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DIRECTORIO de la SECCIÓN |
DEL VOLUMEN AL CÓDICE |
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El pergamino |
El término CÓDICE alude de
forma general a todo libro manuscrito anterior a la invención de la imprenta,
que tiene como objeto recoger o transmitir textos e ilustraciones. A diferencia
de los primeros rollos o volúmenes elaborados a partir de láminas
obtenidas del papiro, se construye a partir de un número variable de hojas
dobladas en dos y agrupadas en cuadernos cosidos a lo largo de sus pliegues.
Algunos estudios contemplan su desarrollo como la
evolución natural de las tablillas enceradas unidas mediante tiras de cuero o
anillas de metal para formar un conjunto ‒ dípticos, trípticos o
polípticos de acuerdo al número de piezas enlazadas‒, que será designado
con el término latino códex,
ya mencionado por Marcial en el siglo I de nuestra era. De forma
paralela se universaliza el uso del pergamino como alternativa a la hoja de
papiro.
El pergamino aparece en la leyenda del rey Eumenes II
que en el siglo II a.C. aspira a levantar en Pérgamo una biblioteca que rivalice
con la de Alejandría. Un intento que Ptolomeo V obstaculiza restringiendo su
acceso al papiro. Por esa u otras razones se desarrolla una técnica que permite
la utilización de la piel animal, principalmente
de
ternera, oveja, cabra o carnero, como soporte de base para la escritura.
El proceso, que el tiempo perfecciona, consiste en
liberar de pelo el cuero de la piel previamente humedecida en una disolución de
cal, y su posterior secado extendida sobre un bastidor de madera para facilitar
su raspado y pulido con piedra pómez. Pero el producto obtenido resulta caro por
el número de animales que sacrifica. Ello propicia que, además del cuidado y
esmero en la reparación de desgarros y disimulo de imperfecciones, sea frecuente
la reutilización y borrado del texto antiguo con ayuda de una esponja bañada en
leche. Son los
códices rescripti
o palimpsestos. La fuerte demanda propicia que la
preparación del pergamino pase de ser una ocupación exclusivamente monacal a
oficio de laicos agrupados en gremios.
Entre las ventajas que
ofrece el formato, vigente hasta nuestros días, hay que reseñar la facilidad que
aporta a la búsqueda y localización de secciones o textos, gesto complicado en
el tradicional volumen, y el incremento de capacidad de contenido que implica la
escritura a doble cara, así como su facilidad para la lectura.
El pergamino se erige en
el material perfecto para la copia e iluminación de códices hasta el siglo XV en
que entra en dura competencia con el papel.
El Códice |
Estructuralmente el códice se compone, como queda
dicho, de
una serie variable de cuadernillos plegados y cosidos, el
cuerpo del
manuscrito, posteriormente reforzado y
protegido mediante tapas.
La disposición del texto y
su ornamentación está cuidadosamente planificada. También el tamaño y calidad de
las hojas, pergamino o papel, atendiendo a la finalidad, propietario y uso. El
gran formato se reserva para códices de lujo y señores poderosos, el mediano
para misales y sermonarios y el pequeño para los libros de uso privado. La forma
no se rige por un canon establecido. Predomina el cuadrado en la antigüedad y el
rectángulo a partir de la edad media.
El pergamino, pese al
esmero y habilidad de su manipulador, siempre ofrece dos caras diferenciadas:
pelo, áspera y oscura, y carne, suave y clara. Una razón por la que, para
minimizar un contraste evidente que pueda restar valor al resultado final, se
procura la coincidencia de caras análogas frente a frente ‒ambas pelo o ambas
carne‒, en el montaje definitivo.
Los cuadernillos reciben diferentes nombres según el
número de hojas que los forman: duerno,
terno,
quaderno,
quinterno…
Pero antes de recibir la escritura e iluminación, se preparan mediante el diseño
de unas líneas maestras que estructuran la arquitectura formal del códice. Las
verticales enmarcarán el texto y sus columnas, los blancos y la posición de las
ilustraciones. Las horizontales evitarán los renglones torcidos. La técnica del
pautado se resuelve mediante el picado y el reglado.
El picado se realiza con
ayuda de un instrumento punzante que perfora las hojas señalando los márgenes
exteriores y las cabeceras o pies. Son las responsables del «enmarcamiento».
Sobre esta vertical se distribuyen las picaduras especiales que posicionan los
renglones. Tales marcas se pueden apreciar hoy en gran número de códices.
Las líneas del reglado son
las horizontales que unen las picaduras de los bordes. En un primer momento son
marcadas haciendo presión mediante un puntero. A partir del siglo XII se suele
usar una punta de plomo que deja un leve trazo gris sobre la base escritural.
Finalizada la preparación
se procede a la escritura. Su responsabilidad recae sobre monjes en talleres
monásticos, estudiantes y abogados que buscan ingresos complementarios o
copistas laicos profesionales al servicio de libreros, universidades o altos
cargos de la corte.
Pero el libro terminado
precisa de la participación de otros maestros artesanos: correctores, letristas,
iluminadores y encuadernadores.
La composición de la tinta es vital para la
legibilidad y permanencia de textos e ilustraciones. Son múltiples los
pigmentos, taninos, gelatinas y gomas utilizados.
El
carbón, compuestos de hierro y azufre mezclados con colas de diverso origen y
disueltos en vinagre o cerveza, son habituales en un primer estadio de
desarrollo.
También se ensayan tipologías de letra adecuadas a la
finalidad buscada. Caligráfica
o cursiva ‒rápida e informal‒, y capital
o mayúscula‒, de lenta ejecución y aspecto monumental‒. A destacar la
carolina, la
gótica y el
conjunto de las humanísticas,
todas ampliamente divulgadas por su uso en la imprenta.
La separación entre párrafos, hoy habitual, no existe
en los primitivos manuscritos. De ahí la importancia que tiene la marca ‒en rojo
o azul‒ de parágrafo,
que establece su principio y fin, para la correcta comprensión del escrito. En
la «mancha» de la página manuscrita no hay huecos, a lo sumo una estructura en
columnas. Su sistema de puntuación también difiere del actual.
Las señales para la ordenación adecuada de los
cuadernillos llegado el momento de la encuadernación, atiende a diversas
soluciones. La colocación de contraseñas ‒números romanos, letras mayúsculas o
minúsculas‒ en el vuelto de la última hoja de cada cuaderno, es la
custodia o
signatura. El
reclamo,
sustituye estas marcas por las palabras que inician el cuaderno siguiente. La
foliación
‒numeración única de la hoja que incluye anverso y reverso‒ y la
paginación
‒diferente para cada cara del mismo folio‒, son más tardías.
El final de la manufactura
del códice es la encuadernación que protege el conjunto de cuadernos ya unidos.
El cosido se recubre por el lomo y se fijan las tapas revestidas por tejido o
piel. Pueden estar ricamente adornadas e incorporar broches, cerraduras, correas
y cintas marcadoras de cuero, seda o algodón.
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Responsables últimos de este proyecto Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica |
Apunte estadístico Portal activo desde abril de 2004. Los auditores de seguimiento que contabilizan las visitas desde esa fecha acreditan una suma entre 4.000 y 10.000 visualizaciones diarias para el conjunto de secciones que lo integran. Las visitas en el servidor «https» son privadas y no quedan reflejadas en los contadores visibles |
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