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DIRECTORIO de la SECCIÓN |
HISTORIA: LA ESPAÑA ROMANA |
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Tradicionalmente, la denominación “íbero” ha englobado al conjunto de habitantes que ocuparon la península desde tiempo neolítico hasta la Edad de Bronce. La España ibérica no estuvo nunca constituida por un colectivo racialmente homogéneo. A partir del siglo VIII a.C., grupos humanos de origen celta atraviesan los Pirineos y se asientan con mayor o menor fuerza en tierras del noroeste y de la meseta septentrional. La zona sur y levantina muestra una menor influencia de céltica, mientras que el centro peninsular se presenta como un crisol que funde culturas y modos de vida de unos y otros, por lo que recibe el apelativo de “celtiberia”. Primeros pobladores de la Península Ibérica
A ese sustrato poblacional hay que sumar la llegada de multitud de comerciantes embarcados en el negocio de la plata, el cobre y el estaño, muy abundante entonces en estos lugares. El influjo cultural de fenicios y griegos es muy importante y alcanza hasta la decadencia helena. Primeros colonizadores de la Península Ibérica
Hacia el 654 a.C. los púnicos o cartagineses se establecen en Ibiza y se extienden por el sur peninsular. Cartago se constituye en una potencia colonial mediterránea capaz de poner trabas a los deseos imperialistas de la todopoderosa Roma. El choque entre ambos colosos se hace inevitable y materializa en las llamadas Guerras Púnicas entre el 264 y 146 a.C. El inicio de las Guerras Púnicas
La Península Ibérica es vista por Cartago como fuente provisora de recursos y hombres. Amílcar Barca y, luego, Asdrúbal y Aníbal, asegurarán el dominio cartaginés. Los primeros enfrentamientos bélicos se producen fuera de este ámbito territorial. La victoria de la flota romana en las islas Egatas pone fin a la primera fase de la contienda que se cierra en un tratado que supone para Cartago la pérdida de Sicilia y Cerdeña y la obligación de abonar una fuerte suma de talentos en diez años. Para compensar la pérdida, los bárcidas inician la conquista peninsular. Fundan Akra Leuke (Alicante) y se hacen con la minas de de Sierra Morena. Amílcar Barca muere en un enfrentamiento con los íberos. Le sucede en el mando su yerno Asdrúbal Barca. Funda Cartago Nova (Cartagena) en el 227 a.C. y prosigue la expansión territorial aunque no se muestra especialmente agresivo. El dominio cartaginés
Roma, inquieta por estos avances y temiendo una hipotética alianza entre cartagineses y galos, promueve un pacto que sitúa al río Ebro como frontera límite para la progresión púnica. El asesinato de Asdrúbal asciende al hijo mayor Amílcar, Aníbal, a la condición de jefe supremo. El ataque de éste sobre la ciudad de Sagunto, aliada de Roma, pese a encontrarse fuera de la frontera establecida en el Tratado del Ebro, marca el inicio de la Segunda Guerra Púnica, 218 a 202 a.C., y justifica el principio de la conquista romana.
La Conquista de Hispania: El comienzo Está demostrado que el interés por la Península Ibérica mostrado por Roma no está motivado en un principio por sus habitantes ni siquiera por sus recursos naturales sino por la presencia en ella de los cartagineses y en particular de la familia de los Bárcidas. Ello, y la enorme distancia hasta la sede del gobierno de Roma que obliga a la continua toma de decisiones sin el apoyo o consejo de senado, propicia que la primera etapa del proceso romanizador sea obra de los encargados de comandar los ejércitos conquistadores, también todos ellos pertenecientes a una misma estirpe de militares. Primera fase de la II Guerra Púnica
El Senado de Roma otorga a Iberia categoría de provincia en el 218 a.C. con el nombre de Hispania y ordena a Publio Escipión detener a Aníbal. Pero la rapidez de movimientos de éste obliga al cambio del plan inicial por el envío de Gneo Escipión a Emporion (Ampurias) con un importante ejército que establecerá en Tarraco (Tarragona) su base de operaciones a la espera de la llegada de su hermano. Ocurrirá el verano siguiente. Trae trescientos buques de guerra, otros 8.000 soldados y una importante cantidad de víveres.
Reactivadas las operaciones, los dos generales dividen sus fuerzas y realizan incursiones que llevan a Publio hasta el Valle del Betis, pero los refuerzos cartagineses al mando de Asdrúbal Barca, vuelcan la situación. Publio será derrotado y muerto cerca de Linares y Gneo en Lorca. El dominio romano se reduce a una delgada franja litoral entre el Ebro y los Pirineos. Sólo la llegada de Publio Cornelio Escipión El Africano en el año 210 a.C., que reorganiza el ejército, atrae a su bando a algunos cabecillas indígenas como Indíbil y Mandonio, y es apoyado por una poderosa flota, devuelve la operatividad a las legiones que toman Cartago Nova (Cartagena) en 209 a.C., derrotan a Asdrúbal junto a Bailén y obtienen la victoria definitiva en la Batalla de Ilipa (Alcalá del Río) en el 206 a.C. Con la expulsión de los cartagineses de Cádiz queda cerrado este capítulo de la historia de España y en manos de Roma todo el sur y levante peninsular.
La presencia romana se asienta El final del enfrentamiento con Cartago viene a plantear tantos problemas como soluciones. La provincia había sido creada para combatir la amenaza de Aníbal, y esta tarea había sido cumplida, pero en los doce años de contienda se habían contraído obligaciones con ciudades y pueblos hispánicos, y aparecido vastos intereses económicos y políticos que abogan por la continuidad de la presencia romana en España que, en estos momentos es poco sólida. Se emprende ahora la verdadera conquista de Hispania centrándose a lo largo de medio siglo en el dominio de la Meseta y, posteriormente, en el norte y noroeste peninsular. La presencia de Roma se asienta
En el año 197 a.C. la península es dividida en dos provincias, Citerior (región del Ebro y litoral hasta Cartagena), y Ulterior (zonas sur y sureste), bajo la autoridad de un procónsul. La rapacidad y mal gobierno de los primeros gobernadores provoca innumerables y continúas sublevaciones de los pueblos autóctonos que obliga a Roma a enviar un poderoso ejército (alrededor de 70.000 hombres) al mando de Marco Poncio Catón El Censor, quien asegura para el imperio la Citerior y auxilia a los pretores que se defienden en la Ulterior, si bien la consolidación de esta provincia no se alcanzara hasta el 174 a.C. gracias a la intervención de Tiberio Sempronio Graco, que combina el uso de la fuerza con la concesión de bienes y reparto de tierras entre los sublevados. Hacia el dominio total
Guerra de Lusitania (155 a 136 a.C.) Con el caudillaje de Cesaro y Cauceno, los lusitanos penetran en el Valle del Betis y llegan hasta Tánger. El pretor Galva, ayudado por Lúculo, cerca a los rebeldes y les promete paz a cambio de tierras. Siete mil lusitanos aceptan la propuesta, pero son degollados por los legionarios. Viriato reúne las fuerza dispersas y hostiga, mediante táctica de guerrilla, durante años a los ejércitos de Roma. Sólo su asesinato, propiciado por la traición de algunos de los suyos, marcará el fin del levantamiento luso.
Guerras en Celtiberia (153 a 133 a.C.) Tras un primer enfrentamiento sofocado por Lúculo, los deseos de independencia y libertad, simbolizados en los habitantes de Numancia, y el apoyo prestado a los rebeldes de Viriato, generan nuevos enfrentamientos que suponen diversas derrotas para las legiones imperiales. Roma envía de nuevo a Hispania al gran Publio Cornelio Escipión El Africano en compañía de Cayo Graco, Cayo Mario y Yugurta. Reorganizada la tropa, Numancia es sitiada, y finalmente, vencida y reducida a cenizas. La ocupación del norte peninsular Las décadas que siguen a la toma de Numancia suponen un periodo de paz relativa que favorece la articulación y organización administrativa del territorio, interrumpido por las repercusiones que, a nivel local, tuvieron los enfrentamientos civiles en Roma entre partidarios de Mario y Sila, primero, y César y Pompeyo después, que motivaron la presencia y actuación en Hispania de personajes como Sertorio o Julio César. Solo el noroeste peninsular y la cornisa cantábrica quedan fuera del control y dominio romano. Al comenzar la época imperial Augusto intenta personalmente el dominio de esta última la región. En el 26 a.C. intenta una penetración simultánea por Cantabria, Asturias y Galicia (cuya conquista se vio en la obligación de abandonar Julio César por cuestiones políticas), pero una enfermedad aconseja su retorno a Roma. Queda Agrippa al mando. La superioridad de las topas del imperio relega a los rebeldes a los Picos de Europa. Las victorias del monte Meludio y el río Astura, establecen su derrota definitiva. La península entera es romana. Comenzó en 218 a.C. y concluye el 19 a.C., por eso merece las palabras de Tito Livio: “España ha sido la primera provincia que se atacó y la última que se venció”.
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CONQUISTA DE HISPANIA CRONOLOGÍA APROXIMADA |
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Fecha aprox. |
Evento |
237 a.C. |
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236 a.C. |
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231 a.C. |
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229 a.C. |
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227 a.C. |
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226 a.C. |
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221 a.C. |
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219 a.C. |
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218 a.C. |
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217 a.C. |
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215 a.C. |
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212 a.C. |
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210 a.C. |
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209 a.C. |
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208 a.C. |
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206 a.C. |
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205 a.C. |
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197 a.C. |
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195 a.C. |
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194 a.C. |
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178 a.C. |
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155 a.C. |
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153 a. C. |
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138 a.C. |
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134 a.C. |
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133 a. C. |
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29 a.C. |
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26 a.C. |
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29 a.C. |
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Responsables últimos de este proyecto Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica |
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