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DIRECTORIO

de la

SECCIÓN

LA ÓPERA DE LOS TRES CENTAVOS

Los documentos a los que aquí se accede han sido realizados expresamente para desarrollar los programas académicos que trabajamos con nuestros alumnos. Esta serie se completa en muchos casos con propuestas de actividades interactivas, audios o vídeos que concretan y validan el grado de comprensión alcanzado o, simplemente, actuan como elemento motivador. También está disponible una estructura tipo «Wiki» colaborativa, abierta a cualquier docente o alumno que quiera participar en ella. Para acceder a estos contenidos se debe utilizar el «DIRECTORIO de la SECCIÓN». Para otras áreas de conocimiento u opciones use el botón: «Navegar»

Autor: Bertol Brecht

 Cine

PRIMER ACTO

ESCENA PRIMERA

(Para contrarrestar el creciente endurecimiento del corazón de los hombres, el comerciante J. Peachum ha abierto una tienda en la que los más miserables entre los miserables podían lograr un aspecto que conmoviera los corazones más empedernidos).

CORAL MATUTINA DE PEACHUM
– El joven Brecht era un rebelde que jugaba al ajedrez y tocaba el laúd. Se sentía atraído por lo distinto, lo extravagante, y se empeña en vivir al margen de las normas de su tiempo, de su recato y su sentido de disciplina. Desde muy joven demostró que estaba lleno de ideas para construir una sociedad distinta, mejor. En los bajos fondos londinenses del cambio de siglo, el elegante capo Mackie Messer se enamora de Polly, la hija del rey de los mendigos Peachum, y pretende casarse con ella. Al padre no le gusta nada la idea, e intentará desbaratar los planes de Mackie por diversos medios.
(AL PÚBLICO):

–1– Hay que encontrar algo nuevo.
–2– El negocio es demasiado difícil, porque consiste en suscitar la compasión humana.
–3– Hay algunas cosas, pocas, que estremecen a los hombres;
–4– Algunas, pero lo malo es que, si se utilizan unas cuantas veces, no surten ya efecto.
–5– Porque el hombre tiene la tremenda capacidad de volverse insensible, por decirlo así, a voluntad.
–6– Así ocurre por ejemplo que un hombre que ve a otro hombre exhibiendo un muñón en una esquina está dispuesto a darle la primera vez, por horror, diez peniques…
–7– …la segunda vez sólo cinco…
–8– …y, si lo ve por tercera vez, lo denuncia fríamente a la policía.
–9– Y lo mismo pasa con los auxilios espirituales. Un gran cartel que dice: «Más vale dar que recibir» desciende desde lo alto.
–10– ¿De qué sirven las máximas más hermosas y convincentes, pintadas en los carteles más atractivos, si enseguida se gastan?
–11– En la Biblia hay cuatro o cinco máximas capaces de conmover el corazón…
–12– …pero cuando se han gastado se encuentra uno sin nada que llevarse a la boca.
–7– Por ejemplo, ese «Dad y se os dará», en apenas tres semanas que lleva aquí colgado se ha deteriorado de mala forma.
–TODOS– Hay que ofrecer siempre algo nuevo. Habrá que recurrir otra vez a la Biblia pero, ¿cuánto durará aún?

(Llaman a la puerta, abre Peachum y entra un muchacho llamado Filch.)

–FILCH– ¿Peachum & Co.?
–PEACHUM– Peachum.
–FILCH– ¿Es usted el propietario de la empresa «El Amigo del Mendigo»? Me la han recomendado. ¡Vaya, qué máxi mas! ¡Son un capital! ¡Seguro que tiene una biblioteca entera de cosas así! Esto es otra cosa. Pero a la gente como nosotros… ¿cómo se nos van a ocurrir? Y sin cultura, ¿cómo va a prosperar el negocio?
–PEACHUM– ¿Cómo se llama usted?
–FILCH– Mire, señor Peachum desde pequeño he sido desgraciado. Mi madre era una borracha y mi padre un jugador. Abandonado a mí mismo desde muy pronto, sin las manos amorosas de una madre, me fui hundiendo cada vez más en la ciénaga de la gran ciudad. Nunca he conocido los cuidados paternales ni la bendición de un hogar acogedor. Y por eso me ve aquí…
–PEACHUM– Por eso lo veo aquí…
–FILCH– … sin recursos y fácil presa de mis bajos instintos.
–2– Como un barco a la deriva en alta mar, etc.
–1– Y ahora, dígame, señor barco a la deriva, ¿en qué distrito recita esa letanía?
–FILCH– No le entiendo, señor Peachum.
–PEACHUM– ¿Porque eso lo representa en público?
–FILCH– Bueno, mire, señor Peachum, ayer hubo un pequeño incidente desagradable en Highland Street. Yo estaba tan tranquilo y desgraciado en mi esquina, con el sombrero en la mano, sin pensar en nada malo…
–3 (Hojeando una libreta)– Highland Street. Sí, sí, es cierto.
–4– Tú eres el cerdo al que Honey y Sam pillaron ayer.
–5– Tuviste el descaro de molestar a los transeúntes del distrito 10.
–6– Nos contentamos con una paliza porque pensamos que no sabías de la misa la media.
–7– Pero si te dejas ver otra vez por allí utilizaremos el serrucho, ¿comprendido?
–FILCH– Sí, sí, ¿pero qué puedo hacer entonces? Aquellos señores, después de haberme sacudido de lo lindo, me dieron su tarjeta comercial. Si me quitase ahora la chaqueta, pensaría usted que estaba delante de un bacalao.
–PEACHUM– Mi querido amigo, si no pareces un lenguado es que mis muchachos fueron escandalosamente descuida-dos. De modo que aparece este mocoso y se cree filete,
–3– ¿Qué dirías tú si alguien pescase en tu estanque las mejores truchas?
–FILCH– Bueno… yo no tengo ningún estanque.
–PEACHUM– O sea, que las licencias sólo se conceden a los profesionales. (Muestra con aire de negocios un plano de la ciudad).
–3– Londres se divide en catorce distritos.
–4– Todo el que quiere ejercer en uno de ellos el oficio de mendigo necesita una licencia de Jonathan Jeremiah Peachum & Co.
–3– Sí, si no, podría venir cualquiera… cualquiera que fuera fácil presa de sus bajos instintos.
–FILCH– Señores, señoras. Sólo unos chelines me separan de la ruina total. Tengo que hacer algo, porque con dos chelines en el bolsillo…
–PEACHUM– Veinte chelines.
–FILCH– ¡Señor Peachum! (Señala suplicante un cartel que dice):
–TODOS– «¡No hagáis oídos sordos a la miseria!».

(Peachum, señala la cortina de una vitrina, en la que dice):

–TODOS– «¡Dad y se os dará!».
–FILCH– Diez chelines.
–PEACHUM– Y el cincuenta por ciento en liquidaciones semanales.
–12– Con equipo, el setenta.
–FILCH– Perdone, ¿en qué consiste ese equipo?
–12– ESO lo decide la empresa.
–FILCH– ¿Y en qué distrito podría actuar?
–PEACHUM– Baker Street, del 2 al 104.
–1– Ahí es incluso más barato.
–2– Sólo el cincuenta por ciento con equipo.
–FILCH– Está bien. (Paga).
–PEACHUM– ¿Cómo se llama?
–FILCH– Chales Filch.
–PEACHUM– Ah sí. (Grita): ¡Señora Peachum! Éste es Filch.
–TODOS– Éste es Filch.
–1– Número trescientos catorce. Distrito, Baker Street.
–2– Yo lo inscribiré.
–3– Naturalmente, querrá empezar ahora…
–4– …antes de los festejos de la Coronación…
–5– …la única época en la vida en que se puede sacar alguna cosilla.
–1– Equipo C. (Abre la cortina de una vitrina, en la que hay cinco maniquíes de cera).
–FILCH– ¿Qué es eso?
–8– Señora Peachum. Son los cinco prototipos de miseria capaces de conmover el corazón humano. Su vista pone al hombre en un estado de ánimo antinatural en el que está dis-puesto a soltar dinero.
–9– Equipo A: Víctima del intenso tráfico.
–10– El inválido alegre, siempre de buen humor (hace una demostración), siempre despreocupado…
–11– …el efecto aumenta con el muñón.
–1– Equipo B: Víctima del arte bélico.
–12– El temblequeante molesto, que importuna a los transeúntes y actúa causándoles asco (hace una demostración),…
–2– …un tanto mitigado por las condecoraciones.
–3– Equipo C: Víctima del desarrollo industrial.
–4– El ciego lastimoso, o sea, la alta escuela de la mendicidad. (Hace una demostración, caminando vacilante hacia Filch. En el momento en que tropieza con él, Filch grita horrorizado. Peachum se detiene al instante, lo mira asombrado y de pronto ruge):
–1– ¡Le da lástima! ¡Usted no será mendigo en su vida!
–8– ¡Alguien así sólo puede ser, en el mejor de los casos, transeúnte! ¡De manera que equipo D! ¡Celia, otra vez has bebido! Y ahora no ves tres montados en un burro.
–5– El número ciento treinta y seis se ha quejado de su atuendo.
–1– Cuántas veces tendré que decirte que un caballero no se pone prendas mugrientas.
–5– El número ciento treinta y seis pagó por un traje flamante.
–6– Las manchas, lo único que podía dar lástima en él, había que echárselas sencillamente con una plancha y cera de vela.
–1– ¡No pensáis en nada! ¡Todo tengo que hacerlo yo! (A Filch) ¡Desvístete y ponte esto pero cuídalo bien!
–FILCH– ¿Y qué pasa con mis cosas?
–TODOS– Son de la empresa.
–7– Equipo E: Joven que ha conocido tiempos mejores o al que nadie podía pronosticar este destino.
–FILCH– Ah, ¿de manera que las utilizan otra vez? ¿Y por qué no puedo hacer yo de ése de los tiempos mejores?
–9– Porque a nadie le creen su propia miseria.
–10– Si te duele la tripa y lo dices, sólo provocarás repulsión. Además, déjate de preguntas y ponte esas cosas.
–FILCH– ¿No están un poco sucias? Cuando Peachum lo fulmina con la mirada: Perdone, se lo ruego, perdone.
–SEÑORA PEACHUM– Muévete un poco, chaval, no voy a estar sosteniendo estos pantalones hasta Navidades.
–FILCH– (Tono agresivo) ¡Pues las botas no me las quito! De ningún modo. Antes renuncio. Son el único regalo de mi pobre madre, y nunca, jamás, por muy bajo que caiga…
–SEÑORA PEACHUM– Déjate de historias, sé muy bien que tienes los pies sucios.
–FILCH– ¿Y cómo quiere que me los lave? ¡En pleno invierno!

(Cantan la balada de Mackie Cuchillo mientras cambia escenografía y vestuario)
(Feria anual de Soho)
(Los mendigos mendigan, los ladrones roban, las putas hacen de putas. Un cantor callejero canta una balada popular)

Los escualos tienen dientes
que cualquiera puede ver
y Macheath tiene un cuchillo
pero a él no se le ve.
Las aletas del escualo
son muy rojas al matar.
Mack Cuchillo lleva guantes
y no hay nada que observar.
En el verde y frío Támesis
caen los muertos por doquier.
No es la peste ni es el cólera
es que Mackie lo hace bien.
Un domingo azul y hermoso
hay un muerto junto al mar.
Alguien dobla allá una esquina:
Mack Cuchillo que se va.
Schmul Meier ya no existe
y lo mismo muchos más.
Mackie tiene su dinero
pero ¿quién le acusará?
Jenny Towler está muerta:
cuchillada al corazón.
Por el muelle va el Cuchillo
con su aire inocentón.
Alfons Glite el cochero
de repente se esfumó.
¿Pero dónde se ha metido?
Mack no sabe nada, no.
Y ese enorme incendio en Soho
siete niños y un senil…
Entre el público el Cuchillo
que pasaba por allí.
Y la viuda jovencita
cuyo nombre se sabrá
fue violada al despertarse.
Mack Cuchillo, ¿dónde estás?

(De izquierda a derecha, Peachum, con su mujer y su hija atraviesan la escena dando un paseo).

ESCENA SEGUNDA

CASA DE LOS PEACHUM

–PEACHUM– ¿Dónde está tu hija?
–SEÑORA PEACHUM– ¿Polly? Arriba, Agneta aquí.
–PEACHUM– ¿Volvió ayer ese hombre?
–AGNETA PEACHUM–. El que siempre viene cuando tú no estás, tú?
–SEÑORA PEACHUM– NO seas tan desconfiado, Jonathan, no hay caballero más distinguido.
–AGNETA PEACHUM– Y ese señor capitán se interesa mucho por nuestra Polly.
–PEACHUM– Ah.
–SEÑORA PEACHUM–. Y si tengo dos dedos de frente, también a Polly le hace tilín.
–PEACHUM– Celia, ¡estás despilfarrando a tu hija como si yo fuera millonario! ¿Es que quieres casarla? ¿Crees que esta porquería de tienda aguantaría una semana si esa gentuza de clientes no viera otras piernas que las nuestras? ¡Un novio! ¡Enseguida nos tendría en sus garras! ¡Así nos tendría! ¿Crees que tu hija será capaz de tener la boca cerrada en la cama mejor que tú?
–AGNETA PEACHUM– Yo también quiero casarme
–SEÑORA PEACHUM– ¡Vaya un concepto que tienes de tu hija! Y tú cállate Agneta.
–PEACHUM–. Pésimo. El más pésimo de todos. ¡No es más que un montón de sensualidad!
–SEÑORA PEACHUM–. NO lo habrá heredado de ti.
–PEACHUM– ¡Casarse! Mi hija debe ser para mí lo que es el pan para el hambriento (hojeando la Biblia); hasta la Biblia lo dice en algún lado. Casarse es, en general, una porquería.
–AGNETA PEACHUM– Pues yo quiero casarme también.
–PEACHUM– Yo le quitaré de la cabeza el matrimonio. Y tú cállate Agneta.
–SEÑORA PEACHUM– Jonathan, eres sencillamente un ignorante.
–PEACHUM– ¡Ignorante!
–AGNETA PEACHUM– ¿Y cómo se llama ese señor?
–SEÑORA PEACHUM– LO llaman el «Capitán».
–AGNETA PEACHUM– Yo quiero casarme con un capitán.
–PEACHUM– Ah, ¿de manera que no le habéis preguntado ni el nombre? ¡Muy bien!
–SEÑORA PEACHUM– NO íbamos a ser tan groseras como para pedirle la partida de bautismo.
–AGNETA PEACHUM– Cuando ha sido tan amable y nos ha invitado a las tres al Hotel del Calamar, a un bailecito.
–PEACHUM– ¿A dónde?
–SEÑORA PEACHUM–. Al Hotel del Calamar, a un bailecito.
–PEACHUM– ¿Capitán? ¿Hotel del Calamar? Vaya, vaya, vaya…
–SEÑORA PEACHUM– Ese caballero nos ha tratado siempre, a mi hija y a mí, con guantes de cabritilla.
–AGNETA PEACHUM– A mí también, yo creo que también le gusto. (La ignoran)
–PEACHUM– ¡Guantes de cabritilla!
–SEÑORA PEACHUM– Además, la verdad es que siempre lleva guantes, y blancos: guantes blancos de cabritilla.
–PEACHUM– Vaya, guantes blancos
–AGNETA PEACHUM– Y un bastón de puño de marfil y botines y zapatos de charol y aires de dominador
–PEACHUM– …y una cicatriz…
–SEÑORA PEACHUM– En el cuello. Pero ¿de qué lo conoces? (Filch sale de detrás del biombo).
–FILCH– Señor Peachum, ¿no podría darme también algún consejo? Siempre he sido partidario del método y no de hablar al buen tuntún.
–SEÑORA PEACHUM– ¡Quiere un método!
–PEACHUM– Que haga de idiota. Vuelve esta tarde a las seis y te enseñaremos todo lo necesario. ¡Lárgate!
–FILCH– Muchas gracias, señor Peachum, mil gracias. (Sale).
–PEACHUM– ¡Cincuenta por ciento!…
–AGNETA PEACHUM– Guantes blancos, y un bastón de puño de marfil y botines y zapatos de charol y aires de dominador.
–PEACHUM– Y ahora te voy a decir quién es ese señor de los guantes: ¡Mackie Cuchillo! (Sube corriendo por la escalera del dormitorio de Polly).
–SEÑORA PEACHUM– ¡Por el amor del cielo! ¡Mackie Cuchillo! ¡Jesús! ¡Jesús, no nos abandones!… ¡Polly! ¿Dónde está Polly? (Buscan a Polly menos Agneta que se queda en su mundo).
–AGNETA PEACHUM–. Guantes blancos, y un bastón de puño de marfil y botines y zapatos de charol y aires de dominador. (Habla como si tuviera a Mackie a su lado). Hola Mackie, soy Agneta ¿te gusto? Yo me atrevo a todo, soy mucho más atrevida que Polly, ella en realidad no esta hecha para tu mundo. (Hace como si tuviera una pistola). Yo podría atracar un banco, joyerías, lo que quieras…, yo soy una delincuente.

(Peachum desciende lentamente).

–PEACHUM– (Se queda observando a Agneta). Y tú que haces, estás loca. Busca a tu Hermana.
–AGNETA PEACHUM– (Sin gana) Polly, Polly
–PEACHUM– ¿Polly? Polly no ha vuelto a casa.
–AGNETA PEACHUM– La cama está sin deshacer.
–SEÑORA PEACHUM– Se habrá ido a cenar con el comerciante de lana. ¡Seguro, Jonathan!
–PEACHUM– ¡Dios quiera que haya sido con el comerciante de lana!
–AGNETA PEACHUM– Si, Dios lo quiera.

(El señor y la señora Peachum se sitúan delante del telón y cantan. Iluminación de canción: se ilumina el órgano. Sujetas a una barra, descienden de lo alto tres lámparas, y un cartel dice):

Canción del «En vez de»

PEACHUM
En vez de
quedarse en su casa dentro de su cama
¡Quieren… no sé!
Porque dicen que quien nunca llora nunca mama.
SEÑORA PEACHUM
Eso es la luna del Soho.
Eso es el maldito «Ay-me-late-el-corazón».
Eso es el «Donde vayas tú, ¡también iré yo,
Johnny!». Cuando el amor crece y la luna no.
PEACHUM
En vez de
hacer algo que tenga sentido, sí ¡Hacen… no sé!
Y revientan luego claro está por ahí.
LOS DOS
¿Dónde está su luna del Soho?
Dónde está su maldito «Ay-me-late-el-corazón».
Dónde está el «Donde vayas tú, ¡también iré yo,
Johnny!».
Cuando el amor cesa y la mierda quedó.

 



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Responsables últimos de este proyecto

Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado

Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica

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