieran por su abundante dotación en provecho incluso de la misma universidad. Antes de marchar ordenó al Maestro Araújo expusiera en el Claustro Pleno del 3 de mayo de 1626 la finalidad de su viaje:
“El padre Maestro fray Francisco de Araúxo dixo que el padre Prior de su combento va a Madrid a pedir al legado de su Santidad dé algunos beneficios, y su Magestad a de interponer su autoridad en ello, que estén anejos a las dos cátedras de Prima y Vísperas que tiene el dicho combento de San Esteban y vangan más cantidad de lo que por ellas an de aver, para que la universidad los goze y pague, y paraque esta merced tenga efecto suplica a la universidad se escriban sobre ello las cartas necesarias. La universidad, abiéndolo tratado, conferido y votado, vino y acordó que sin perjuicio del derecho de la universidad se escriban las dichas cartas. Cometióse el escribirls al Maestro fray Diego de Salazar, y para ello se le dio poder y comisión en forma”[14].
Con respecto al Colegio trilingüe, por el que el Maestro Araújo anteriormente se preocupara, a instancias de su Majestad se recibió finalmente una bula del papa Urbano VIII, favoreciéndole con algunos beneficios. El doctor Don Martín Bonilla se encargó de presentarla al Consejo, pudiéndose empezar muy pronto a disfrutarlos. También entre los comisionados para llevar a la ejecución la gracia pontificia se encuentra nuestro Araújo.
“El señor doctor Martín Bonilla hizo relación de haber presentado la bula tocante a los beneficios para el collegio trilingüe en el Consejo de Cámara, y Su Magestad mandó usar dellos y que la universidad administrase los beneficios; que para el dicho efecto se anejasen hasta la cantidad de mill escudos de Cámara en los obispados de Salamanca, Ciudad Rodrigo y Zamora, de que se despachó cédula susodicha en Madrid a veinte y ocho de agosto deste año de veinte y ocho, refrendada de Atonio Alosa Rodarte, y ansí mismo Su Magestad diocartas para los dichos señores obispos, que en sí mismo entregó en el dicho claustro, y asimismo un mandamiento del Reverendísimo Nuncio de Su Sanidad, refrendado de don Francisco Gutiérrez Zorrilla, su fecha en Madrid, a veinte de septiembre deste año de veinte y ocho; que se a de notificar a los dichos señores obispos y a sus vicarios, y de las diligencias que para ello hizo.
“Lo qual oído y entendido por la universidad, acordó que el padre maestro Francisco de Araúxo y el señor Bonilla den su recado al señor obispo de Salamanca y den la carta de Su Magestad y se le notifique el dicho mandamiento, y para lo tocante a Ciudad Rodrigo y Çamora se nombró al señor doctor don Gregorio de Portillo, para que su merced lleve las cartas de su Magestad y hacer lo que más combenga en virtud del dicho mandamiento y durante su ausencia sea abido por leyente, interesante y jubilante con el salario de estatuto”[15].
2. El 4 de marzo de 1627 en reunión plenaria se trató de la necesidad de reorganizar por completo el curso de artes. El problema se venía estudiando ya en diversas asambleas especiales para ello. Así lo manifestó el padre Maestro fray Basilio de León en la reunión citada según consta en el Registro de Claustros:
“El padre Maestro fray Basilio de León hiço relación que por acuerdo de la universidad se an hecho juntas tocantes a la lectura de las cáthedras de Regencia de Artes, para la buena enseñanza de los estudiantes y combendrá hiciese curso entero y que se visitasen por los doctores y maestros por su turno, y que en el ínterim que se ordena el dicho curso, se podría leer por el que an ordenado los padres Carmelitas descalzos, que es la doctrina de Santo Thomás, y que se comenzase desde el San Lucas que biene deste año”[16].
Francisco de Araújo había iniciado su enseñanza con el curso de Artes, había publicado hacía diez años el primer tomo del Comentario a la Metafísica de Aristóteles, y tenía ya listo el segundo, que vería la luz pública en 1631. Era por consiguiente persona cualificada para disponer en esta materia. Asó lo reconoció la universidad al colocarlo entre los comisionados para organizar el curso. Leemos en efecto allí mismo que la universidad acordó “se nombrase comisarios para ordenar el dicho curso de artes a los padres maestros fray Basilio de León, fray Francisco de Araúxo, fray Gaspar de los Reyes y doctor Roche de Portas, y que sus mercedes, repartiéndose como les pareciere, visiten las Regencias de Artes de aquí a San Isidro deste año y adbiertan y multen lo que les pareciere que más combenga”[17].
3. De sus primeros años de catedrático de propiedad son las célebres contiendas, que hubo de sostener la universidad de Salamanca contra las nuevas las nuevas facultades que se pretendían crear en Madrid. La orden dominicana, que había hecho suyos desde antiguo los derechos y los intereses de la universidad salmantina, salió también en esta ocasión a arrimar su hombre contra lo que se consideraba una amenaza para su influjo en el movimiento intelectual de España.
Contra lo que pudiera sospecharse, no fue Araújo -catedrático de prima de teología- entre los dominicos el que intervino más en el combate. Incluso, si nos atenemos al punto central del litigio –la creación de nuevos estudios generales en Madrid- sus intervenciones públicas son nulas apareciendo únicamente en cuestiones que sólo de una manera indirecta repercutían en la citada contienda. Es el catedrático de vísperas fray Félix de Guzmán, su antiguo condiscípulo, hombre inquieto y batallador, el que va a representar a los dominicos en esta lucha desesperada.
El siete de septiembre de 1626, reunida la universidad en Claustro Pleno, se lee una carta de la universidad de Alcalá, fechada el 24 de agosto, en la que se prevenía a la de Salamanca contra la fundación de un nuevo centro universitario en Madrid:
“siendo como es Madrid –se decía en la carta- patria común de donde salen tantos exércitos lustrosos de estudiantes para las grandes universidades donde de todo el mundo asisten tanto para su vivienda o pretensiones, si consiguen pacíficamente este intento, es fuerza queden hechas páramos esa ilustrísima universidad fontánea origen de nuestra España, y esta nuestra que an sido los polos del orbe y las dos luces mayores de la Iglesia con sus maestros y discípulos”[18].
La razón fundamental es una exclusivamente, la competencia ; no el que el citado centro lo hubieran de regir los jesuitas, antiguos litigantes con la universidad salmantina, ni el que los dichos padres no siguieran fielmente las doctrinas de santo Tomás de Aquino, que habían tomado ya carta de naturaleza en la ciudad del Tormes. De estos recursos hará uso la polémica, para lograr mejor su objetivo, pero éste no es otro que los estudios mismos, que habrían de quitar vida a las universidades existentes por la menor afluencia de alumnos.
Por esta razón muy difícilmente la universidad de Salamanca reconocía los grados concedidos por otros estudios generales. Aún la Orden Dominicana hubo de contemplar a veces la repulsa formal del claustro salmantino hacia la concesión de grados por sus centros facultativos. Sirva de ejemplo la negativa de la universidad de Salamanca al reconocimiento de la universidad dominicana de Jaén el 13 de octubre de 1629:
“El señor Maestrescuela –dice el registro de ese Claustro Pleno- dio cuenta a la universidad de aver tenido noticia que un religioso dominico a traído bullas de su Santidad, para hacer universidad en su combento de la ciudad de Jaén, y que tenga las mismas preheminencias questa universidad y otras, y que se a comenzado a usar dellas y por patrona a la misma ciudad, y se dan grados y se prueban cursos; que la universidad vea y confiera lo que se deba hacer por el daño y perjuicio que de ello resulta y no sólo eso pero otras muchas universidades se devía ataxar el daño que de averlas resulta”[19].
También en este caso se tomaron las medidas habituales: comisarios que intervinieran ante el Consejo, l Rey y el Duque para anularla. Y continúa la narración del registro:
“Otrosí la dicha universidad vino y acordó no se reciba ni admita cursos ni grados de las que se llaman universidades de Jaén, Almagro, Vaeza y Ávila, y en quanto a los grados que se dan en Ávila a los padres dominicos la universidad reserva en sí lo que se deba hacer”.
Sólo había asistidos al Claustro un dominico, Francisco de Araújo, que no movió los labios para pronunciar la mínima protesta; ya hemos visto cómo el propio Araújo, graduado en la universidad dominicana de Ávila, hubo de someterse a nuevas pruebas para recibir los grados por Salamanca.
La asamblea plenaria del 7 de septiembre de 1626 nombró un grupo de comisarios, entre los que se encontraba el dominico fray Félix de Guzmán, entonces en Madrid con el doctor Balboa para asuntos de la universidad. A las cinco de la tarde del mismo día 7 tuvo lugar la primera junta de los comisarios para oponerse a la proyectada fundación.
En esa asamblea se deciden tres cosas: primera, anunciar al señor Balboa y a Fray Félix de Guzmán su nombramiento; segunda, mandar al doctor don Pedro de Vega y al doctor Bonilla se pongan en contacto con los colegios mayores para que apoyen a la universidad; tercera, que los cuatro entonces reunidos en torno al rector –fray Francisco Cornejo, fray Basilio de León, don Pedro de Vega y don Martín Bonilla- elaboren prontamente un memorial para enviarlo en seguida a Madrid como ayuda a los comisionados, para que cumplieran más fácilmente su cometido[20].
La segunda junta se tuvo el 17 de septiembre y en ella se lee una carta de fray Félix de Guzmán, excusando su nombramiento. La junta determina insistir ante el dominico, que hubo de aceptar el encargo y proseguir en la elaboración del memorial proyectado, que se venía retrasando en espera de un mayor número de adhesiones[21].
El primer encontronazo, que a propósito de esta pugna tuvo la universidad de Salamanca con la Compañía de Jesús, se debió a la “indiscreción” –así lo califica Astrain[22]- del rector de su colegio, el P. Alonso del Caño. La multiplicación de conventos y colegios que había tenido lugar en los últimos años en la Ciudad del Tormes había traído consigo el acrecentamiento de los solemnes actos académicos, llamado “conclusiones”, que procuraban tener las diversas entidades para prestigio de su institución. A ellos eran invitados los profesores de la universidad, y sobre todo los maestros n Teología, que orientaban las discusiones. La carga era ya demasiado pesada y se había tratado en diversas reuniones de eludirla.
El 14 de diciembre en el Claustro del Primicerio se prohibió totalmente y bajo diversas multas la asistencia de los maestros a las conclusiones que tuvieran lugar fuera de las escuelas universitarias[23]. Los jesuitas, que carecían de aula universitaria y tenían que hacer por necesidad sus conclusiones en casa, se sintieron particularmente aludidos por la prohibición del claustro, y levantaron por boca del rector del colegio su voz de protesta. Su actitud desafiadora, altanera, le mereció la enemiga del claustro, que decidió desincorporar al colegio de la Compañía de la universidad[24].
La decisión de desincorporar a la Compañía de la universidad fue tomada en el Claustro Pleno del 19 de diciembre de 1626. A él asiste Francisco de Araújo y en él interviene públicamente –la única intervención de este género a todo lo largo del drama- con mucha brevedad y favoreciendo a la Compañía. Los doctores don Martín Bonilla y don Álvaro de Oca habían compuesto una petición a presentar al señor Maestrescuela sobre la que el padre rector del colegio de los jesuitas hiciera a su Majestad para arrancar del secretario la documentación sobre el claustro antes citado del Primicerio. Las expresiones de la petición formulada por dichos doctores eran demasiado fuertes, “picantes” según las calificó uno de los presentes. El maestro Araújo, y con él algunos otros, votaron que “algunas palabras de la dicha petición se quiten y moderen”[25].
El padre rector de la Compañía hubo de reconocer su falta y presentó personalmente su disculpa, pidiendo la reincorporación de su colegio el 31 de diciembre:
“E, leyda la cédula, entraron en el dicho claustro los padres Alonso del Caño, rector de la Compañía de Jesús desta ciudad, y Juan Chacón, y, en nombre del colegio de la Compañía de Jesús della, el dicho padre rector dio satisfacción al sentimiento que la universidad tiene ocasionado de la petición de su Paternidad presentó y que juzgo que aquello no era en desservicio de la universidad sobre el decreto que se hiço en el claustro de Primicerio, y el mayor sentimiento que el colegio puede tener es faltarles en sus actos las personas de la universidad, y a ello se fundó en razones particulares por las materias contravenidas, y no poder presidir en las escuelas por no tener en ellas los grados que se requieren, los an tenido en su collegio, del qual a dado muchos hijos a la universidad que la sirvan, trabajando y leyendo, imprimiendo diferentes libros desde el año de seiscientos y tras hasta agora.
Y que la pena, pues que su paternidad la tuvo se endereze a su persona y no a su comunidad, y que la universidad se contente con lo que estos días an padecido y demostración que se ha hecho, y que en parte a el claustro de primicerio no trate de ello ni quire pleyto, sino de lo que se a hecho después acá, suplicando a la universidad les haga toda merced como a sus hijos, y abiendo respondido el señor doctor don Pedro de Vega, vicéscholastico, los dochos padres rector y Juan Chacón se salieron del claustro”[26].
Una carta leída en el Claustro Pleno del 5 de enero de 1627, proveniente del conde duque de Olivares y del dominico fray Antonio de Sotomayor, confesor de Felipe IV, fechada en Madrid el 30 de diciembre, acabó de mover a la universidad a reincorporar el mencionado colegio[27].
El mismo día en que el padre Alonso del Caño pedía perdón a la universidad, recibía ésta la información de Madrid sobre la situación del proceso contra la fundación que se proyectaba en la corte. Transcribimos el texto:
“Se leyó una carta dirigida a la universidad de don Antonio de Carvajal, regidor desta ciudad con el decreto que hiço el Reyno a lo pedido, que es del tenor siguiente.
“Aseguro a vuestra Señoría que el Reyno junto en Cortes recibió con mayor gusto la embajada de los señores comisarios de parte de vuestra señoría, pidiendo se acudiese a que la nueva erección de cathedras o universidad que el collegio de la Compañía de Jesús intenta se haga en esta Corte no pase adelante, confirióse sobre ello para la mejor resolución nombró quatro caballeros comisarios. Uno dellos fui yo y con mucho gusto y le tendré siempre en serir a vuestra señoría.
Procuróse en la comisión la inteligencia de la materia, y aviéndola tenido y leýdo ayer su carta de vuestra señoría en el Reyno, inmediatamente hicimos resolución los comisarios de lo que se havía entendido, y reconocido todo, acordó el Reyno que por su parte los comisarios supplicásemos a su Magestad no permitiese que en esta Corte se haga instituto ni fundación de cathedras ni universidad, dándole memorial de las causas tan urgentes que hay para ello y, si fuere necesario, seguirlo con justicia, se hiciese, y el agente y letrados del Reyno acudiesen a lo que fuese necesario.
Yo, como una parte de los procuradores y más deseosos del servicio de vuestra señoría, como hijo antiguo suyo, no escusé darles cuenta dello; que si manda se haga alguna otra diligencia podrá avisarla y a mí emplearme siempre en su servicio, en que me hará granmerced y favor.
Guarde Dios a vuestra señoría con el augmento, prosperidad y buenos sucesos que deseamos los suyos. Madrid, diciembre cinco de seiscientos y veinte y seis años. Don Antonio de Vargas de Carvajal”[28].
La composición de un memorial que alegara todas las razones que teníanlas universidades españolas para oponerse a la fundación de otra nueva se imponía como una necesidad reconocida en las reuniones habidas en el mismo palacio. El 16 de enero el doctor Balboa tenía ya listo el informe, y en el Claustro de Diputados de ese día se le ordena su impresión[29].
La dureza del memorial, las quejas que aparecieron en seguida, obligaron a la inquisición a impedir que continuara difundiéndose, pero el exaltado y brillante alegato del doctor don Álvaro de Oca ante en tribunal inquisitorial decidió al inquisidor general a levantar el secuestro.
“Señor. El doctor don Álvaro de Oca y Çúñiga, deán de la Iglesia de Çamora, colegial del Colegio Biejo, Cathedrático de Vísperas en la universidad de Salamanca, etc. Vuestra Alteza mandó embargar la estampa que se estaban haçiendo de el memorial que delata a los Padres de la Compañía, ordenando a los impresores no pasaran adelante hasta que [por el] Consejo fuese tomada resolución, de lo cual a mi universidad ha resu[ltado] grave nota y al bien público destos reinos no pequeños daños, y así vuestra Alteza, hablando con el respeto debido, debe servirse mandar reponer este decreto, removiendo el embargo hecho, sin dar lugar a ninguna dilación. Lo uno por lo general, lo otro porque, siendo la universidad de Salamanca entre los quatro estudios generales del mundo el más insigne, tan venerado por su antigüedad, tan illustre por la pura y perfecta enseñanza de todas ciencias, tan calificado por sus colegios, y tan autoriado por sus religiones, tan frequentado por la guventud y nobleza de Europa…”
Habla de lo degradante que es para ese centro semejante condena, de la seguridad de doctrina del memorial, sin ofensas de personas o de instituciones, y aprobado por la universidad de Alcalá y otros centros de estudio de España. Finalmente los delatores no pierden el tiempo en la consecución de su fin
“que es efectuar la fundación de estudios generales sin parte ni contradicción, mientras está embargado el memorial y fundamentos con que la universidad apoya su justicia y convenze la pretensión contraria, cosa de que recrecería yrreparables daños en esta república como el memorial se hazía y oy con mayor hevidencia se haze demostración en virtud de relaciones auténticas, que se han traído de Flandes, de Francia y de Alemania, cuias lástimas se ponen por preservativo, para reparar lo que este reyno padeciera, si se diera acogida a semejante plática, a que vuestra Alteza debe çerrar la puerta antes que abrirla con el decretado embargo…”[30].
La impresión continuó adelante con el beneplácito de la Inquisición, pero pronto era secuestrado de nuevo, y ahora definitivamente, por orden del presidente del Consejo de Castilla, cardenal Treto, que exigió la pronta recogida e los ejemplares salidos[31].
En realidad la tan comentada visita de Jansenio a la universidad de Salamanca el 23 de febrero de 1627[32] avivó desde luego todavía los ánimos, pero no alteraba substancialmente la marcha de la campaña, que se encontraba entonces en su punto culminante, y los centros motores de la misma no habían pensado nunca dar a torcer su brazo.
Se buscan nuevas adhesiones principalmente en los centros de estudio –Sigüenza, Zaragoza, Valencia, Granada- y en las esferas de mayor influencia –Inquisición, Orden Dominicana- para sumar energías en pro de una misma causa[33].
Tantos esfuerzos unidos se estrellas esfuerzos a pesar de todo. El proyectado centro lisonjeaba a la corte, que lo miraba como algo personal. Las otras universidades, y entre ellas la de Salamanca, niña de los ojos y orgullo digno de los anteriores monarcas, pasaban a una consideración secundaria, que iría poco a poco minando su vitalidad.
El nuevo estudio general por su parte no podía ser más pretencioso, ni tampoco más revolucionario en una época en que predominaba todavía el amor a la especulación y en que las ciencias prácticas, experimentales, comienzan sus balbuceos.
He aquí por orden sus principales cátedras: Erudición (textos de autores ilustres); Griego, Hebreo, Caldeo y Siríaco; Historia (civil y religiosa); Lógica; Física; Metafísica; Matemáticas; Ética, Política y Economía; Milicia; Historia Natural; Historia de los Filósofos; Teología Moral y Casos de Cociencia; Sagrada Escritura (su interpretación literal)[34].
Ilusiones perdidas. La universidad madrileña pareció haber agotado sus energías en las luchas previas a su inauguración. Abiertas sus aulas en el mes de febrero de 1629, no conoció años de gloria, y pereció al poco tiempo de inanición.
¿Por qué? La razón alegada por Astráin podrá excusar ciertas responsabilidades, pero nunca ha satisfecho a nadie. Dice ese autor: “En la decadencia de estos Estudios Generales vemos un caso particular de aquella decadencia general y lamentable que se verificaba en España en todos los géneros de la vida científica y literaria. Todo iba decayendo, con tanta prisa que a fines del siglo XVII llegó España a verse en una postración, de la que no sabemos si hay ejemplo en la historia de las naciones modernas”[35].
Contra la acusación de monopolio de la Compañía de Jesús con respecto a las cátedras reales, como causa de la decadencia literaria y científica de España protesta Astráin: “la decadencia de España no se debió al soñado monopolio científico y literario de los jesuitas, sino a la holgazanería y desaplicación del público español. Esta fue la causa de que fuesen muriendo de inanición así los Estudios Generales como la Academia del Palacio Real, como tantas otras instituciones útiles de la España antigua”[36].
4. Francisco de Araújo en su obra De fide,spe et caritate habla con emoción del juramento, que hiciera la universidad de Salamanca, de seguir las doctrinas de Santo Tomás y San Agustín. A defender la religiosidad de este acto dedica una amplísima introducción a la citada obra. La titula Elogiumin laudem doctrinae sanctorum Ecclesiae doctorum Augustini ac Thomae, simulque apologia iuramenti praestiti ab alma Salmanticensi academia. Pro eiusdem doctrinae defensione ponitur forma iuramenti.
La razón de iniciar con este elogio su tratado de las virtudes teologales nos la indica él mismo en las primeras líneas de su apología. “Pro defensione doctrinae Divi Augustini ac Divi Thomae sanctissimorum Ecclesiae doctorum causam suscipio, necnon iusiurandi, quo alma Salmanticensis academia in utriusque magistri, sabbato die 19 iunii anni 1627 verba iuravit… Duplici ratione instante et suadente, oboedientiae altera et altera opportunitatis satisfaciendi adversariorum obiectionibus, iam evacuatis quando libor exstinctus est, quo liberius certaminis campum percurrere licet”[37].
Es innegable la relación de este suceso con el precedente. La universidad de Salamanca pretendía a toda costa hacer fracasar la fundación de los nuevos estudios general, que habrían de repercutir en la pérdida de estudiantes para sus aulas, y, entre los argumentos invocados, fue esgrimido éste de la inseguridad doctrinal de sus futuros directores[38].
En la universidad salmantina se venía enseñando la doctrina del Doctor Angélico desde la misma fundación de la facultad de teología a fines del siglo XIV, y, aunque no hubiera un compromiso formal de seguirla, en la práctica era este santo el verdadero forjador de los teólogos del Alma Mater[39].
La idea de comprometer por juramento a los componentes del claustro a seguir la doctrina tomista no procedió de los dominicos ni fueron tampoco éstos sus más celosos defensores, si bien es cierto, y desde luego comprensible y lógico, que favorecieran con su apoyo la empresa por redundar tan abiertamente a favor de su enseñanza oficial, que era también por feliz coincidencia el sistema preferido por la Iglesia.
Desconcierta la lectura de este problema en el padre Astráin, al considerar la posición de los dominicos como revancha de “no haber triunfado en las congregaciones De Auxiliis”[40], y, al traer a colación algunos incidentes, que parecen evidenciar lo que él llama “amargura tan natural”. Es una forma artificial y caprichosa, recurrir a habladurías domésticas o enfrentamientos del pasado entre individuos de una y otra parte del pasado para despachar de un golpe un problema, sin entrar en el fondo del asunto.
Los dos catedráticos dominicos de entonces, Francisco de Araújo y Félix de Guzmán, no aparecen de modo directo en toda la documentación que hace referencia al citado juramento. Ni Astráin ni Pérez Goyena, que considera a esos dos profesores como los abanderados del conflicto, han podido citar ni una palabra de ambos[41]. Los dos dominicos aparecen a la sombra en todo este negocio, mientras que son otros os que llevan la voz cantante.
En realidad sólo hubo una oposición seria, y desde luego convencida, dentro de los profesores salmantinos al proyectado estatuto de juramento agustino-tomista, la del maestro Andrés de León, decano de la facultad de Teología. Veamos como expone su protesta:
“El martes pasado que se contara quince días del mes de junio deste año de 1627 el señor doctor don Pedro de Vega, vicescholástico de la escuelas menores, me pide de parte de la junta, que esta nombrada para estorbar la fundación del estudio general que quieren hacer los religiosos de la Compañía de Jesús en la corte de Madrid, que combenía me allase el miércoles siguiente a las ocho y media de la mañana, en cumplimiento de lo qual, pidiendo primero a su Merced me declarase el negocio que se havía de tratar, pues no era amigo de dar parecer de repente, suMerced dixo que allá en la junta lo sabría y no me lo quiso declarar.
“Y aviéndose propuesto el negocio que si era útil y decente obligar a todos los maestros y doctores seguir y jurar la doctrina de Santo Tomás, cosa tan grave y que requiere mucho tiempo para determinar lo que se debe hacer, con todo eso vuestra señoría en su junta quiere que oy, viernes, derterminr lo que se debe haçer en ese caso, y votar lo propuesto, lo qual no se puede hacer en icha junta, porque no tiene comisión del Claustro Pleno, y, caso dado que la tuviera, que no la tiene, avía de ser dando cédula al señor vicerrector, representando en ella el negocio sobre que se ha de votar, citando a todos los maestros y doctores por cédula, como lo ordenan los estatutos de la unversidad, lo qual no se ha guardado, antes el dicho señor don Pedro de Vega, contraviniendo a los estatutos a puesto descomunión in scriptis para que no se cuente deste negocio a ninguno ni se comunique con alguna persona que sea fuera de la junta.
Lo qual es contra derecho, porque hacer ley, que obligue a las personas de una comunidad, ansí presentes como futuras, sin ser citada ni oýdas, es contra derecho, particularmente que agora no es tiempo para determinar una cosa tan grave po estar vaca la cáthedra de theulogía, en la qual votan tres religiosos de la Orden del Señor Santo Domingo, que son el padre Prior del convento y dos padres Maestros de la dicha universidad y no podrán libremete votar en su presencia los opuestos a las cáthedras, fuera que el determinar qué doctrina se ha seguir de theulogía sólo pertenece al decano y colegio de theulogía, como lo dicen las Constituciones Apostólicas. Y los señores doctores juristas en este negocio no deben dar voto, como no sería razón si el colegio de theólogos quisiese determinar quál era mejor la doctrina de Bartolo o de Jasón.
Por todo lo qual a vuestra señoría suplico no trate de determinar este negocio, pues es cierto que la junta no tiene comisión ara ello, y el negocio requiere mucho tiempo para mirallo. Y digo, según la raçón que me han ofrecido, no conviene jurar de seguir absolutamente toda la doctrina de Santo Tomás, y protesto la nullidad de todo lo que se hiciere en esta junta.
Y apelo de la descomunión que está puesta por el señor doctor don Pedro de Vega en este negocio, para ante quien devo y puedo, por se contra derecho y estatutos de la universidad, en lo qual todo por entender que es justicia, entiendo la observará vuestra señoría que no ay persona me lleve ventaja en desear el bien de la universidad, ni persona más aficionada a la doctrina de Santo Tomás que yo.
“Otrosí, como decano que soy de la facultad de theulogía, requiero a los señores maestros en theulogía no voten en este negocio ni den su parecer fasta que yo dé cédula con término competente para mirarlo, por ser negocio tocante a la facultad de theulogía, como consta por las Constituciones de la universidad, que es la constitución 33. Maestro Andrés de León”[42].
El maestro León se lamenta sobre todo de que una cuestión de tanta trascendencia quisiera resolverse en una simple junta, cuando lo estatuido era tratar el asunto en el Claustro Pleno universitario. Éste se reunió por fin el 19 de junio y en él se propuso a votación la cuestión del estatuto y juramento de enseñar y defender la doctrina de San Agustín y de Santo Tomás. Se convocaba, según reza la cédula “para recibir un recaudo de la junta de comisarios, que se ha hecho con los señores maestros theólogos, en orden a la carta del señor Presidente de Castilla, de nuebas opiniones, y acordar sobre ello lo que más convenga en orden a la enseñanza de la juventud, haciendo estatuto y juramento. No falte nadie sub pena praestiti iuramenti y de un ducado al que faltare. Fecha a viernes, deciocho de junio de seiscientos y veinte y siete años[43]”.
El maestro León puso sus dificultades y hubo de someterse primero a escrutinio si los dominicos y agustinos eran parte interesada, se les “tocaba” el presente negocio. Sólo hubo dos que juzgaban que los maestros de dichas órdenes religiosas eran parte interesada en el asunto. Los 47 restantes votaron favorablemente. Se procedió luego a la votación secreta del juramento y del estatuto fue mínimamente positivo.
“El maestro León –continúa el relato- vino en todo, ansí en lo público como en lo secreto. Leyóse el juramento y conforme a él se juró por todos”[44].
El P. Pérez Goyena, como el P. Astráin toman los datos de su casa, no los oficiales. Citan el memorial Por la Compañía, que lleva hasta el fin la oposición del maestro León[45].
La asamblea determina finalmente que los maestros Cornejo y Basilio escriban al Consejo, notificando lo acordado y pidiendo su aprobación.
Los franciscanos, al ver malparado a su doctor –Juan Duns Scoto-, salieron prontamente en la defensa de sus fueros, y con ellos hicieron campaña también los jesuitas, que además de no querer seguir al doctor Angélico, veían que el estatuto redundaba en su perjuicio con relación a los estudios generales en proyecto. La actuación de ambas órdenes fue eficaz, pues el Consejo no aprobó en modo alguno el estatuto. Al tener noticia de ello en Salamanca, en el colegio de la Compañía –conforme se anota en su diario- “se dijo la letanía y tras ella se reçó te Deum laudamus; no se envió aviso a los franciscos, antes se mandó nadie lo dijese hasta que de allá afuera lo divulgasen, porque no pareciese nos jactávamos con el buen suceso; dejóse la plática esta noche, porque lo pidió el platicante”[46].
En el claustro del 14 de febrero de 1628 se presentó el padre Juan de Berrio, exprovincial de los dominicos, con una carta del padre fray Diego de la Fuente, entones provincial, agradeciendo el obsequio que se hacía a su Orden con el juramento, y lamentando que no hubiera sido aprobado por el Consejo. Lo expresó en estos términos:
“Reconociendo no sólo la grande parte de favor que toca a nuestra religión, sino principalmente al señalado e importante servicio que Vuestra Señoría hizo a la Yglesia con el santo y prudente estatuto que ordenó cerca de la doctrina de los santos doctores San Agustín y Santo Tomás emos sollicitado con toda diligencia posible la confirmación de él en el Consejo Real, y el Consejo acordó el decreto que Vuestra Señoría abráentendido que abía lugar la confirmación, cosa que a causado admiración y asombro a muchos grandes personajes desta Corte, y a toda nuestra religión entrañable sentimiento por tocar el rigor deste decreto a la grande autoridad y suprema sabiduría dessa Madre y princessa de todas ls ciencias.
El Padre maestro fray Juan de Berrio, provincial que a sido desta provincia, ba a besar la mano a Vuestra Señoría en nombre de la Religión y mío; dará cuenta a Vuestra Señoría de lo sucedido y del estado que el negocio tiene, representando juntamente nuestra pena y dolor, ques de hijos y discípulos desa grande universidad, y para suplicar a Vuestra Señoría se sirva de ordenarnos lo que en este caso debemos hacer y mandarnos siempre quanto fuere de su servicio de Vuestra Señoría, a quien guarde nuestro Señor con los augmentos y felicidad, que la Yglesia Cathólica, estos reynos y sus hijos y discípulos de Vuestra Señoría emos menester. En ésta de Vuestra Señoría de Santo Thomás de Madrid, y de febrero nueve de mill y seiscientos y veinte y ocho años. Más servidor y capellán de Vuestra Señoría, fray Diego de la Fuente, Provincial”.
“E leýda la dicha carta del dicho Padre Maestro fray Francisco de Berrio en nombre del dicho padre provincial y de todos sus religosos, representó a la universidad la señalada merced que todos an recibido, en particular del estatuto para buena enseñanza de la juventud de la doctrina de los Sagrados Doctores San Agustín y Santo Tomás, y del justo sentimiento ue toda su religión hatenido y tiene de no se aver confirmado que por la misericordia de Dios abra medios para que se consiga lo que la universidad tan cuerdamente hiço, y que en general y en particular pone a los pies de la universidad toda su Religión, vida y hacienda, para la emplear siempre en servicio de la niversidad con todo amor y voluntad, y quel no haber el padre provincial imbiado las gracias era aguardando a la confirmación del dicho estatuto, a cuya confirmación por parte de su Religión se acudió con tadas veras”[47].
Los dominicos no fueron los promotores de aquello, que se juzgaba como saludable remedio para inmunizar la escuela, pero no podían menos de sentirse pesarosos, al desaprobarse el estatuto en la Corte, porque al tiempo que e favorecía con él a la universidad, se hubiera garantizado aún más la enseñanza de su doctrina oficial. Los dominicos además no fueron llamados, como otros maestros salmantinos, ante el Presidente del Consejo de Castilla, que –según venimos viendo a lo largo de estos sucesos- no soportaba la más peña oposición a sus dictámenes. Es una prueba de que dichos religiosos no debieron brillar tanto en el desarrollo de este negocio y de que no hubo el apasionamiento que algunos de los escritores –según hemos visto- les atribuyen.
[1] AUS 995, fol. 55v.
[2] Acta capitulorum generalium Ordinis Praedicatorum, vol.VI. Recensuit Fr. Benedictus Maria Reichert, Romae 1902, pág. 300.
[3] Archivo Generalicio de la Orden de Predicadores, sito en el convento de Santa Sabina de Roma, IV, 62, fol. 3.
[4] Archivo Generalicio de la Orden de Predicadores, IV, 64, fol.4, y Acta Capituli Provincialis… in Conventu Sancti Ildefonsi Taurensi…anni Domin 1627, ed. Apud Ioannem de Rueda, Vallis-Oleti, fol.2.
[5] Archvivo Generalicio de la Orden de Predicadores, IV, fol. 70,fol. 2; Acta Conregationis Provinciae Hisoaniae Ordinis Praedicatorum, celebratae in conventu Sancti Dominici Benaventani…, ed. Apud J. A. de Arana, fols. 2 y 20v.
[6] Esteban de Mora, Historia Annalística… VI, Apéndice, pág. 132; HH. San Esteban, t. II, pág. 876.
[7] HH. San Esteban, t. I, pág. 587.
[8] AUS 93, Registro de Claustros, fol. 39v: “El Padre Maestro Fray Francisco de Araúxo dixo a de ir a Nápoles a servir al duque de Alba y se ha de llegar a Roma; s a la universidad se le ofreciere en qué servir a universidad, lo hará. Pide cartas para su Excellencia y para el cardnal protector y otras.
La universidad acordó se escriban todas las cartas que fueren necesarias y se le pidió al dicho Padre Maestro Araúxo se encargue elhacer la diligencia tocante al Colegio Trilingue y lo demás que se ofreciere, y sobre todo se escriban las cartas que fueren necesarias. Cometiéronse al Mestro Fray Ángel Manrique.
[9] HH. San Esteban, t. I, pág. 590.
[10] Sobre la estimación que hicieron de Araújo los grandes personajes del tiempo habla asimismo Esteban de Mora, O. P., Historia Annalística… t. VI, Apéndice, págs 131-132
[11] AUS 94, Registro de Claustros, fol. 3.
[12] AUS 954, Visitas de Cathedras, sin foliar, visita del 22 de agosto de 1625.
[13] AUS 94, fol. 9v.
[14] AUS 94, fol. 39v.
[15] AUS 96, fol. 66.
[16] AUS 95, fol. 44.
[17] AUS 95, fol. 44.
[18] AUS 2108, fol. 69v.
[19] ASU 97, fols. 87-88.
[20] AUS 94, fol. 70.
[21] AUS 94, fol. 87.
[22] P. Antonio Astrain, S. J., Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, t. V, Razón y Fe, Madrid 1916, pág. 157.
[23] AUS 832, fol. 71v.
[24] AUS 95, fols. 15-16.
[25] AUS 95, fol. 15v.
[26] AUS 95, fol. 18.
[27] AUS 95, fols. 20v-21.
[28] AUS 95, fols. 18s.
[29] AUS 95, fol. 28v: “Otrosí la universidad acordó que el señor doctor don Juan de Valboa con toda brevedad haga imprimir el memorial tocante a la universidad que se pretende fundar de la Compañía de Jesús en Madrid, y su Merced concierte la impresión, y lo que se montare se dé libranza en el mayordomo”.
[30] AUS 2108, fol. 34.
[31] Pueden verse las dos cartas del cardenal Trejo del 1 y 15 de mayo de 1627, ordenando la recogida del memorial, en AUS 2108, fols. 12 y14.
[32] AUS 2108, fol. 44 ss.
[33] AUS 2108, fol. 61.
[34] Martín Fernández Navarrete, Miguel Salvá y Pedro Sáinz de Baranda, Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, t. III, Imprenta de la Viuda de Calero, Madrid 1843, Fundación de los estudios generales en el Colegio Imperial de los Jesuitas de Madrid, hecha por Felipe IV en 1625. Copia autorizada por escribno público, qu se halla en el Archivo del Excelentísimo Señor Duque de Frías, página 170, nota 1.
[35] P. Antonio Astráin, S. J., Historia de la Compañía de Jesús en la Asistenca de España, T. V, Razón y Fe, Madrid 1915, págs. 169-170.
[36] Ib., pág. 170, nota 1.
[37] De fide, spe et charitate, in Secundam Secundae Angelici Doctoris Commentarius, Authore Magistro Francisco de Araújo, Ordinis Praedicatorum, Sacrae Theologiae apud Salmanticam publico professore, et in eius alma academia primariae cathedrae calculo regio ordinario moderatore, Apud Sanctum Stephanum, Salmanticae 1635, pág. 1ss.
[38] Los argumentos, que apoyaban la idea de ligarse bajo juramento los profesores salmantinos a enseñar las doctrinas de San Agustín y Santo Tomás, fueron expuestos en un amplio memorial impreso, firmado por varios representantes de la universidad de Salamanca, de la Orden de Predicadors y de la Orden de San Agustín, titulado Por la Universidad de Salamanca y las Sagradas Religiones de Santo Domingo y de San Agustín, sobre la confirmación del estatuto y juramento de enseñar y leer las doctrinas de San Agustín y Santo Tomás, y no contra ellas.
[39] V. Beltrán de Heredia, O.P, La fiesta de Santo Tomás en la Universidad de Salamanca, en “La Ciencia Tomista” 33 (enero-junio 1926) pág. 213, nota 1.
[40] A. Astráin, S. J., Historia de la Compañía, etc., t. V, pág. 172.
[41] A. PÉrez Goyena, S. J., Un episodio de la historia de la Teología española, en “Razón y Fe” 34 (sep.-dic. 1912) págs. 438ss.
[42] AUS 2103, fol. 37.
[43] AUS 95, fol. 76.
[44] AUS 2108, fols. 25-27, AUS 95, claustro del 19 de junio anteriormente citado, fol. 76.
[45] Respuesta por la Compañía de Jhesús al Memorial, que salió en nombre de la Universidad de Salamanca y de las Sagradas Religiones de Santo Domingo y de San Agustín, impugnando las doctrinas nuevas y defendiendo el acuerdo jurado de seguir la doctrina de San Agustín y las conclusiones de Santo Thomá, Bibliotecade la Universidad de Salamanaca, manuscrito 581, fol. 109v.
[46] Biblioteca de la Universidad de Salamanca, manuscrito 576, fol. 109v.
[47] AUS 96, fol. 23.
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