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MATERIALES ESCRITURALES  - I

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El Papiro

 

No siempre la página –impresa o manuscrita– se configura del modo en que la conocemos hoy, sino que evoluciona de acuerdo con las necesidades de transmisión de los textos, las prácticas de lectura y el desarrollo y modos de producción de los soportes sobre los que se asienta. Al margen de las primitivas inscripciones y dibujos grabados o pintados sobre piedra o barro, la generalización y conservación de la memoria escrita y del saber se acelera gracias al uso de nuevos e imaginativos materiales. La corteza de ciertos árboles ‒de hecho, la palabra «libro» parece derivar de la voz latina liber, corteza secundaria de los árboles‒, las hojas de palma secas empapadas de aceite, la seda y otros tejidos, las tablillas enceradas, el papiro o el pergamino proporcionan ese soporte antes de la generalización del papel,  

La planta de papiro, Cyperus papyrus, prolifera en las orillas del Nilo. Su utilización en este menester es temprana y se prolonga durante muchos años. Liberado su tallo de la cubierta verde y cortado en tiras de unos veinticinco milímetros que se extienden y entrelazan sobre una superficie plana, luego de ser humedecidas, secadas al sol y sometidas a presión, generan una hoja compacta que, aplanada y pulida, es convenientemente cortada de acuerdo a unas medidas determinadas que, enrollada, está lista para ser comercializada.

La tonalidad más blanca y delgada se destina a la escritura de los libros sagrados, mientras la más oscura sustenta los escritos de tipo ordinario. El «rollo» egipcio se forma generalmente por una veintena de hojas que envuelven una varilla de madera, hueso o marfil. No obstante, su longitud varía según la necesidad. La escritura se traza en paralelo a las fibras horizontales, solo sobre una de las caras de la hoja, en columnas estrechas numeradas. Las columnas se denominan paginae y schedae, la primera hoja se conoce como protocollo, la última por excatocollo.

Los escribas egipcios utilizarán una varilla de bambú cortada transversalmente, que girada en diferentes sentidos puede formar trazos gruesos o finos, impregnada en tinta preparada a base del hollín o carbón vegetal extraídos de los utensilios de cocina, tratados con una ligera solución de cola. La tinta roja se reserva para los títulos y el comienzo de los capítulos. Ultimado el rollo, se conservará en el interior de un recipiente de madera o de arcilla.

La consolidación de la dinastía ptolemaica en el valle del Nilo, en lo que fuera Imperio de Alejandro Magno, mantiene el sueño del monarca de hacer de la ciudad de Alejandría el mayor centro cultural de la humanidad. Así, su Biblioteca llega a almacenar hasta setecientos mil rollos de papiro.

El papiro hace su aparición en Grecia hacia el siglo VII a. C., coincidiendo con el nacimiento de la poesía lírica. La hoja no escrita, charta para los griegos, deriva en latín e italiano en «carta».  El rollo, en latín, será volumen o liber.

El texto de las obras puede ser distribuido en varios rollos de tamaño similar atendiendo a su división por capítulos. Se asienta la tendencia a unificar sus dimensiones en unos seis o siete metros de longitud, generando un cilindro con un diámetro inferior a los seis centímetros y una altura entre los doce y quince, para facilitar su transporte en la mano.

Grecia es la cuna de un importante y bien organizado arte librario. Sus productos alcanzan una fuerte demanda y resultan altamente significativos en el conjunto de las exportaciones.  En un principio, copista y vendedor de libros coinciden en una misma persona, pero a partir del siglo V a. de C., se forma un gremio comercial independiente, los bibliopoli, cuyos locales de negocio abiertos al público, además de constituirse en punto de venta, son lugar de encuentro de eruditos que se reúnen para escuchar lecturas en voz alta.

En Roma, los más apreciados volúmenes son escritos por esclavos literati. El librarius es el «escritor de obras literarias» y la calle de los libreros, Argileto, se ubica en las cercanías del teatro Marcello.

Al igual que en Grecia, son frecuentes las reuniones de literatos y gramáticos en librerías para leer fragmentos de sus obras a los críticos y al público.

La pasión por los libros potencia la formación de bibliotecas privadas. Para conseguir copias más correctas se valora mucho a los esclavos literati, que los romanos amantes del estudio protegen y miman en sus casas. El precio de los libros se reduce en la medida en que la producción aumenta.

Las librerías disponen de un catálogo de las obras en venta que especifican el autor y muestran las primeras palabras del texto. Los volúmenes se conservan sobre pequeños palcos llamados «nidos», protegidos a menudo por un paño color púrpura.

Los fardos de papiro sin elaborar son importados para ser manipulados en territorio romano. El producto viene gravado de origen con un importante arancel.

La conquista de Egipto por los árabes en el año 641 reduce el ritmo y la regularidad de las exportaciones, lo que contribuye, junto al alto coste de su transporte y la política de irrigación desplegada, a la sustitución del papiro por otros soportes. No obstante, fueron también los árabes quienes introdujeron su cultivo en parte de Sicilia, donde aún hoy florece frondosamente.

La utilización del papiro se mantiene hasta finales del siglo III, fecha en que comienza a ser sustituido por el pergamino.

Tablillas enceradas

 

El mundo grecorromano también recurre para trabajos escolares, cálculos, comunicaciones epistolares y borradores, a las «tablillas enceradas». Están constituidas por rectángulos de madera o marfil con márgenes realzados a lo largo de los cuatro lados delimitando la zona central cubierta con cera sobre la que se escribe con el stilus, un instrumento puntiagudo con un rascador en el otro extremo que permite borrar mediante raspado los errores. Se suelen unir entre sí mediante cuerdas para formar, según el número,  un díptico, un tríptico, o un políptico.

 


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Responsables últimos de este proyecto

Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado

Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica

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