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DIRECTORIO de la SECCIÓN |
LA OVEJA NEGRA |
Los documentos a los que aquí se accede han sido realizados seleccionados expresamente para desarrollar los programas académicos que trabajamos con nuestros alumnos. Esta serie se completa en algunos casos con propuestas de actividades interactivas, audios o vídeos que concretan y validan el grado de comprensión alcanzado o, simplemente, actuan como elemento motivador. También está disponible una estructura tipo «Wiki» colaborativa, abierta a cualquier docente o alumno que quiera participar en ella. Para acceder a estos contenidos se debe utilizar el «DIRECTORIO de la SECCIÓN». Para otras áreas de conocimiento u opciones use el botón: «Navegar» |
Autor: Italo Calvino |
Había un pueblo donde
todos eran ladrones.
A la noche cada
habitante salía con la ganzúa y la linterna, e iba a desvalijar la casa de un
vecino. Volvía al alba y encontraba su casa desvalijada.
Y así todos vivían en
amistad y sin lastimarse, ya que uno robaba al otro, y este a otro hasta que
llegaba a un último que robaba al primero. El comercio en aquel pueblo se
practicaba solo bajo la forma de estafa por parte de quien vendía y por parte de
quien compraba. El gobierno era una asociación para delinquir para perjuicio de
sus súbditos, y los súbditos por su parte se ocupaban solo en engañar al
gobierno. Así la vida se deslizaba sin dificultades y no había ni ricos ni
pobres.
No se sabe cómo ocurrió,
pero en este pueblo se encontraba un hombre honesto. Por la noche en vez de
salir con la bolsa y la linterna se quedaba en su casa a fumar y leer novelas.
Venían los ladrones,
veían la luz encendida y no entraban.
Esto duró poco pues hubo
que hacerle entender que, si él quería vivir sin hacer nada, no era una buena
razón para no permitir que los demás lo hicieran. Cada noche que él pasaba en su
casa era una familia que no comía al día siguiente.
Frente a estas razones
el hombre honesto no pudo oponerse. Acostumbró también a salir por las noches
para volver al alba, pero insistía en no robar. Era honesto y no quedaba nada
por hacer. Iba al puente y miraba correr el agua. Volvía a su casa y la
encontraba desvalijada.
En menos de una semana
el hombre honesto se encontró sin dinero, sin comida y con la casa vacía. Pero
hasta aquí nada malo ocurría porque era su culpa: el problema era que por esta
forma de comportarse todo se desajustó. Como él se hacía robar y no robaba a
nadie, siempre había alguien que volviendo a su casa la encontraba intacta, la
casa que él hubiera debido desvalijar.
El hecho es que poco
tiempo después aquellos que no habían sido robados encontraron que eran más
ricos, y no quisieron ser robados nuevamente. Por otra parte, aquellos que
venían a robar a la casa del hombre honesto la encontraban siempre vacía. Y así
se volvían más pobres.
Mientras tanto aquellos
que se habían vuelto ricos tomaron la costumbre también ellos, de ir al puente
por las noches para mirar el agua que corría bajo el puente. Esto aumentó la
confusión porque hubo muchos otros que se volvieron ricos y muchos otros que se
volvieron pobres.
Los ricos mientras tanto
entendieron que ir por la noche al puente los convertía en pobres y pensaron
–paguemos a los pobres para que vayan a robar por nosotros–. Se hicieron
contratos, se establecieron salarios y porcentajes: naturalmente siempre había
ladrones que intentaban engañarse unos a otros. Pero los ricos se volvían más
ricos y los pobres más pobres.
Había ricos tan ricos
que no tuvieron necesidad de robar ni de hacer robar para continuar siendo
ricos. Pero si dejaban de robar se volvían pobres porque los pobres los robaban.
Entonces pagaron a aquellos más pobres que los pobres para defender sus
posesiones de los otros pobres, y así instituyeron la policía, y constituyeron
las cárceles.
De esta manera pocos
años después de la aparición del hombre honesto no se hablaba más de robar o de
ser robados sino de ricos y pobres. Y sin embargo eran todos ladrones.
Honesto había existido
uno y había muerto enseguida, de hambre.
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Responsables últimos de este proyecto Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado Son: Maestros - Diplomados en Geografía e Historia - Licenciados en Flosofía y Letras - Doctores en Filología Hispánica |
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