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ISRAEL Y PALESTINA

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Introducción

 

El año 1948 se constituye como un momento histórico clave en el desarrollo del conflicto palestino, un problema que pervive en nuestro presente con repercusiones gravísimas en Oriente Medio y el resto del planeta. El sueño ancestral del pueblo judío de alcanzar su «hogar nacional» empieza a cristalizar a finales del siglo XIX, como ideología política primero, para materializarse con el apoyo de las grandes potencias vencedoras después de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, la zona geográfica del Cercano Oriente se constituye en una de las regiones más inestables del planeta víctima de un conflicto permanente y cargado de violencia, protagonizado por el Estado de Israel y las naciones y pueblos árabes vecinos, afectando de modo muy especial a la población palestina.

nacionalismo

Definir el concepto de nación, de aquello que diferencia a un colectivo de personas de otras hasta el punto de constituirse en una comunidad distinta y diferenciada, no es fácil. Elementos como la lengua, la religión, el origen étnico o la historia en común, son variables determinantes, pero no suficientes por sí solas. Es el modo en que se combinan hasta constituir una amalgama original lo que singulariza a cada grupo.

Dice Hosbawn:

«Supongamos que un día, después de una guerra nuclear, un historiador intergaláctico aterriza en un planeta muerto con el propósito de   investigar la causa de la lejana y pequeña catástrofe que han registrado los sensores de su galaxia... Nuestro observador, después de estudiar un poco, sacará la conclusión de que los últimos dos siglos de historia humana del planeta Tierra son incomprensibles si no se entiende un poco el término “nación”. Este término parece expresar algo importante en los asuntos humanos. Pero, ¿exactamente qué? Ahí radica el misterio»[1]

El hombre considerado como ente individual es casi irrelevante. Su integración en un grupo social, en cambio, le otorga seguridad y beneficio. Sociedad y Estado son organismos que acompañan en su evolución natural al ser humano y son responsables de su «espíritu de pueblo», ese «algo» peculiar que convierte a la «nación» en un sujeto unitario y objetivo independiente de la voluntad de los miembros que la constituyen.

Sinopsis de una historia trágica

Registros prehistóricos constatan la presencia de tribus cananeas y filisteas en la región de Palestina. La Historia consigna la llegada a dicha zona del pueblo hebreo, de modo de vida seminómada, unos 1.500 años antes de Cristo. El Antiguo Testamento, relata una primera diáspora que los sitúa en Egipto y el retorno a su «Tierra Prometida». Así se constituye el Reino de Israel 1.300 a.C. Luego de su destrucción a manos de los asirios en el año 721 a.C., y sometimiento a los babilonios en 597 a.C., quienes destruyen Jerusalén (587 a. C.) y envían al exilio a miles de judíos, sufre el dominio de otras civilizaciones. Durante la conquista por el rey persa Ciro II el Grande (538 a.C.), se autoriza el retorno de los judíos expulsados, no obstante lo cual, algunos permanecen en Bagdad donde pervive la comunidad hasta el siglo XX, y la reconstrucción del templo de Jerusalén. Siguen las invasiones de macedonios y griegos (332 a.C.), egipcios, sirios y, finalmente, romanos (63 a. C.), a cargo del general –y futuro emperador– Tito. Se destruye el segundo templo y se crea la provincia de Palestina. Luego bizantinos, cristianos, árabes musulmanes, cruzados europeos, mamelucos, egipcios, turcos otomanos y británicos...

La actual Palestina ocupa una zona de 27.000 km2 ubicada entre el mar Mediterráneo y el río Jordán. Históricamente su extensión era mayor. Durante la etapa romana estuvo dividida en tres provincias administrativas. De esta época data su nombre. Con una población mayoritariamente árabe y dos importantes minorías judía y cristiana sin problemas de convivencia entre ellas, este territorio es una provincia del Imperio Turco hasta la primera Guerra Mundial.  

Nacimiento del sionismo

El término «Sionismo» deviene del término Tzion, usado en la Biblia como sinónimo de   Jerusalén, y de la Eretz Israel - Tierra de Israel. Como corriente política nace en la Europa de finales del siglo XIX alimentada por los modernos movimientos nacionalistas, cuando la intelectualidad juvenil judía la vincula a una ubicación física concreta que reclama desde una «legitimidad histórica» que remontan hasta el exilio sufrido en Babilonia hacia el 500 a.C.

Históricamente, los judíos siempre se autodefinieron como «pueblo elegido», distinto y hasta superior, y se aferró como ningún otro a sus tradiciones. Durante la larga y dura Edad Media consiguen mantener sus símbolos y cultura mientras se asientan en la percepción de ser herederos de una fe monoteísta que rompe el paradigma de otras culturas de la antigüedad y, desde esa condición de sociedad privilegiada y bendecida por la divinidad, se erigen en responsables de su conservación y memoria. Ese sentimiento generalizado favorece el desarrollo casi uniforme de todas las comunidades pese a su dispersión geográfica.

Así, inmersos en tierras musulmanas y cristianas, el judaísmo destaca en campos tan espinosos y controvertidos como la filosofía, la teología y el misticismo no obstante ser tratados como una minoría segregada y perseguida[2].

Pero parece haber llegado el momento de retornar a la tierra de sus ancestros, a la «Tierra Prometida». Desde la destrucción del Templo de Salomón, el deseo de volver a Sion, la colina sobre la que se alzaba el famoso templo, ha sido el alimento fundamental para mantener viva el alma judía.

En 1897 Theodor Herzl crea la Organización Sionista Mundial con el objetivo ubicar en Palestina, con la autorización del Sultán del Sublime Estado Otomano en cuya demarcación se encuentra, colonias judías siguiendo el modelo aplicado por las compañías inglesas de colonizaciónde [3]. El 1 de diciembre de 1896 dirige una carta al Reverendo Hechler en la que afirma:

«Para Ud., querido amigo, la cuestión judía es un problema teológico. Pero es también un problema político de los más actuales. Ud. sabe que sentimientos religiosos, y últimamente la expansión del antisemitismo, han despertado en las masas judías de todos los países, una fuerte nostalgia hacia Palestina. Ud. sabe que cientos de miles de judíos están dispuestos a una inmigración inmediata, y que podemos suponer que otros miles seguirán sus pasos. He aquí un nuevo factor que debe tomar en cuenta la política inglesa en Oriente»[4].

Simultáneamente se desarrollan otras organizaciones: The Society of Jews, que fija las bases políticas y culturales del posible nuevo Estado, The Jew ish Colonial Trust, encargada de conseguir la financiación imprescindible, y el Fondo Nacional Judío que se ocupa de la compra, desarrollo y reforestación de las tierras de las nuevas propiedades.

Aunque la negociación, apoyada por alemanes y británicos, no prospera con el mandatario turco, sí fortalece la relación entre los líderes sionistas y los representantes de Gran Bretaña, lo que, a la larga, será determinante para el logro de objetivos. Tampoco impide una fuerte corriente migratoria, originada mayoritariamente en el Imperio Ruso, y que solo interrumpe el estallido de la Primera Guerra Mundial. 

Palestina y el estado de Israel

La oposición del pueblo turco a la actuación autocrática de su autoridad propicia el Movimiento de los Jóvenes Turcos que fusiona grupos de oficiales como Unión y Progreso con la sociedad secreta de Mustafá Kemal, fundada en Damasco en 1905, que se materializa en el levantamiento militar de Salónica en 1908, dirigido por Enver Pachá, con la intención de restablecer la constitución de 1876 y evitar una posible fragmentación territorial. Los Jóvenes Turcos alcanzan el poder durante las guerras de Trípoli y los Balcanes. En 1914 la alianza defensiva germano-turca declara la guerra a los aliados, cuatro años después Turquía capitula y la flota aliada entra en el Bósforo.

Wilson, en sus Catorce puntos (8 de enero de 1918), ha incluido «la independencia de los pueblos no turcos del Imperio Otomano», lo que abre otra causa de inestabilidad en la zona en la pugna de las múltiples etnias, ideología y religiones, por conseguir y estabilizar fronteras propias, apoyadas en muchos casos por los intereses económicos y comerciales de las potencias aliadas que controlan la zona.

Gran Bretaña, que otorgó siempre a la región un alto valor estratégico para la seguridad y desarrollo de la India y el control del Canal de Suez, ha desplegado desde el inicio de la contienda arduas negociaciones en múltiples direcciones. Mantiene contactos con el Movimiento Sionista que busca su reconocimiento internacional y encuentra su oportunidad en el desmembramiento del Imperio Otomano que contemplan los británicos: elimina el veto turco contrario a sus objetivos. Desde el comienzo de las negociaciones subrayan que «ese es su hogar» histórico y que cualquier otra propuesta territorial incorporaría un volumen de población no judía que nunca podría ser asimilada[5].  Entabla negociaciones con el movimiento nacionalista árabe antiturco del que solicita apoyo en la campaña bélica a cambio de la creación de un Estado árabe independiente que abarcará cualquier territorio de población árabe situado al sur del paralelo 37. La particularidad palestina queda aparcada para rondas negociadoras posteriores. Discute con Francia y Rusia un tratado para el reparto de territorios y zonas de influencia.

En el año 1916, Gran Bretaña y Francia llegan a un acuerdo en ese sentido, antes de que el Imperio Otomano sea derrotado. El pacto Sykes-Picot define la parte que corresponde a Rusia, a Reino Unido y a Francia: A Rusia se le asigna Constantinopla, el Bósforo y el norte de Asia Menor; quedan en manos británicas los territorios de Mesopotamia, Transjordania y Palestina, mientras Siria y Líbano quedan bajo dominio francés[6]. Las regiones interiores de Siria e Irak, se constituirán en dos protectorados semiindependientes, controlados por Francia y Gran Bretaña, respectivamente, mientras que Palestina, reclamada por las tres potencias, contará con una administración internacional.

Consumada la victoria sobre el ejército turco, las tropas del general Allenby entran en territorio palestino iniciando, aunque no de manera oficial, el Mandato británico sobre Palestina. Y el 2 de noviembre de 1917 el ministro Arthur James Balfour declara: «El gobierno de Su Majestad considera favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío». Y subraya:

«No ha de hacerse nada que perjudique los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político de que disfruten los judíos en cualquier otro país»[7].

La declaración, aplaudida por la comunidad judía, genera el lógico malestar entre los países árabes e incendia las relaciones entre ambos colectivos. Para los primeros es el momento. La guerra que concluye ha conducido hacia la miseria a amuchas familias judías de Europa central y oriental. Palestina no es un destierro, sino un refugio, y la inestabilidad política que sigue al desarrollo de los fascismos manifiestamente antisemitas, especialmente con el establecimiento en Alemania del régimen nacional-socialista, la convierte en la solución inexcusable. La parte musulmana alega en contra del planteamiento británico que la región forma parte del ideal imperio islámico. Reivindican su presencia en la zona en fecha anterior a la llegada de Abraham, por ser los cananeos una tribu árabe, y que, después de su recuperación en el 637, es administrada de ininterrumpidamente durante ochocientos ochenta años, más del doble del tiempo contabilizado, no más de trescientos ochenta, como de precaria soberanía hebrea.

El mandato británico sobre Palestina es aprobado en 1922 por la Sociedad de las Naciones y, aunque no está claro que justifique también la territorialidad que la Organización Sionista Internacional reclama para un futuro Estado Judío, abre la puerta a millares de judíos que retornan a lo que consideran su territorio histórico desatando enfrentamientos y revueltas cuya pacificación requiere el uso de una fuerza que obliga al gobierno británico a reforzar su presencia militar en el territorio. La composición de la población cambia y hace saltar el equilibrio convivencial anterior. La persecución anti semita que sigue a la llegada al poder de Hitler incrementa el éxodo judío hacia Palestina. Se estima en 130.000 el número de inmigrantes acogidos de ese origen. Los nuevos colonos procedentes de Europa y Norteamérica poseen mejor educación y más recursos, por lo que tienen fácil el acceso a la tierra y a su explotación. La crisis económica desatada en la década de los años treinta agudiza las distancias socioeconómicas, la violencia sube de nivel y crece la actuación terrorista.

Así está la cuestión cuando, hacia 1939, empiezan a converger los intereses políticos de la metrópoli y de las emergentes y pujantes naciones árabes, lo que modifica la línea de actuación mantenida por una y otras hasta el momento. El nuevo rumbo político queda claramente expuesto   en el Libro Blanco que concreta las novedades de planteamiento: da por cumplida la promesa de un «Hogar Nacional Judío»; limita la inmigración a Palestina, la transferencia de tierras árabes y adquiere el compromiso del favorecer la independencia de un Estado palestino en un plazo no mayor a diez años[8].

El elemento más visible de la nueva política lo constituye su apoyo al proyecto, que culminará en marzo de 1945, de la creación de una Liga Árabe. Los sucesivos y fallidos intentos de Gran Bretaña para constituir un Estado árabe y otro judío asentados sobre territorio palestino, o la alternativa de integrar en Palestina un Estado unificado en el que judíos y árabes compartan administración, autoridad y gobierno, trasladan la responsabilidad a la Organización de las Naciones Unidas. El mandato británico ha llegado a su fin.

El 14 de mayo de 1948, fecha fijada por Londres para dar por concluido un mandato que inició en 1918, el Consejo Nacional Judío reunido en Tel-Aviv proclama de manera unilateral el Estado de Israel[9].

Las fronteras que establece son las recogidas en la Resolución 181 de la Asamblea de Naciones Unidas:

«Esta votación celebrada el 29 de noviembre de 1947 estableció la partición de Palestina en un Estado árabe y en otro un judío. En el primero residirían 10.000 judíos y 725.000 árabes, mientras que el segundo estaría compuesto de 498.000 judíos y 407.000 árabes. La votación se saldó con 33 votos a favor (los Estados europeos, Estados Unidos y la Unión Soviética) en contra 13 (los países musulmanes y la India) y 10 abstenciones (entre los que estaban Gran Bretaña y China»[10]

Israel es reconocido por los Estados Unidos al día siguiente y dos días más tarde por la URSS. El objetivo del sionismo se cumple, pero desencadena tensiones y enfrentamiento que, a día de hoy se encuentran activos[11].Coincidiendo en el tiempo con la proclamaba, ejércitos de diferentes países árabes entran en Palestina: Egipto ocupa Gaza y Ebron; Jordania Jerusalén Este y sitia Tel-Aviv, Irak cruza el río Jordán... La contraofensiva israelí provoca la expulsión y el éxodo masivo de palestinos y el control de Nazaret, Baja Galilea y Sinaí. El 7 de enero de 1949 las tropas judías se retiran del este último enclave y se inicia la firma de sucesivos armisticios. La fronteras y condicionamiento de la resolución establecidas la Resolución 181 han saltado por los aires. En mayo de ese mismo año Israel es admitido en Naciones Unidas como miembro de pleno derecho.

El nacimiento del nuevo Estado, autoproclamado como el heredero de los míticos reinos bíblicos, transforma radicalmente el panorama político de Oriente Medio. Unos simples datos sobre la evolución de la población en esos años así lo confirman[12]: 

AÑO MUSULMANES JUDÍOS CRISTIANOS OTROS TOTAL
1919 515.000 65.000 63.000 3.000 646.000
1944 1.064.000 525.000 136.000 14.000 1.739.000
1949 120.000 1.250.000 100.000 12.000 1.482.000

Si se lleva el análisis más allá del frío guarismo de las cifras y se bucea en ámbitos de otra índole, como variables relacionadas con aspectos económicos, ambientales, culturales o, incluso, psicológicos, la conclusión es la misma. Los judíos de antaño constituían un colectivo sometido de manera incondicional a las aristocracias árabe y turca dominantes. Hebreos y yemeníes se ocupaban principalmente de menesteres religiosos y la regencia de comercios y bazares. Eran, casi, una mera curiosidad turística en el imponente escenario del Muro de las Lamentaciones. En un plazo de treinta años el panorama es radicalmente diferente, incluso en el paisaje. Los entornos de Tiberiades, Galilea, el Mar Muerto y la costa mediterránea se cubren de edificaciones de arquitectura casi vanguardista, al modo de los ensanches de Viena o Berlín. Las chimeneas de las fábricas, las estructuras típicas de las refinerías petrolíferas o la estampa espectacular de los grandes hoteles, sustituyen las vistas tradicionales de palmeras, minaretes y cúpulas. Pululan por doquier tranvías, autobuses y camiones que ahuyentan a los rebaños de camellos y cabras que han de emigrar hasta zonas más tranquilas de Transjordania.

Los árabes ya no son los únicos agricultores del país. Las empresas agrícolas judías han progresado infinitamente más que las suyas y no solo por sus modos de explotación más modernos y avanzados –granjas individuales, granjas colectivas y cooperativas de producción–. El complicado sistema jurídico musulmán de «las manos muertas»[13], los mayorazgos, y el régimen comunitario tribal, ayuda a incrementar distancias y diferencias. Todo es nuevo. Un modo de vivir dinámico avasalla tradiciones que siempre se pensaron inmutables. Tel-Aviv, un villorrio de la periferia de Jaffa, ahora es la primera ciudad del Asia occidental, superpoblada y con resonancia política y económica a nivel mundial.

Durante el transcurso de la II Guerra Mundial, sin incidencia relevante directa en la zona, las hostilidades sionistas y árabes se circunscriben a ámbitos académicos y dialécticos, pero en la medida en que vislumbra la derrota del nacionalsocialismo, el elemento judío va reaccionando  hacia soluciones radicales y violentas, una tendencia anticipada en el asesinato, ocurrido el 6 de noviembre de 1914 en El Cairo, del ministro británico para Oriente Medio  Lord Moyne partidario de limitar los cupos inmigratorios[14]. El suceso provoca un giro radical en los apoyos de Gran Bretaña hacia las comunidades litigantes.

No obstante, la evaluación del Tribunal Militar Internacional en los Juicio de Nuremberg que cifra en cuatro millones las víctimas israelitas en los campos de exterminio de la Europa ocupada, se constituye en la plataforma perfecta para la exigencia sionista del refugio definitivo que albergue  «los restos de su  raza proscrita y  cruelmente diezmada». Un grito fuertemente coreado por los partidos norteamericanos y refrendado oficialmente por el presidente Roosevelt a pesar de las airadas protestas árabes[15]. Casi todos los países no musulmanes manifiestan su simpatía por la restauración de una nacionalidad judía. Así se avala incluso desde percepciones ideológicas continuamente enfrentadas como las de Washington y Moscú.

En noviembre de 1945, Clement Attlee, Primer Ministro del Gobierno Británico, anuncia en la Cámara de los Comunes el nombramiento de una Comisión angloamericana para resolver la cuestión de Palestina. Ella será la que desaconseje el fin del Mandato hasta tanto que la O.N.U. no dictamine una solución definitiva. Pero cuando esta llega, tampoco es bien acogida por todos. El problema se enquista y produce más violencia, más terrorismo y más guerras. 

 

Palestina y el estado de Israel

Amado Castro, Víctor Manuel (2006). «Israel: Una perspectiva histórica», Historia Contemporánea, N. 32, páginas 103-127.

Brunetto, María José (2006). «El proceso de creación del Estado de Israel: ¿Origen político de un conflicto sin fin en la región del Cercano Oriente?», Revista de la Facultad de Derecho, núm. 25, Universidad de la República, Montevideo, páginas 75-101.

Cruset, María Eugenia (2008). «La Diáspora y la creación del Estado de Israel». Anuario, IRI-UNLP.

Escuela Diplomática Española (2014). El judaísmo. Contribuciones y presencia en el mundo contemporáneo, Cuadernos de la Escuela Diplomática.

Gale Woolbert, R. (1938). «Pan arabismo y el problema palestino», Foreing Affairs I.

Galo Díaz, Julio y Agustín Fertonani (2008). «La partición de Palestina y la creación del Estado de Israel…», Contra Relatos desde el Sur. Apuntes sobre África y Medio Oriente, N. 5 y 6, CEA, Centro de Estudios Avanzados, UNC, Universidad Nacional de Córdoba, páginas 49-68.

Gresh, Alain (2002). Israel-Palestina: Verdades sobre un conflicto. Anagrama, Barcelona.

Herzl, Teodoro (2004). El Estado Judío, Organización Sionista Argentina, Departamento de Hagshamá y Departamento de Actividades Sionistas de la Organización Sionista Mundial, Buenos Aires.

Johnson, Paul (1988). Historia del Pueblo Judío. Enrique Vergara Editor. Buenos Aires.

Naciones Unidas (1947). «Futuro Gobierno de Palestina», Resolución 181 (II) aprobada sobre la base del informe de la comisión ad hoc encargada de estudiar la cuestión palestina, 29 de noviembre.

Naciones Unidas (1948). «Palestina», Resolución 194 - Informe sobre el progreso de las gestiones del Mediador de las Naciones Unidas, 11 de diciembre.

Naciones Unidas (1987). Origen y evolución del problema palestino. Ed. Naciones Unidas, Nueva York.

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Wasserstein, B. (1978). «The Assassination of Lord Moyne», Transactions & Miscellanies (Jewish Historical Society of England), N. 27, páginas 72-83.

 



[1] Introducción a Naciones y Nacionalismo desde 1780

[2] Tolentino, José Adrián (2015).

[3] Herzl se afianza en su idea de enfrentarse al antisemitismo después de seguir muy de cerca el llamado «caso Dreyfus», el militar de alto rango del ejército francés, de origen judío, condenado por espionaje y finalmente, comprobada su inocencia, liberado de su prisión en la Isla del Diablo.

[4] El Estado Judío (2004), página 113.

[5] Johnson, Historia del pueblo judío, página 337.

[6] Rusell y Samoilovich (1979), páginas 32-33.

[7] Rusell y Samoilovich (1979), página 72.

[8] Rusell y Samoilovich (1979), página 47.

[9]https://mfa.gov.il/MFA/MFAES/MFAArchive/Pages/La%20Declaracion%20de%20Independencia%20de%20Israel.aspx

[10] Amado Castro, Víctor M. (2006), página 103.

[11] Ver detalle en Resoluciones 181 y 194 de la Asamblea General de Naciones Unidas.

[12] Quintano Ripollés, Antonio (1950), página 57.

[13] Donación de inmuebles hecha bajo ciertas condiciones a las mezquitas o a otras instituciones religiosas de los musulmanes.

[14] Revisar Wasserstein, B. (1978).

[15] Quintano Ripollés, Antonio (1950), páginas 66-69.

 


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Responsables últimos de este proyecto

Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado

Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica

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