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Disponibilidad léxica

DIRECTORIO

de la

SECCIÓN

UTILIDAD DE LA DISPONIBILIDAD LÉXICA

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A modo de introducción

 

Clasifica Pierce  [VEVIA, C.  1997:47-76] a la humanidad, tomando como criterio las actitudes individuales sobre los conceptos de  historia y vida, del siguiente modo:

“43. Si tratamos de formar nuestras concepciones sobre historia y vida, observaremos tres clases de hombres. La primera reside en aquellos para quienes el asunto principal es la calidad de los sentimientos: estos hombres crean arte. La segunda, en los hombres prácticos, quienes llevan sobre sí los negocios del mundo: no respetan sino el poder, y sólo en la medida en que es ejercido. La tercera, en hombres para los que nada parece grande, sino la razón: si la fuerza les interesa, no es en su realización, sino que en sí tiene una razón y una ley. Para los hombres de la primera clase, la naturaleza es una pintura; para los de la segunda, es una oportunidad; para los de la tercera, es un cosmos, tan admirable, que el penetrarlo en sus caminos parece para ellos la única cosa que hace su vida digna de vivirse. Estos son los hombres a los que vemos poseídos por la pasión de aprender, tal y como otros hombres tienen la pasión de enseñar y diseminar su influencia. Si no se entregan a sí mismos completamente a su pasión de aprender, es porque ejercen su autocontrol. Estos son los hombres científicos por naturaleza, y son los que tiene algún éxito real en la investigación científica”.

Si se indagan las causas que empujan a la ciencia a plantear nuevas líneas  de investigación se encuentran, al menos, dos razones que justifican la inversión de tiempo y esfuerzo en un proyecto. Está, en primer lugar, la curiosidad, el anhelo por comprender del Ser Humano. Escribe [MIGNOLO, W. 1983:8], al respecto Einstein a Born:

“Usted cree en un Dios que juega a los dados; yo creo en las perfectas reglas de la ley en un mundo de alguna realidad objetiva; las cuales trato de atrapar de una manera altamente especulativa”.

Cuando la ciencia profundiza en el mundo intentando alcanzar la realidad objetiva actúa [BUNGE, M. 1985:21] legítimamente de una manera

“... tan inventiva o creadora, tan imaginativa y original como la mejor creación artísti­ca [...] pero está comprometida con la realidad: inventa ideas, procedimientos e incluso cosas, pero todo lo que inventa tiene como meta la descripción, explicación o predicción del mundo exterior; esto es lo que le es dado”.

El segundo argumento es consecuencia de ese vínculo que establecen el científico y el universo investigado. La posesión de un saber [POPPER, K. 1972] implica la obligatoriedad de utilizar el conocimiento alcanzado en la búsqueda de una solución para los problemas que tienen su origen en el objeto analizado o la ley aplicada.

Trasladada la cuestión a la parcela que aquí y ahora ocupa, el mundo de la disponibilidad léxica[1], se puede argumentar ante quien manifieste duda acerca de la utilidad de este tipo de estudio o sobre la validez de las estructuras matemáticas que suele utilizar, que el desarrollo de métodos capaces de establecer un coeficiente para estimar la posibilidad de actualización de las palabras o expresiones responde al afán natural y legítimo del hombre por encontrar las causas de los fenómenos. Además, la disponibilidad léxica retrata el modo de hablar cotidiano de una sociedad y detecta sus carencias, limitaciones y vicios. También las adquisiciones e influencias que marcan el oriente de su transformación. López Morales, en el discurso pronunciado en la Universidad de Alicante el  23 de marzo de 2000 con motivo de su investidura como Doctor Honoris Causa, afirma:

“Las investigaciones de los últimos lustros sobre el léxico hispanoamericano, nos vienen aportando una cantidad inestimable de datos. Son de diversa naturaleza y obedecen a muy variados propósitos”.

“[...]De estos proyectos, todos en curso, han nacido un gran conglomerado de materiales de primera mano, obtenidos con metodologías muy rigurosas, y sobre ellos, dos docenas largas de estudios, de los que pueden extraerse, aunque sea de manera provisional, varias hipótesis de trabajo”.

“Primero, como era de esperar, que existe una variación léxica diatópica y diastrática, materializada esta en dos grandes vertientes: la ruralía sigue acogiendo un vocabulario patrimonial, teñido, a veces levemente, de indigenismos regionales; las zonas urbanas, por su parte, presentan una diversidad menor, pero no despreciable, de la que participan las adaptaciones y los calcos del alud de anglicismos que llegan a ellas”.

“Segundo, que ha empezado a producirse un proceso globalizador, muy vivo sobre todo en las ciudades, que se aprecia preferentemente en las nóminas pasivas del vocabulario colectivo. También aquí los anglicismos desempeñan un papel protagónico, pero de diferente signo: los que entran sin adaptación, los crudos, constituyen una fuerza centrípeta, que si bien perturban los patrones clásicos, colaboran a la unidad de la lengua”.

“[...] Pero si bien unas palabras mueren, otras nacen continuamente. Entre este aluvión de neologismos se encuentran términos extranjeros, y no sólo en los tecnolectos,  'americanismos’ de diverso tipo, y palabras del español general. En las consideraciones anteriores sobre la muerte de vocablos 'nacionales’  usados antaño en unas zonas relativamente pequeñas, y estas que siguen, bajo mi hipótesis principal de la globalización, quizás incipiente, del vocabulario americano”. [LÓPEZ MORALES, H. 2000]

Pero el conocimiento de las unidades constituyentes  de una o varias comunidades de habla, de los términos que comparten y los giros que las distancian, no es sólo un deseo legítimo desde un punto de vista teórico-científico, sino el mandato imperioso de un mundo tecnológicamente avanzado y estrechamente comunicado. Un mundo en progreso imparable que derriba fronteras, donde los diccionarios, las máquinas de traducción automática y los ordenadores deben saber de las opciones lingüísticas preferidas por la gente que habla en cualquier calle, aquella que dialoga en las cafeterías y demanda servicios y libertades a una sociedad post-industrial articulada sobre el consumo y los medios audiovisuales, alejada, las más de las veces, de las normas establecidas sobre el rígido principio de autoridad defendido por las academias.

Estos estudios encierran, además,  un enorme potencial pedagógico especialmente interesante en estadios tempranos de edad escolar. Permiten, a manera de ejemplo y en relación no exhaustiva:

  1. Establecer las diferencias entre el vocabulario básico marcado para una determinada edad o nivel educativo y el utilizado realmente, el disponible.

  2. Valorar el grado de interiorización, asimilación e incorporación al habla usual de los programas de enriquecimiento de vocabulario incluidos en los diseños curriculares de las escuelas.

  3. Resaltar las carencias de riqueza expresiva en universos individuales y colectivos.

  4. Evidenciar y medir la influencia de la publicidad y los medios audiovisuales en el discurso habitual.

  5. Poner de manifiesto las modas lingüísticas.

  6. Dibujar el cambio léxico provocado por la evolución de los intereses y la edad[2].

La posesión de esta clase de conocimiento dota de pistas y señales a quienes ostentan la responsabilidad de formar adecuadamente a los miembros jóvenes de la sociedad para evaluar e introducir, si procede, elementos correctores que complementen y reconduzcan desviaciones indeseadas de sus proyectos y modelos educativos. Permítase una breve reflexión en este sentido para ahondar en las posibilidades educativas de la disponibilidad léxica y explicar la razón de ser de este trabajo.

Se denomina intervención lingüística [SCHIEFELBUSCH, R. L. 1986], en estadios de psicología y didáctica, al sistema diseñado para ofrecer los contextos, medidas y experiencias necesarias en el aprendizaje reglado del lenguaje.

La intervención, en su  intento de  perfeccionar el funcionamiento lingüístico de niños y adultos,  conecta estrechamente la lingüística, la psicolingüística y la psicología, y las introduce en ámbitos educativos y clínicos. En este sentido Carrol [CARROL, J. B. 1976:21] afirma:

“En la preparación de los materiales y procedimientos de instrucción se debe prestar gran atención a la forma en que se presenta la información relevante al que aprende. Debe tenerse en cuenta la información previa que podemos, razonablemente, suponer que está a disposición del que aprende en un determinado momento. Debe prestarse gran atención a cuál es la nueva información que se presenta gradualmente en la instrucción, teniendo en cuanta cuál es el procesamiento de la información que realizará, con la mayor probabilidad, la persona que aprende”.

El lenguaje que interesa potenciar dentro de nuestras instituciones educadoras es aquel que da respuesta adecuada a las necesidades comunicativas de la sociedad [SCHIEFELBUSCH, R. L. 1986]. Y debe hacerlo de acuerdo con su contexto natural y en comunión con el entorno específico de los hablantes que forma, siguiendo, además, un proceso continuo dirigido a modificar las  conductas deficitarias, problemáticas o perturbadoras observadas, intervención correctora, previendo estrategias capaces de reconocer los malos hábitos responsables de carencias posteriores, intervención preventiva, y  desarrollando todo el potencial expresivo y creador que se encierra dentro de cada individuo, intervención optimizadora, para, en su conjunto, incidir al alza sobre el colectivo comunitario.

El conocimiento de las formas y funciones consideradas normales es el punto de partida esencial para orientar adecuadamente las secuencias de programación hacia los objetivos de referencia. Se acepta la existencia de un orden lógico de adquisición que se refleja en el currículum educativo y se supone, con el convencimiento incuestionable que nace de la experiencia, que la persona entrenada en el lenguaje consigue mayor habilidad para comunicarse eficazmente.

Naturalmente, el entorno de los adiestrados es más sensible a las conductas lingüísticas que reflejan los códigos dominantes de la cultura. Por ello todo programa de intervención en el lenguaje debe encaminarse  hacia el objetivo final de la conformidad ambiental y la eficacia interpersonal. El educador-especialista en lenguaje ha de basar las estrategias y objetivos de su programación formativa en un profundo conocimiento del lenguaje normal.

El conocimiento del comportamiento que resulta del estudio de la disponibilidad, resumido en los seis puntos anteriores, puede llegar a proporcionar algunos elementos útiles para mejorar los niveles de intervención en el campo léxico-semántico.      

Mena entiende, y así lo destaca en 1986 [MENA OSORIO, Mónica. 1986], como meta de estos trabajos el intento de mejorar los procesos de adquisición de las lenguas materna y extranjeras. López Morales, también en 1986 [LÓPEZ MORALES, H. 1986], propone aplicar la disponibilidad a la elaboración de diccionarios alternativos a los normativos, cargados de términos arcaicos o en desuso, que pueden resultar farragosos en según qué usos.

Tan sólo por estas razones queda ya justificado el esfuerzo invertido en la búsqueda de métodos más simples y eficaces para establecer y ordenar el vocabulario disponible de una colectividad. Ese es el punto de vista de este enseñante con más de tres décadas de experiencia docente en el tramo de edad analizado. Opinión, por otra parte, que parece coincidir con la de bastantes investigadores del entorno educativo y de la formación docente[3] que han profundizado en esta línea de trabajo.

 Notas

[1] La disponibilidad léxica es un indicador que pretende cuantificar el potencial que comporta cada uno de los términos conocidos por una comunidad de hablantes para ser actualizado en contextos  comunicativos concretos. Su cálculo se deriva de la aplicación de un algoritmo matemático elaborado con ese fin. 

[2] No se entra en la enumeración de otros posibles estudios más cercanos al mundo de la psicología y la sociología. Piénsese en la detección de nudos asociativos responsables de procesos semánticos o en  la familiaridad de algunos informantes con conceptos que pueden denotar actitudes de vida (uso y consumo de alcohol, diversiones, juegos...).

[3] Puede comprobarse este hecho, en la relación de estudios sobre disponibilidad que se incluye en el punto 1.4. Queda patente allí la profusión de investigaciones realizadas desde, o para,  el universo educativo.

 

 


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Responsables últimos de este proyecto

Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado

Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica

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